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El mundo|Sábado, 6 de junio de 2009
En medio de una seguidilla de renuncias de ministros y derrotas electorales

Brown lucha por su supervivencia

La imagen de “Titanic” laborista se potenció esta semana con las renuncias de la ministra del Interior, Jacqui Smith: la de Comunidades, Hazel Blear, y la filtración de un plan secreto de diputados rebeldes para forzar la renuncia de Brown.

Por Marcelo Justo
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La alicaída imagen del primer ministro británico, Gordon Brown, al salir de la residencia oficial de 10 Downing Street.

Desde Londres

Contra las cuerdas, groggy, el primer ministro Gordon Brown mostró reflejos e instinto de supervivencia. En medio de una seguidilla de renuncias de ministros y con desastrosos resultados a la vista en las elecciones municipales y europarlamentarias del jueves, Brown anticipó un cambio de gabinete que se esperaba para la semana próxima y, al menos por el momento, salvó el pellejo.

La renuncia del ministro de Trabajo, James Purnell, en una carta revelada el jueves por la noche y publicada ayer por el The Sun y The Times contenía un párrafo devastador para un primer ministro asediado por la recesión y el escándalo de las dietas parlamentarias.

Purnell no sólo dimitía: era el primer ministro en decir públicamente que Brown también debía hacerlo. “Creo que su continuidad como primer ministro vuelve más posible una victoria de los conservadores. Eso sería desastroso para el país”, decía Purnell. Estas palabras potenciaban ferozmente la imagen de “Titanic” laborista creada durante la semana por las renuncias de la ministra del Interior, Jacqui Smith (el lunes); la de comunidades; Hazel Blears (el miércoles), y la filtración (el jueves por la mañana) de un plan secreto de diputados rebeldes para forzar la renuncia de Brown.

Enfrentado al peligro de nuevos pronunciamientos, el primer ministro adelantó el cambio de gabinete que tenía planeado para el lunes o martes próximo. Con la autoridad erosionada, Brown no pudo hacer los relevos que tenía planeados, pero consiguió el respaldo de los pesos pesados del laborismo. El nuevo elenco es una mezcla de continuidad en los cargos clave –Alistair Darling conserva la cartera de Finanzas y David Miliband la Cancillería–, rotación (el ministro de Salud Alan Johnson pasa a Interior) y algunas incorporaciones y ascensos para sustituir las bajas de la semana. Dos ministros más que presentaron su renuncia ayer, Geoff Hoon y John Hutton, dejaron en claro que seguían apoyando a Brown y estaban en desacuerdo con la carta de Purnell. En una conferencia de prensa por la tarde, el primer ministro indicó que seguiría adelante con su lucha por reformar el sistema político y superar la recesión. “No voy a dejar mi puesto. Esta es una prueba de nervios para todos, pero si no estuviera convencido de lo que hago, me habría ido”, dijo Brown.

El primer ministro ganó un respiro, pero nadie sabe por cuánto tiempo. Una encuesta de la BBC publicada ayer deja en claro que la credibilidad de Brown está en su nivel más bajo desde que asumió en junio de 2007. La mayoría de los consultados no tiene confianza en su manejo de la economía y cree que no sabe conectarse con la gente. El resultado en las municipales del jueves, que relegó a los laboristas a un tercer puesto detrás de conservadores y liberal demócratas, muestra el impacto que este deterioro produce en las urnas. La única posibilidad que tienen los laboristas de evitar una derrota demoledora en las elecciones generales es si logran sacar a la economía de su actual marasmo. Pero eso es a mediano plazo. Por el momento, Brown busca sobrevivir y no hay garantías de que lo consiga. Un grupo de laboristas rebeldes sigue recolectando firmas para un mail en el que le agradecen a Brown “los servicios prestados en los últimos 12 años de gobierno”, pero le piden, como Purnell, que se vaya. Si los resultados de las elecciones de eurodiputados que se conocerán el domingo por la noche son tan desastrosos como se anticipan y dejan al laborismo en un cuarto lugar, es posible que el lunes los rebeldes cuenten con el apoyo de 70 diputados para disparar la elección de un nuevo líder laborista que reemplazaría a Brown como primer ministro.

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