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El mundo|Domingo, 19 de abril de 2009
UN AUTO LLENO DE EXPLOSIVOS CONTRA UN CONVOY MILITAR

Atentado suicida en Pakistán

Hubo 24 muertos en la zona fronteriza con Afganistán, donde se impuso la ley islámica para calmar a los fundamentalistas. Los talibán anunciaron que seguirán los ataques mientras EE.UU. los siga bombardeando.

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Veinte de los muertos eran militares; los restantes eran civiles.

Ni la imposición de la sharia puede frenar los atentados en el noroeste de Pakistán. La zona fronteriza con Afganistán fue el escenario ayer de un nuevo ataque de los grupos aliados de los talibán. Al menos 24 paquistaníes murieron cuando un hombre estrelló su auto lleno de explosivos contra el convoy militar en el que viajaban soldados, policías y civiles. Según informó el gobierno, 20 de las víctimas pertenecían al ejército y las cuatro restantes eran civiles.

La noticia cayó como un balde de agua fría en Islamabad, la capital del país. El presidente y viudo de la asesinada primera ministra Benazir Bhutto, Ali Zardari, había apostado gran parte de su caudal político en el acuerdo con los jefes tribales del noroeste. En contra de las recomendaciones de Estados Unidos y a pesar de las críticas de las organizaciones defensoras de derechos humanos, el mandatario paquistaní había cedido al pedido de los líderes islámicos del norte y aceptó instalar la semana pasada la sharia –ley islámica– en la región. A cambio, se había prometido, la violencia cesaría.

Pero los atentados, una constante en esa parte del país desde hace más de un año, continuaron durante toda esta semana. El jefe de los grupos talibán en Pakistán, Baitulá Mehsud, aseguró que seguirán adelante con los ataques mientras continúen los bombardeos de los aviones estadounidenses no tripulados que cruzan la frontera desde la ocupada Afganistán. Además, reclaman que la sharia se instale en todo el país.

Desde septiembre pasado, los aviones espías norteamericanos realizaron al menos 40 ataques sobre territorio paquistaní. Según el comando en Afganistán, siempre en contra de instalaciones o casas de jefes talibán, quienes desde allí dirigen la insurgencia en el país vecino. Al principio de su gobierno, Zardari criticó los bombardeos norteamericanos y amenazó con romper la alianza militar con el Pentágono. Sin embargo, ante la perseverancia de Washington, eventualmente el mandatario le bajó el tono a la confrontación verbal con su principal donador de ayuda militar.

A cambio, el gobierno de Barack Obama anunció una nueva estrategia para Afganistán, que incluye un significativo aumento en los fondos destinados a la lucha contra el terrorismo en suelo paquistaní. La Casa Blanca dio ayer un nuevo espaldarazo a Islamabad al pedir más dinero a las potencias en la conferencia de donantes en Tokio. “Cinco mil millones de dólares no bastarán. Debemos mantener en mente que el problema está lejos del final”, advirtió el enviado de Obama para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke.

Auspiciada por el gobierno de Estados Unidos y el Banco Mundial, la conferencia de ayer en Japón reunió a representantes de 27 países y de 16 organizaciones internacionales para sumar más millones a los que ya prometió Wa-shington. Los fondos serán para fortalecer programas civiles de erradicación de la pobreza, de creación de empleo, ayuda a los campesinos y al desarrollo de los sistemas educativos, sanitarios, de transporte y de energía.

El gobierno de Obama puso a Pakistán en el centro de su estrategia para ganar la guerra en Afganistán, pero el país se encuentra cada vez más cerca de sumergirse en la violencia interétnica, la pobreza y la corrupción generalizada. Según las últimas cifras de la ONU, más del 40 por ciento de los paquistaníes viven econ menos de un dólar diario.

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