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El mundo|Viernes, 7 de noviembre de 2008
UNA MUJER INDEPENDIENTE Y MODERNA QUE NO SE OLVIDA DE SUS RAICES

Retrato de Michelle, la futura primera dama

Por David Usborne *
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Michelle Obama.

Desde Chicago, Illinois

Si miran a lo largo de la calle North Jefferson en Chicago verán a Sepia, un restaurante en un edificio reciclado que destila una discreta sofisticación. Sucede también que es el restaurante favorito en la ciudad de la futura primera dama, pero nadie lo diría.

Michelle Obama, de 44 años, a quien le gusta almorzar aquí con amigas y nunca se va sin un pequeño postre, no proviene de una familia acomodada. Creció en un barrio de obreros en el lado sur de Chicago y su padre trabajaba para el departamento de aguas públicas de la ciudad. Ella no se ha olvidado de sus raíces, pero es su moderna urbanidad lo que más se notará cuando llegue a la Casa Blanca.

Que es una mujer por sus propios logros es muy sabido. (En realidad, aparte de las regalías de los libros, Michelle es la principal fuente de ingresos del hogar Obama.) Pero su presentación al público estadounidense durante los pasados meses no fue sin problemas.

Si Michelle subestimó los peligros de la exposición política, seguramente no lo hizo después del revuelo que provocó en febrero cuando, reflejando el éxito de su marido en las primarias de Supermartes, le dijo a una audiencia en Washington que, “por primera vez en mi vida de adulta estoy realmente orgullosa de mi país”. Los republicanos se abalanzaron sobre el comentario como algo no patriótico.

Durante unas semanas después de eso, Michelle mantuvo un rol en segundo plano en la campaña mientras los asesores se preocupaban que si Estados Unidos tenía dudas de elegir a su primer presidente afroamericanos, también estaba ansioso sobre la primera dama que también era negra pero quizá demasiado inteligente. El racismo y el sexismo pueden haber estado conspirando contra todos los esfuerzos para que el país la quisiera.

Pero más adelante en la campaña pareció encontrar su ritmo. La cámara la pescó dándole un “golpe de puño” a su marido mientras éste se preparaba para dar un discurso clave después de haberse asegurado la nominación, un fugaz momento que puso de manifiesto la juventud y la complicidad de marido y mujer. Y comenzó a aparecer en shows populares diurnos, haciendo alarde de su gracia para el baile con Ellen DeGeneres.

Fue muy halagada por su discurso seguro y por momentos conmovedor al presentar a su marido a los delegados en la Convención Demócrata en Denver. “Lo que me llamó la atención cuando conocí a Barack fue que a pesar de su nombre raro y de que hubiera crecido del otro lado del continente en Hawai, su familia se parecía tanto a la mía”, dijo. “Fue criado por sus abuelos, ambos de la clase trabajadora como mis padres, y por una madre sola que luchó para pagar las cuentas, igual que nosotros.”

Una vez en la Casa Blanca, Michelle seguramente será una fuerza como asesora informal para su marido como lo fue durante los 21 meses de campaña. Parado en Grant Park tarde en la noche del martes, él saludó “a mi mejor amiga durante los últimos 16 años, la roca de nuestra familia, el amor de mi vida”. Dijo que no sólo era una fuente de fuerza sino un crítica suave que lo mantiene con los pies en la tierra, retándolo por las cosas más mundanas, como poner a lavar sus medias sucias.

Las encuestas a boca de urna el martes sugirieron que está ahora muy bien posicionada para hacer un muy buen papel en la Casa Blanca. Un 60 por ciento de todos los votantes dijeron que Michelle Obama hará una “buena” primera dama.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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