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El mundo|Viernes, 31 de octubre de 2008
LOS VIEJOS ASESORES DE CLINTON SE ENCOLUMNAN DETRAS DE LAS POLITICAS INNOVADORAS QUE PROMETE IMPLEMENTAR OBAMA

Un cambio con los mismos veteranos de siempre

Anthony Lake, Lee Hamilton, Tom Daschle, Sam Nunn, William Perry y Madeleine Albright son los nombres de algunos asesores de Obama que se hicieron conocidos durante la presidencia de Clinton. Apoyan la ambiciosa apertura diplomática que propone el candidato.

Por David Brooks *
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Obama con Clinton, ayer, en Orlando, Florida. Los funcionarios del ex presidente asesoran al candidato demócrata.

Desde Nueva York

Desde el inicio de su campaña, hace casi dos años, el candidato demócrata a la presidencia, Barack Obama, ha centrado su mensaje en la promesa de “un cambio”. Pero a juzgar por algunos de sus principales asesores en materia de seguridad nacional y economía internacional, podría ser sólo un regreso al futuro.

En los sondeos internacionales, Obama cuenta con un abrumador apoyo de la opinión pública alrededor del mundo, en parte por algunas de sus promesas, pero sobre todo porque representa el fin de la política de George W. Bush, tan universalmente reprobada. Su compromiso de concluir la guerra de Irak fue clave en su triunfo en las elecciones primarias y promete serlo en la elección general. Más allá de eso, sus pronunciamientos de que está dispuesto, sin precondiciones, a negociar con “enemigos” de este país (se han mencionado Irán, Cuba y Venezuela, entre otros) y de buscar soluciones multilaterales a los conflictos en el mundo son bienvenidos aquí y en el extranjero.

Su acto extraordinario frente a más de 200 mil personas en Berlín en el verano, en su única gira internacional como candidato, fue prueba de las expectativas que ha despertado en el ámbito internacional. El simple hecho de que un afroestadounidense, hijo de un inmigrante africano, alguien que vivió en Indonesia (país mayoritariamente musulmán), llegue a la Casa Blanca es un cambio en sí mismo. El que se haya presentado en Miami con la Fundación Nacional Cubanoamericana como anfitrión, donde habló de la necesidad de aflojar algunos aspectos del bloqueo contra Cuba, fue un acto sin precedente en décadas.

Su énfasis en restaurar el “prestigio” de Estados Unidos en el mundo a través de mayor cooperación y acción multilateral, de subrayar el apoyo al desarrollo combinado con una política económica que resucita la demanda de incorporar normas laborales y ambientales y los derechos humanos a los acuerdos de libre comercio, marca un giro contrastante con la política actual (se opuso al acuerdo de libre comercio con Colombia explícitamente por las violaciones a los derechos humanos de sindicalistas en ese país).

Que su triunfo marca el fin de la hegemonía de los llamados “neoconservadores” sobre la política exterior tanto en asuntos de seguridad como económicos también será un cambio significativo.

Pero aunque todo esto representa un viraje tras ocho años de políticas de Bush, no necesariamente marca algo novedoso, ni necesariamente fundamental, en la política exterior estadounidense.

Como senador y ahora candidato presidencial ha ofrecido algunos ejemplos que no sólo no ofrecen evidencia de cambios en la óptica internacional, sino que provocan dudas hasta entre algunos de sus simpatizantes, como el hecho de que votó en favor de la construcción del muro fronterizo con México (algo que no mencionó frente al Muro de Berlín) o sus declaraciones de que está dispuesto a intervenir militarmente en Pakistán al perseguir a Al Qaida y sus propuestas de ampliar la guerra en Afganistán.

Obama llegó a tener unos 300 asesores de política exterior (incluidos asuntos de seguridad nacional, económicos y otros) durante la campaña y, aunque obviamente no todos tenían acceso al candidato, sí contribuyen al debate sobre las propuestas y argumentos de la campaña. Aunque algunos de éstos son expertos, profesores y políticos que ofrecen nuevas ideas y que no han formado parte de la cúpula política de este país en el pasado, los principales asesores son casi todos veteranos de Washington y muy pocos podrían ser considerados nuevos o diferentes.

El elenco incluye (vale señalar que algunos son más para decoración, simbolismo y protocolo que participantes activos) a Anthony Lake, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton; el ex representante Lee Hamilton, el ex líder de la bancada demócrata del Senado Tom Daschle, la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, el ex secretario de la Marina Richard Danzig, el ex secretario de Defensa William Perry, el ex senador Sam Nunn y otros veteranos del gobierno de Clinton como Gregory Craig y Susan Rice.

Sobre asuntos económicos internacionales, Obama tiene entre sus asesores (algunos formales, otros no técnicamente parte de su campaña) a figuras como el ex secretario del Tesoro Robert Rubin y al ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker, y especialistas en política económica como William Daley, quien se encargó de promover la aprobación del Tlcan y después fue secretario de Comercio con Clinton. También hay otros veteranos del gobierno de Clinton en este rubro: Jason Furman (quien también prestó sus servicios al Banco Mundial y con un proyecto dirigido por Robert Rubin); Austan Goolsbee, profesor de economía de la Universidad de Chicago que provocó un miniescándalo cuando se reveló que se reunió con diplomáticos canadienses en privado para asegurarles que, a pesar de sus declaraciones, Obama en verdad no tiene intenciones de renegociar el Tlcan.

Hay también gente menos conocida, pero tampoco ofrecen indicios de “un cambio”, como Sarah Sewell, que fue funcionaria del Departamento de Estado con Clinton, dirige un centro de derechos humanos en Harvard y colaboró con el general David Petraeus (recién encargado de la guerra en Irak y ahora del Comando Central encargado de Irak y Afganistán) en la nueva versión de la guía sobre contrainsurgencia para el ejército y los marines.

Por otro lado, sí hay algunos integrantes del equipo de asesores que podrían ofrecer algunos elementos de un cambio en ciertos aspectos de política exterior, como Denis McDonough, coordinador de los asesores de Obama en política de seguridad nacional. McDonough fue el asesor de política exterior de Daschle cuando éste era el líder demócrata en el Senado, y también trabajó para la influyente y prestigiada figura de Lee Hamilton, ex representante federal. McDonough ha sido explícito en promover políticas para concluir la guerra en Irak, pero también ha contribuido con el diseño de propuestas para políticas energéticas y ambientales. Además, a lo largo de su carrera ha sido un promotor de la asistencia para el desarrollo de países del tercer mundo.

Como McDonough, hay varios más que ofrecen algunas perspectivas que serían novedosas y podrían marcar algunos cambios en la óptica de la política exterior.

Sin embargo, la presencia de tantas figuras ligadas al gobierno de Clinton no puede más que generar dudas sobre qué tanto “cambio fundamental” habrá en la política exterior de un gobierno de Obama.

Por ello, más que un cambio fundamental en este aspecto de la política estadounidense, podría ser un regreso al futuro, o sea, retomar una política que fue interrumpida por ocho años de posturas radicales que colocaron en tela de juicio eso que llaman la “comunidad” y el derecho internacional.

Q De La Jornada de México. Especial para PáginaI12.

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