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El mundo|Domingo, 25 de octubre de 2009
EL EJERCITO DE PAKISTAN PROCLAMO LA PRIMERA VICTORIA DE SU OFENSIVA

Cayó una ciudad talibán

Las autoridades paquistaníes anunciaron la toma de Kaitkán, en el noroeste del país, considerada una plaza talibán. El ejército dijo que los pocos combatientes que quedan se están afeitando para mimetizarse con la población.

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La policía paquistaní intensificó los operativos de control contra los talibán en Waziristán.

Mientras 30 mil soldados conquistaban uno de los pueblos estratégicos de los talibán en el noroeste, a unos kilómetros de allí un avión norteamericano no tripulado bombardeó la casa de un jefe de la insurgencia. No se sabe si él estaba allí, pero las autoridades paquistaníes sí confirmaron 25 muertes. El noroeste, controlado tradicionalmente por los clanes tribales, algunos cercanos al movimiento talibán, ya no es el único foco de violencia del país. La lucha de los insurgentes llegó hace tiempo al resto del territorio. Ayer un atacante suicida se inmoló en una ruta en el sur, en la ciudad de Lillah. Una patrulla policial lo detuvo por considerarlo sospechoso y el miliciano detonó los explosivos que tenía encima. Un oficial murió.

Después de una semana del inicio de la segunda ofensiva militar masiva del año, los militares paquistaníes anunciaron orgullosos su primera victoria. “Las fuerzas de seguridad tomaron el control de Kotkai en la noche y la limpieza del pueblo continúa”, aseguró el vocero del ejército, el general Athar Abbas. Además de ocupar un lugar estratégico dentro del Waziristán del Sur, la región que el gobierno paquistaní intenta arrebatar a los talibán, el pueblo tiene un valor simbólico. Es el lugar donde nacieron el líder del movimiento talibán local, Hakimullah Mehsud, y su principal lugarteniente, Qari Husain.

Según relató Abbas a los medios, Kotkai se había convertido hace un tiempo en un pueblo de bunkers. “Los insurgentes están abandonando sus armas y afeitándose la barba para tratar de confundirse entre los civiles y evitar la captura”, advirtió el general. Esa fue la única vez que la cúpula militar mencionó a los civiles. Cada vez que difunden un parte sobre los “avances” de la ofensiva en Waziristán del Sur, hablan de las bajas militares, 25, y de la insurgencia, al menos 167 milicianos. De los civiles, principal preocupación de las organizaciones internacionales de derechos humanos, aún no se sabe nada.

La última vez que el ejército paquistaní lanzó una ofensiva militar contra los talibán de esa envergadura, en el valle del Swat, más de medio millón de civiles tuvo que huir de sus hogares y muchos aún siguen viviendo como refugiados en campos instalados por el gobierno paquistaní u organizaciones internacionales, como Naciones Unidas u Oxfam.

Otra fuente de desplazados son los constantes ataques aéreos norteamericanos. Desde el gobierno anterior de George W. Bush, la Casa Blanca ordena bombardear el noroeste paquistaní, fronterizo con Afganistán. Según sostiene el Pentágono, atacan a los talibán que se escapan de las tropas de la OTAN que combaten en el país vecino y se refugian en el territorio paquistaní, al resguardo de los jefes tribales de la región. Lo hacen sin el permiso del gobierno paquistaní y a pesar del creciente repudio de la población civil, que en todos los bombardeos se convierte en “daño colateral”.

Ayer un avión no tripulado de Estados Unidos cruzó la frontera desde Afganistán y bombardeó una casa en la región tribal de Bajaur. El objetivo era un subcomandante talibán, pero 25 civiles murieron en el ataque. El bombardeo además dejó al descubierto el fracaso de la estrategia de los militares paquistaníes, quienes el año pasado habían lanzado una ofensiva masiva en Bajaur y, después de cientos de muertos, habían anunciado la derrota total de los talibán en esa región. Las victorias militares en Pakistán duran poco.

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