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El mundo|Viernes, 6 de noviembre de 2009
ZELAYA DEBE DECIDIR SI ACEPTA UN GOBIERNO DE UNIDAD

Honduras, sin definición

A sólo unas horas de que expirara el plazo acordado, los zelayistas y los golpistas medían fuerzas para imponer su interpretación. Ninguno es tan fuerte como para ganar solo.

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La restitución del mandatario Zelaya parece más improbable; el Congreso no empezó a debatirla.

Al cierre de esta edición Manuel Zelaya se decidía entre aceptar un gobierno de unidad nacional dirigido por un tercero o enfrentarse a Estados Unidos y la OEA, y dar por muerto el acuerdo. Esas parecían ser las únicas alternativas, cuando faltaban sólo unas horas para el plazo de la medianoche. Según el texto firmado el viernes por los zelayistas y los representantes del dictador Roberto Micheletti, el nuevo gobierno de unidad debe ser nombrado a más tardar el 5 de noviembre. El problema es que el Congreso hondureño ni siquiera empezó a debatir la restitución de Zelaya, una condición que reclama el mandatario derrocado para reconocer al nuevo gabinete. Anoche no estaba claro si el gobierno de Barack Obama y la cúpula de la OEA apoyarían la negativa del mandatario derrocado o si acompañarían la creación de un gabinete sin los zelayistas.

Ayer las cosas no avanzaron mucho en Honduras. El presidente de facto del Congreso continuó prometiendo un debate, pero aún no hay una fecha en el horizonte. La dictadura, en tanto, tampoco aflojó en su confrontación con el presidente Zelaya y apuró públicamente al mandatario derrocado para que entregue su lista con los nombres de posibles ministros. Desde el refugio presidencial en la embajada brasileña, sus asesores tomaron el micrófono por él y reiteraron que no darán ni un paso atrás en su posición. “¿Quién es el que juramenta a los ministros?, el presidente... y si no hay presidente ¿quién los va a juramentar?”, se quejó Rasel Tomé. Según informó, no entregarán la lista de posibles ministros hasta que el Congreso no concrete la restitución de Zelaya.

En las últimas horas el presidente Zelaya no recibió más que señales negativas. La primera, y quizás la más preocupante, llegó de boca del hombre que lo había abrazado y felicitado hacía menos de una semana, el subsecretario de Estado para América latina, Thomas Sha-nnon. “Los dos líderes hicieron un compromiso de aceptar el acuerdo y el acuerdo indica que es el Congreso el que toma la decisión, o sea los dos líderes tomaron un riesgo”, sentenció el miércoles a última hora el negociador norteamericano en una entrevista con la cadena CNN. Fue evasivo a la hora de hablar sobre qué pasaría si Zelaya no es restituido y sólo se limitó a ratificar que aún acompañan, respetan y confían en el proceso abierto con el acuerdo, que él mismo logró consensuar el viernes pasado.

La segunda señal que preocupó ayer a los zelayistas vino de otro mediador extranjero. En su función de miembro de la Comisión Verificadora y fiscalizador del acuerdo, el ex presidente chileno Ricardo Lagos respaldó una interpretación del texto firmado, que convence más a los golpistas, que a los seguidores del presidente derrocado. “La conformación de un gobierno de unidad nacional es un primer paso (...) Queremos confiar en que una vez que se instale este gobierno de unidad nacional, Micheletti va a renunciar al poder”, explicó el representante elegido por el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza.

A sólo unas horas del plazo acordado, los zelayistas y los golpistas medían fuerzas para imponer su interpretación. Ninguno es lo suficientemente fuerte para ganar solo, sin ayuda; los dos necesitan tener de su lado la presión de la comunidad internacional. Brasil y Argentina ayer reiteraron su apoyo a la restitución de Zelaya. El canciller Jorge Taiana incluso adelantó que llevará el tema ante el Grupo Río. Sin embargo, esos gestos no serán suficientes, si no vienen acompañados por la presión contudente de Estados Unidos y la OEA.

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