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El mundo|Martes, 9 de junio de 2009
Sixto Pereira, senador de Tekojoja, movimiento social aliado de Fernando Lugo

“Es un gobierno democrático-burgués”

Por Diego González
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“Logramos capturar el Estado en el marco de un proceso no exento de contradicciones y dificultades.”

Desde Asunción

El escenario político paraguayo está enrarecido. No sólo por la flamante paternidad de Fernando Lugo sino, principalmente, por la fluctuante y gelatinosa correlación de fuerzas que se da por dentro de su alianza gubernamental. Los antiquísimos liberales pelean espacio por espacio, tribuna por tribuna con la izquierda, que por estos días avanza en un proceso de unidad sectorial. A su vez, los liberales se matan entre ellos, pujando por una sucesión que deje a su línea interna lo mejor parada posible. Así están aquellos –encabezados por el mismísimo vicepresidente–- que abogan por el juicio político a escasos nueve meses de gestión, mientras los otros apuestan a llegar lo más sólidos posibles a las presidenciales de 2013. Sixto Pereira es un senador que apoya a Lugo por izquierda. De extracción campesina, militante del Movimiento Popular Tekojoja, intercala en su discurso frases en guaraní. En entrevista con Página/12, Pereira desgrana los éxitos y las deudas pendientes del proceso, identifica enemigos, define su participación en el Ejecutivo como “una oportunidad para acumular” y no se ahoga en eufemismos en criticar a sus aliados liberales.

–A diez meses de la gestión de Fernando Lugo, ¿cuál es el gran cambio?

–La alternancia en el gobierno, que implica el desplazamiento de una cúpula mafiosa enroscada en el Estado. Me refiero a la cúpula colorada que tuvo sus tentáculos en el Poder Judicial, en el Congreso nacional y en el Ejecutivo, desde donde desarrolló una política asistencial, prebendaria y clientelar, que es como durante tanto tiempo desarticularon a los movimientos sociales. Todo este largo proceso concluyó con una de las peores concentraciones de tierras, el avance desproporcionado de los agronegocios, principalmente de la soja y los biocombustibles.

–¿Y cuál fue el mérito de Lugo para canalizar ese descontento?

–Lugo sirvió de figura aglutinante, dado que venía del sector eclesial y del ala progresista identificada con las luchas campesinas. Eso significaba la simpatía de las mayorías indígenas y populares. El proceso se fue dando lentamente y generó una insubordinación democrática contra las cúpulas o elites partidarias, sean coloradas o liberales.

–Sin embargo, justamente, la alianza gubernamental es entre sectores de izquierda y los liberales...

–Era claro en ese momento que iba a resultar imposible desde la izquierda llegar al gobierno. Pero para ellos las cosas eran igual de evidentes. Entonces surgió esta “Alianza Patriótica para el Cambio” sobre las coincidencias que pudiéramos tener entre la derecha y la izquierda.

–¿Y cuáles fueron esos puntos?

–La reforma agraria, la soberanía energética y alimentaria, la institucionalización del Estado...

–Todos puntos sumamente conflictivos al día de hoy.

–Sí. Lo que logramos fue capturar el Estado en el marco de un proceso no exento de contradicciones y dificultades. Este gobierno es heterogéneo en términos políticos y económicos. Es, en definitiva, un gobierno democrático-burgués.

–¿Así lo definiría?

–Claro, si no confronta contra estructuras económicas, ni instituciones capitalistas.

–¿Hasta dónde se puede llegar con Lugo? ¿Cuál es su tesis de máxima?

–Este gobierno es una oportunidad. No es revolucionario, ni socialista. Es apenas un gobierno democrático que aspira a recuperar la institucionalidad. Estos son momentos de acumulación política en los que ir fortaleciendo a las organizaciones populares con miras a las presidenciales de 2013.

–¿Cómo está posicionada la izquierda hoy dentro del gobierno?

–Tenemos varios ministerios y secretarías en sectores clave. Pero hace falta mayor cohesión interna, lo que nos daría mayor visibilidad en el gabinete y mayor incidencia en la elaboración de la estrategia económica global. Esto, a su vez, garantizaría las medidas socio-económicas que precisan las mayorías populares.

–Viendo desde un costado positivo, pareciera que es en la puja con Brasil por la represa de Itaipú donde mayor cohesión existe. Y no es un dato menor que la izquierda tenga al canciller y a parte del equipo negociador...

–Ese es uno de los mayores logros de este proceso. Existe un apoyo político decidido de Lugo al equipo negociador. Se ha instalado en el país la defensa de la soberanía energética. Pero no sólo acá, también entre la izquierda brasileña y en gran parte del Mercosur.

–¿Cuál es la principal dificultad que atraviesa hoy la Alianza?

–La heterogeneidad y la desconfianza. Es que ellos no se hacen cargo de los acuerdos firmados.

–¿Cómo ve a los liberales, divididos entre el sector funcional al gobierno y aquellos, encabezados por el mismo vicepresidente, que quieren tumbar a Lugo?

–Las chances concretas de Julio César Franco (el vicepresidente) son pocas porque los movimientos sociales no se prestaron a ser la chispa que motive el incendio. Hay que recordar que acá hubo en 1999 un “Marzo Paraguayo” que, a pesar de haber sido una lucha interburguesa, implicó la movilización social popular campesina a raíz de un asesinato político. En aquel entonces hubo un reacomodamiento de fuerzas de coyuntura, pero a partir de ese momento los conspiradores saben que precisan de la gente en la calle.

–¿Y Lugo tiene a la gente en la calle?

–Fernando puede, con sólo dar una señal, tener al pueblo en la calle. Pero para eso hace falta que lleguen las medidas sociales.

–En términos políticos, ¿cuánto puede esperar la reforma agraria?

–Lo primero es hacer un catastro, o sea identificar las tierras públicas y recuperar el Estado. Eso va a implicar necesariamente confrontación, porque los latifundistas no se van a quedar de brazos cruzados. Esto mismo está pasando en Venezuela y Bolivia.

–¿Cuál es hoy el principal enemigo?

–Los sectores ligados a los agronegocios, empotrados en la Unión de Gremios de la Producción (UGP), donde están los terratenientes, los importadores y exportadores. Son ellos los que tienen el poder real a través de diversos operadores.

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