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El mundo|Miércoles, 11 de noviembre de 2009
Se alzaron voces internacionales de protesta y de cautela

Choque coreano en alta mar

A días de una visita de Barack Obama a Seúl, Corea del Norte y Corea del Sur protagonizaron ayer un enfrentamiento naval por primera vez en siete años. Pyongyang pidió que Seúl se disculpe. Y ésta habló de “intromisión”.

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Según Corea del Sur, una patrulla del Norte se adentró en sus aguas.

A días de una visita de Barack Obama a Seúl, Corea del Norte y Corea del Sur protagonizaron ayer un enfrentamiento naval por primera vez en siete años. El escenario fue la disputada zona fronteriza en el Mar Amarillo. Según las autoridades del Sur, la culpa fue del Norte. Según Pyongyang, la culpa fue de Seúl. El presidente surcoreano, Lee Myung-bak, ya convocó a una reunión de emergencia para discutir medidas de seguridad y ordenó a su ministro de Defensa poner en alerta a todas las fuerzas militares.

Las autoridades del Estado Mayor Conjunto de Seúl informaron que una patrulla del Norte se adentró en aguas territoriales del Sur ignorando varios disparos de advertencia y abrió fuego contra la nave del país vecino. Como respuesta, la embarcación del Sur disparó y dañó gravemente a la embarcación del régimen comunista, que se habría batido en retirada y, según fuentes militares citadas por la prensa local, envuelta en llamas. “El Norte disparó contra nuestro buque. Replicamos, obligando al navío norcoreano a retroceder”, precisó un comunicado del estado mayor. “No hubo víctimas de nuestro lado. No sabemos si las hubo del lado contrario. Nos mantenemos vigilantes ante nuevas provocaciones del Norte”, aclaró, escueto, el parte militar. La cadena de televisión surcoreana YTN, a su vez, afirmó, citando a fuentes militares, que el navío norcoreano había cruzado la frontera cuando perseguía a un pesquero chino que operaba en la zona. “El gobierno de Pyongyang perpetró un ataque directo contra una de nuestras patrulleras”, aseguró el primer ministro surcoreano Chung Un-Chan. “El Norte sabía perfectamente que cometía una intrusión”, remató el premier.

Sin embargo, las autoridades norcoreanas sostienen otra versión, y calificaron el incidente de “grave provocación armada”, por lo que exigieron la presentación de disculpas inmediatas. “Las autoridades militares surcoreanas deben presentar excusas al Norte por esta provocación armada y tomar las medidas que se imponen para que una provocación similar no vuelva a repetirse”, reclamó el estado mayor norcoreano en un comunicado difundido a través de la agencia oficial KCNA.

La reacción internacional no se hizo esperar y ayer, tanto desde Washington como desde Nueva York, se alzaron voces de protesta, de cautela y de compromiso. Desde Washington, el gobierno de Estados Unidos operó una doble jugada: por un lado, lanzó una advertencia hacia el régimen norcoreano. “Les diría a los norcoreanos que esperamos que no haya más acciones en el Mar Amarillo que puedan ser vistas como una escalada”, señaló Robert Gibbs, vocero de la Casa Blanca. Pero, por el otro, el gobierno estadounidense anunció, después de meses de dudas, el envío a Pyongyang del diplomático Sthepen Bosworth con la misión de reabrir las negociaciones por el programa nuclear. Según informó ayer el diario The Washington Post, habría sido el propio régimen comunista el que habría solicitado al hombre de Obama.

Desde Nueva York, la palabra la tuvo Ban Ki-Moon, secretario general de las Naciones Unidas. El diplomático internacional, fiel a su estilo, pidió cautela. “Este incidente evidencia la necesidad de resolver todos los problemas todavía existentes, por el diálogo y de manera pacífica”, afirmó.

El incidente se produjo a las 11.28 locales cerca de la isla de Daechong, 220 kilómetros al oeste de la costa de Corea del Sur. El mes pasado, Corea del Norte había acusado a Seúl de violar esta misma frontera marítima todavía en litigio y había enviado navíos de guerra.

Esta línea divisoria trazada sobre las aguas entre los dos países –que, teóricamente, aún se encuentran en guerra desde el conflicto de 1950-1953, ya que las hostilidades sólo quedaron suspendidas por un armisticio y nunca se firmó un tratado de paz–, jamás fue reconocida por el Norte, por lo que ambos Estados aún deben demarcar su frontera marítima común. El gobierno de Pyongyang alega que su par del Sur, al finalizar el conflicto armado, estableció el límite de manera unilateral. A lo largo de los años, la zona se convirtió en un escenario de escaramuzas frecuentes y, entre 1999 y hasta el 2002, los choques navales en el área provocaron decenas de muertos. En el último de los enfrentamientos entre las dos Coreas, en junio del 2002, seis marinos del Sur murieron abatidos por disparos del Norte.

Las relaciones intercoreanas se deterioraron considerablemente desde febrero de 2008 con la llegada al poder en Seúl del presidente Lee Myung-Bak, un conservador partidario de una posición mucho más intransigente respecto de su vecino norcoreano que la que venía practicando el gobierno anterior.

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