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El mundo|Viernes, 30 de octubre de 2009
EL DICTADOR MICHELETTI ACEPTA QUE EL CONGRESO DECIDA SI RESTITUYE A ZELAYA

Resucitó el diálogo en Honduras

Los dos equipos de negociadores volvieron a reunirse tras la gestión que hizo la delegación de alto nivel de Estados Unidos. No sólo se juega el futuro del país centroamericano, también la credibilidad como pacificador de la potencia.

Por María Laura Carpineta
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El derrocado Manuel Zelaya se reunió con Thomas Shannon, subsecretario de Estado para América latina.

La esperanza en Honduras tiene más vidas que un gato. El diálogo revivió de las cenizas y anoche hasta los más escépticos se animaban a hablar de un principio de acuerdo. El artífice de este aparente milagro fue Thomas Shannon, el subsecretario de Estado para América latina, y sus dos compañeros de viaje, su número dos Craig Kelly y el asesor de la Casa Blanca para la región, Dan Restrepo. No sólo consiguieron sentar a los zelayistas y los golpistas de vuelta a la mesa de diálogo, sino que además acercaron las posiciones. “En las próximas horas las dos partes firmarán el acuerdo, con Shannon y el representante de la OEA como testigos”, pronosticó el asesor zelayista Rasel Tomé. El dictador Roberto Micheletti ahora acepta que el Congreso decida sobre la restitución de Manuel Zelaya. Al cierre de esta edición, los dos equipos de negociadores seguían reunidos a puertas cerradas con el número dos de la Secretaria General de la OEA, Víctor Rico.

No es la primera vez que los hondureños quedan a un paso de sellar un acuerdo que garantice la restitución del gobierno democrático de Manuel Zelaya y el fin de la dictadura que ya lleva cuatro meses en el poder. Pero ayer las corridas frenéticas de los zelayistas, de los golpistas y de los propios funcionarios norteamericanos que viajaron el miércoles a Tegucigalpa hacían creer que la solución estaba cerca. Shannon incluso retrasó su vuelta a Washington. “La postergó para mañana (por hoy) porque quiere irse con el acuerdo firmado”, contó a este diario el asesor zelayista Carlos Eduardo Reina.

El, como los otros cincuenta y tantos zelayistas que acompañan al presidente derrocado en la embajada brasileña, caminaban por las paredes anoche. Esperaban la confirmación de la dictadura de que firmaría el acuerdo. “Ojalá Shannon tenga la capacidad de persuadir a esta gente”, repetía una y otra vez el abogado.

Los hondureños habían amanecido ayer con una buena noticia. Shannon, el funcionario norteamericano respetado por zelayistas y golpistas, había conseguido sentar a los negociadores de vuelta a la mesa de diálogo. Cambiaron de hotel –el elegido esta vez fue el Marriott– y de mediador, pero la discusión era la misma: restituir o no al presidente Zelaya. El gobierno derrocado había ratificado la noche anterior que no se sentaría a dialogar otra vez, excepto si era para firmar un acuerdo final. Por eso la noticia de que los seis negociadores volvían a verse las caras a primera hora de la mañana activó todo tipo de expectativas.

Los primeros en hablar fueron los golpistas y no se hizo más que alimentar el clima de optimismo. “Ya no hay problema porque hemos decidido que si procede o no la restitución lo debe decidir una institución competente del país. Nosotros decíamos la Corte, ellos el Congreso; ahora les aceptamos: bien, vamos al Congreso”, aseguró Arturo Corrales, uno de los tres negociadores del gobierno de facto.

Hace tres meses el presidente costarricense, Oscar Arias, había redactado el llamado Plan Arias después de dos semanas de negociación. El acuerdo establecía la restitución inmediata de Zelaya y garantizaba el reconocimiento internacional de las elecciones generales del próximo mes. El procedimiento que proponía era que el Congreso hondureño fuera la institución que restaurara formalmente al mandatario derrocado. “El Congreso sólo debe derogar el decreto por el cual nombró a Micheletti como presidente interino”, explicó Carlos Eduardo Reina, uno de los asesores que esperaba junto a Zelaya la resolución de las negociaciones en el Marriott.

La resolución del Congreso retrotraería instántaneamente a los tres poderes a su situación previa al 28 de junio, día en que los militares expulsaron a Zelaya del país y sus colegas en el Legislativo lo derrocaron con una votación ilegal. El proceso no debería demorarse mucho. “El 28 de junio sólo les tomó una hora y media para aceptar una renuncia falsa del presidente Zelaya y ahí nomás nombrar a Micheletti como su reemplazo. Es sólo una cuestión de voluntad política. Si quieren, Zelaya vuelve al Palacio de Gobierno antes del fin de semana”, se permitió soñar por un instante Reina.

Los hondureños tenían por delante ayer otra noche de incertidumbre y esta vez toda la esperanza recaía sobre los hombros de los tres enviados del gobierno de Barack Obama.”Para un país como el nuestro, pequeño y cercano a Estados Unidos, la importancia e influencia que ejerce el país grande del Norte es innegable”, reconoció Reina, antes de tomar otra llamada de un colaborador que hacía guardia en el Marriott.

Anoche en Tegucigalpa no sólo se jugaba el futuro político de Honduras; Estados Unidos también había puesto sobre la mesa su credibilidad como árbitro y pacificador en la región. El mismo Shannon lo había dicho en las primeras horas de la tarde. “La solución está en la mesa. Sólo hace falta voluntad política”, sentenció el futuro embajador en Brasil.

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