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El mundo|Domingo, 19 de abril de 2009
FUE JUZGADA A PUERTAS CERRADAS COMO ESPIA POR EL TRIBUNAL REVOLUCIONARIO DE TEHERAN

Condena de ocho años para la periodista en Irán

Roxana Saberi fue detenida en enero por comprar una botella de vino, pero acabó juzgada por espionaje. El gobierno islámico no explicó a quién habría espiado, pero destacó que no estaba acreditada como periodista.

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El gobierno de Barack Obama intentó presionar a Teherán para que divulgue las pruebas que tiene.

La Justicia iraní condenó a ocho años a la periodista estadounidense-iraní Roxana Saberi por el delito de espionaje. Tras un juicio que duró menos de una semana y se realizó completamente a puertas cerradas, el Tribunal Revolucionario de Teherán concluyó que la joven de 31 años estaba espiando para el gobierno norteamericano. El abogado defensor ya adelantó que apelará el fallo. Desde la Casa Blanca reaccionaron de inmediato a la noticia y anunciaron que el presidente Barack Obama estaba decepcionado, según informó el número dos del Consejo de Seguridad Nacional del Ejecutivo, Denis McDonough. El mes pasado el mandatario estadounidense había ofrecido al gobierno iraní barajar de nuevo y abrir un diálogo.

La periodista fue detenida en enero, pero sus padres, que viven en Estados Unidos, recién lo denunciaron ante los medios de comunicación a fines de febrero. “Roxana nos dijo que nada de lo que confesó era cierto, pero que la habían intimidado y le dijeron que si cooperaba sería liberada”, denunció ayer su padre, Reza Saberi. Desesperado, viajó con su mujer, de origen japonesa, a Teherán a principios de esta semana y logró ver a Roxana en su celda. Cuando terminó la visita, le contó a la prensa internacional que su hija fue detenida cuando compraba una botella de vino, un delito según la ley islámica que rige en todo el territorio iraní desde la victoria de la Revolución Islámica en 1979.

Según el relato de Saberi, nunca les explicaron ni a ellos ni a su hija cómo la Justicia pasó de ese delito menor a acusarla de espionaje para un gobierno extranjero. “No tenía una acreditación de prensa y llevaba a cabo actividades de espionaje bajo la cobertura del periodismo”, fue la única explicación que dio a los medios el procurador adjunto de Teherán, Hassan Hadad.

Nada se sabe sobre qué tipo de tareas de espionaje habría realizado ni sobre qué institución o personalidad iraní. Lo que sí dejaron en claro es que el Estado iraní no reconoce el concepto de doble nacionalidad, por lo que a los ojos de la Revolución Islámica Saberi es una ciudadana estadounidense.

La joven periodista nació en Irán, un año antes de la caída del último Sha de Persia, Mohamad Reza Pahlevi, férreo aliado de Washington. Sus padres dejaron el país cuando ella era apenas un bebé porque no querían vivir en el nuevo régimen teocrático y se instalaron en Estados Unidos. Allí se crió y estudió. Pero en 2003, Roxana decidió redescubrir sus raíces y se instaló en Teherán para trabajar como periodista free lance. Transmitió para la radio pública norteamericana NPR, la británica BBC y las cadenas de televisión estadounidense Fox News y ABC. Al momento de la detención, estaba cursando una Maestría sobre cultura y literatura iraní en una universidad de la capital y preparaba un libro.

Desde que la familia de Saberi denunció el caso, el gobierno de Barack Obama intenta presionar a Teherán para que divulgue las pruebas que tiene en contra de la periodista y que permita un contacto diplomático con la ahora condenada. “Trabajamos de cerca con la potencia protectora de Suiza (que representa los intereses de Estados Unidos en Irán desde que las dos naciones rompieron relaciones diplomáticas) para obtener detalles de la decisión judicial y para garantizar su bienestar”, informó ayer la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, en un breve comunicado.

Hace dos semanas Clinton había dicho que una delegación norteamericana había entregado una carta a una delegación iraní, en la que reclamaba la liberación de tres norteamericanos detenidos en Irán, incluyendo a Saberi. Según la funcionaria, el encuentro informal entre las dos misiones diplomáticas se había concretado en uno de los cuartos intermedios de una conferencia sobre Afganistán en La Haya. Unos días después, y sin levantar demasiado la atención de los medios, un vocero de la Cancillería iraní, Hassan Ghashghavi, desmintió a su par norteamericana. Para Teherán nunca hubo un pedido formal de Washington.

Saberi no es la primera estudiante con doble ciudadanía iraní-estadounidense que es detenida y acusada de atentar contra la seguridad nacional de Irán; pero por primera vez, las presiones de los medios internacionales y de Wa-shington no fueron suficientes para evitar una condena. Ayer Hillary Clinton prometió que no se darán por vencidos. “Seguiremos transmitiendo nuestras preocupaciones al gobierno iraní”, aseguró la secretaria de Estado.

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