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El mundo|Domingo, 18 de abril de 2010
EL COSTO QUE PAGA POR APOYAR A IRAN Y ALINEARSE CON LAS POTENCIAS EMERGENTES

La apuesta de Lula por el eje Sur-Sur

La estadía en Brasilia de Hu Jintao, Dmitri Medvedev y Manmohan Singh, líderes de tres potencias nucleares, indica la voluntad política de afianzar un ámbito, como es el grupo BRIC, con potencialidad para plantarse ante Washington.

Por Darío Pignotti
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Medvedev, Lula, Hu Jintao y Singh se saludan durante la cumbre del BRIC en Brasilia, el jueves pasado.

Desde Brasilia

La travesía internacional de Luiz Inácio Lula da Silva lleva hacia el aislamiento de la “comunidad internacional”, advierten con tono catastrófico segmentos de las elites económica, militar y mediática brasileñas. Esos grupos censuran al gobierno por haberse aproximado a Irán y tachan de “ideológica” su adhesión al BRIC, la coalición de potencias emergentes de la que también hacen parte China, Rusia e India, cuya segunda cumbre fue celebrada el jueves en Brasilia. Desde diversas tribunas del espectro conservador se alega que esta política externa, vertebrada en el eje Sur-Sur, carece de pragmatismo y no alcanza resultados concretos.

Si bien es un discurso pretendidamente realista, algunos de sus postulados no pasan de proclamas ideológicas, como el que considera que la “comunidad internacional” se reduce a las potencias occidentales, las que en rigor son una pequeña porción del planeta en términos poblacionales y geográficos, aunque sea relevante si se considera su porte económico y poderío bélico.

Aciertan, en cambio, los detractores de Lula cuando afirman que éste no logró el resultado buscado en el encuentro con sus colegas de China, Rusia e India. En sus discursos Hu Jintao, Dimitri Medvedev y Manmohan Singh esquivaron la crisis iraní, lo cual privó a Brasilia de un triunfo diplomático robusto a pocas semanas del viaje de Lula a Teherán, donde defenderá una salida negociada para la crisis y cuestionará el parecer de Barack Obama, para quien no hay dudas de que los ayatolas van por la bomba.

Aun así, sería tosco concluir que esos silencios, especialmente el chino, equivalen a un desacuerdo inequívoco con el alegato brasileño. Hu Jintao, dueño de una baraja preciosa, como es el poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU que le permitiría abortar las sanciones exigidas por la Casa Blanca, fue tan sigiloso en Brasilia como dos días antes lo había sido en Washington, donde conversó con Obama.

El canciller brasileño Celso Amorim aseguró que pese al mutismo de Hu Jintao en sus contactos con la prensa, durante la cita con Lula mostró “afinidades” con la línea dialoguista y los riesgos de permitir que contencioso norteamericano-iraní se agudice.

Es cierto también que la estancia en Brasilia de Hu Jintao, Medvedev y Singh, líderes de tres potencias nucleares, indica la voluntad política de afianzar un ámbito, como es el BRIC, con potencialidad para plantarse ante Washington, sea sobre Irán, las reformas en el FMI o el Consejo de Seguridad de la ONU.

El cónclave del jueves enseñó que Brasil logró un estatus global plausible pero avanza por un desfiladero angosto, plagado de riesgos. La cercanía de Brasilia y Teherán es coherente con el perfil neo-tercermundista de Lula y su afán de expandir el radio de influencia de su país, pero no debe confundirse con afinidades ideológicas con Mahmud Ahmadinejad y, menos aún, con los principios de la República Islámica.

Lula tampoco se fía ciegamente de las promesas iraníes de que el uranio enriquecido jamás será utilizado con fines bélicos, como se aseguró ayer en la cumbre celebrada en Teherán, convocada bajo el lema “armas nucleares para nadie, energía nuclear para todos”. Así lo reconoció el canciller Celso Amorim cuando dijo que “nunca podremos” saber a ciencia cierta el destino dado al mineral enriquecido.

Si algún día Irán fabrica la bomba, la credibilidad de Lula se desplomará, y ése es un riesgo al que Brasil se expone deliberadamente. Pero al contrario de lo que sostienen sus detractores el líder brasileño no razona como un utópico radical que camina hacia el abismo. Para desmontar la lógica de su política externa hay que observar las tesis formuladas en el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA), uno de los principales tanques de ideas del gobierno.

En un encuentro con intelectuales chinos, rusos e indios, el miércoles, Marcio Pochman, titular del IPEA, afirmó que la crisis del 2009 se asemeja a la que acabó con la hegemonía británica en la década de 1870, preanuncia el deterioro de la supremacía norteamericana y pavimenta el camino para que las potencias hasta hoy periféricas, se agrupen y disputen palmo a palmo el centro de la arena mundial.

A Pochman lo secundó el vicecanciller Antonio Patriota, para quien los BRIC estarán entre las mayores potencias del mundo en 2035, y no en 2050, como presagió el Jim O’Neill, del Banco Goldman Sachs, cuando creó ese grupo de naciones, como una tipología sólo econométrica, en 2001.

En suma, no atribuyamos a Lula ser un estadista preclaro que a la manera de un gran timonel guía los pasos de las potencias emergentes hacia un nuevo orden mundial.

Antes bien es un político pragmático, defensor del multipolarismo, cuya formación de izquierda está trufada con el legado nacionalista de los ex mandatarios Getulio Vargas y João Goulart, el mismo que poco antes de asumir el gobierno visitó China, en 1961. Uno de los primeros actos de la dictadura que derrocó a Goulart en 1964 fue romper relaciones con Pekín.

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