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El mundo|Miércoles, 1 de abril de 2009
En Israel, el nuevo premier Benjamin Netanyahu no mencionó un Estado palestino

“La paz con los palestinos es posible”

En su mensaje de investidura, el líder de la coalición de derecha aseguró que Irán representa una amenaza para Israel.

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Benjamin Netanyahu juró ayer, por segunda vez, como primer ministro de Israel. “Yo digo a los dirigentes de la Autoridad Palestina: si realmente quieren la paz, es posible alcanzarla”, prometió el nuevo jefe de gobierno, mientras el Knesset entero lo aplaudía. A pesar de las palabras conciliadoras, el sucesor de Ehud Olmert no mencionó en su discurso la posibilidad de un futuro Estado palestino, detalle que no pasó inadvertido en Cisjordania. “Estas declaraciones no son un principio alentador de parte de este nuevo gobierno”, advirtió horas después Nabil Abu Rudeina, vocero del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas.

Durante el resto de la tarde juraron los ministros. No fue un trámite rápido. Para dejar satisfechos a los cinco partidos políticos que integran la nueva coalición, Netanyahu tuvo que agrandar un poco el gabinete. En total habrá 30 ministros, tres sin cartera. De los 30, el Likud, el partido que lidera el premier, controla trece de los ministerios. El resto se divide en cinco del Laborismo, cinco de Israel Beitenu (Israel Nuestra Casa), la fuerza del xenófobo Avigdor Lieberman, cuatro del ultraortodoxo Shas, dos carteras para los partidos minoritarios conservadores Hogar Judío y Judaísmo Unido por el Tohá. El Ministerio de Justicia es el único que quedará en manos de un apartidario, un tecnócrata.

Además de Netanyahu, las grandes figuras del gobierno serán el canciller Lieberman y el ministro de Defensa y líder del Partido Laborista, Ehud Barak. Este último será la única continuidad con el gobierno anterior, de Olmert. Barak dirigió a las Fuerzas de Defensa Israelíes durante las últimas dos guerras, contra el Líbano y la invasión a la Franja de Gaza.

Antes de entregar el poder, el ahora ex premier Olmert defendió las ofensivas militares y el rol del dirigente laborista. Sin embargo, su partido, Kadima, será el principal referente de la oposición. Con la ex canciller Tzipi Livni a la cabeza, la fuerza fundada por el ex premier Ariel Sharon ya cuestionó al nuevo jefe de gobierno por no apoyar abiertamente la solución de los dos Estados, un objetivo compartido por la Casa Blanca, la Unión Europea y la ONU.

Los palestinos también. “La administración estadounidense tiene que presionar al gobierno de Netanyahu para que se atenga a los fundamentos del proceso de paz, es decir la paz a cambio de tierra. Esto significa la restitución de todos los territorios palestinos ocupados en 1967, Jerusalén Este incluido”, reclamó ayer el vocero de Mahmud Abbas, Abu Rudeina. En su discurso de despedida en el Knesset, Olmert también le recordó a su sucesor que sin el apoyo de la comunidad internacional será imposible llegar a un acuerdo de paz con la Autoridad Palestina. Se podría agregar que si una negociación que no incluye a Hamas (facción palestina que gobierna Gaza) podría no prosperar.

Al tradicional conservadurismo del Likud en el tema palestino, se suma el nuevo canciller del gobierno, Lieberman, un dirigente que en más de una oportunidad habló de los palestinos como una etnia inferior o una amenaza para Israel. Ayer Netanyahu no utilizó esas palabras, pero tampoco esquivó las posiciones tradicionales de la derecha israelí. “Los palestinos dispondrán de todos los derechos para gobernarse ellos mismos, salvo aquellos susceptibles de constituir un peligro para la seguridad y la existencia del Estado de Israel”, dijo, con la ambigüedad que caracterizan sus últimos discursos.

A continuación habló sobre la “amenaza del islamismo radical” y, especialmente, sobre Irán. Sin medias tintas, aseguró que Teherán representa una amenaza a la existencia del Estado de Israel y criticó la “incapacidad” de la comunidad internacional para frenar la Revolución Islámica que gobierna ese país desde 1979.

El discurso del nuevo premier islámico frente al Knesset intentó contentar a la nueva y variada coalición de gobierno. Hubo concesiones al Laborismo –avanzar en el proceso de paz y fortalecer el bienestar social y económico para el interior del pequeño país– y también a los grupos de extrema derecha como el Shas y Israel Beitenu –garantizar, ante todo, la sobrevivencia del Estado de Israel–.

Lo mismo se ve reflejado en la distribución de las carteras de gobierno. El Laborismo se quedó con los ministerios de Industria y Comercio, Asistencia Social, Minorías y Agricultura; mientras que los partidos de extrema derecha manejarán Seguridad Interior, Vivienda (un tema clave para los colonos israelíes que viven en los territorios ocupados), Inmigración e Interior. A pesar de que la mayoría de la coalición gobernante va de la centro-derecha a la derecha, existen importantes diferencias políticas y religiosas entre ellos.

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