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El mundo|Viernes, 4 de septiembre de 2009
ASESINARON AL DOCUMENTALISTA FRANCES CHRISTIAN POVEDA EN EL SALVADOR

Callan a un crítico de la violencia

Poveda se había convertido en un objetivo del crimen organizado, gracias a su película La vida loca. El film relata la vida diaria de unos 30 mil ex miembros de las bandas juveniles conocidas como maras. Repudio de la clase política salvadoreña.

Por Guy Adams *
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El director de La vida loca murió de un balazo en la nuca en las afueras de San Salvador.

Estaba con la cara abajo sobre el volante, con un balazo en la nuca. Las ventanillas del auto estaban destrozadas. Los asientos y el tablero estaban bañados en sangre. Cuando la policía identificó a la víctima como Christian Poveda, de 52 años, confirmaron lo que los testigos ya sospechaban: éste no era un asesinato al azar, sino una ejecución mafiosa. Poveda, un documentalista francés, fue asesinado en la madrugada del miércoles mientras manejaba por Tonacatepeque, un área semirrural de 16 kilómetros cuadrados, en las afueras de San Salvador. Fue un ataque violento, sin sentido, que puso fin a una carrera dedicada a exponer la violencia indiscriminada que arrasa con El Salvador desde hace años.

El asesinato también fue predecible. Poveda se había convertido en un objetivo del crimen organizado, gracias a su película La vida loca. El film relata la vida diaria de unos 30 mil ex miembros de las bandas juveniles, más conocidas como maras, responsables de haber convertido a la pequeña nación centroamericana de 5,5 millones de habitantes en el lugar más peligroso del continente.

Tal fue el impacto del documental de 90 minutos que su asesinato desató una inmediata ola de repudio político. La película mostraba, sin sutilezas ni artilugios artísticos, las vidas peligrosas y los depresivos orígenes sociales de los mareros tatuados, que combaten en el país por el control del negocio de las drogas, la prostitución y los secuestros extorsivos.

El nuevo presidente de El Salvador, Mauricio Funes, dijo estar shockeado y devastado por el asesinato del director francés y prometió luchar contra la violencia de las bandas criminales. El ministro de Seguridad Pública, Manuel Melgar, también se sumó a las promesas de perseguir a los responsables. “Fue un acto criminal repugnante y reprochable”, aseguró el funcionario.

No necesitarán buscar demasiado lejos. Poveda murió en la ruta que sale de La Campanera, un suburbio reconocido popularmente como un bastión de la Mara 18, una banda que mantiene una guerra contra la Mara Salvatruca, otra de las más poderosas del país. Sus enfrentamientos se cobraron 3700 de los 5000 muertos registrados el año pasado.

Poveda había pasado 16 meses en ese suburbio filmando La vida loca y el documental ya había sido transmitido por la televisión salvadoreña y se estaba por estrenar en los cines franceses este mes. Las imágenes estremecieron hasta a los propios salvadoreños. Jóvenes mareros asesinados en las calles, sus familiares llorando al lado de los ataúdes, golpizas públicas y adolescentes con sus caras totalmente tapadas con los tatuajes, que representan a cada banda.

Durante los meses de filmación, Poveda fue testigo de siete asesinatos. Tres de las víctimas fueron protagonistas en la película y sus historias eran emotivas de una forma bizarra. En una parte del documental, la cámara sigue a Wizard, una joven madre que perdió su ojo en una pelea y responde preguntas mientras espera un tratamiento para colocarse un ojo de vidrio. Lo consigue, pero más tarde le disparan y muere.

Otra historia que describe la violencia y la angustia que envuelve la vida de los mareros es la de Pequeña, una joven de 19 años que se une a una de las bandas para escapar del desempleo y la pobreza. Solía tener una cara angelical, pero en la pantalla tiene un gran 18 tatuado desde sus cejas hasta sus mejillas.

“Desde el principio supe que no podía filmar sólo a un personaje”, relató Poveda, en una reciente entrevista. “Primero porque se aburren rápidamente y no quieren que los siga la cámara. Segundo porque son detenidos todo el tiempo y encerrados en las cárceles. Y tercero porque, peor aún, son asesinados”, explicó.

El director retrató la vida de las maras, pero aún más importante describió la desesperante situación de la juventud en uno de los países más pobres del continente y la herencia de violencia e impunidad que dejaron décadas de guerra interna.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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