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El mundo|Sábado, 24 de abril de 2010
Un país acostumbrado a una inestabilidad institucional crónica

Bélgica quedó otra vez sin primer ministro

Por Nicolás Nagle

Desde Bruselas

Esta vez Yves Leterme logró mantenerse exactamente 147 días como primer ministro belga antes de verse forzado a renunciar. Acostumbrados a una inestabilidad institucional crónica, los ciudadanos de a pie se tomaron la noticia con relativa calma. Leterme ya había renunciado anteriormente al puesto de primer mandatario cuando en julio de 2008 cayó en desgracia por haber vendido la banca belga Fortis a la francesa BNP Paribas sin el consentimiento de sus accionistas.

Esta vez, Leterme renunció luego de que el Partido Liberal Flamenco (VLD), se retirara de la alianza gubernamental. El VLD argumentó que decidió quitar su respaldo debido a que el gobierno era incapaz de resolver las disputas entre la comunidad francófona y flamenca en la región alrededor de Bruselas. A pesar de que las disputas entre la comunidad francófona y flamenca han estado presentes a lo largo de toda la historia del país, en recientes años se han recrudecido.

La región de Bruselas se encuentra en el centro del conflicto, ya que es una ciudad mayoritariamente francófona pero rodeada por población flamenca, lo cual provoca continuas rencillas por el estatuto de distintas comunas.

Bélgica está formada por una mayoría flamenca, –aproximadamente un 60 por ciento de la población–, y por una minoría de habla francesa. Históricamente el francés ha sido la lengua oficial de las instituciones gubernamentales y la política del país era dominada por el sur francófono, lo cual provocó el surgimiento del nacionalismo flamenco. En la actualidad, los flamencos se han afirmado firmemente en el poder –desde 1979, no ha habido ningún primer ministro perteneciente a un partido francófono–.

El ascenso del nacionalismo flamenco ha ido de la mano de un aumento de la popularidad de los partidos de derecha y extrema derecha.

Leterme, el primer ministro saliente, es del Partido Demócrata Cristiano flamenco y ha sido una figura polémica en el pasado debido a su fuerte defensa de la autonomía flamenca y por realizar comentarios agraviantes contra la comunidad francófona. En una entrevista declaró que la comunidad de habla francesa no había podido adaptarse a un país bilingüe y que eran “intelectualmente incapaces de aprender el flamenco”.

En reiteradas ocasiones demostró no tener demasiado respeto por la historia de Bélgica al confundir el día nacional en una entrevista y declarar que lo único que los flamencos y francófonos tenían en común eran “el rey, la selección de fútbol y algunas cervezas”.

Sin embargo, el hecho más recordado fue cuando Leterme en cadena nacional –luego de que un periodista le pidió que cantara el himno–, se puso entonar las estrofas de la Marsellesa, el himno nacional francés.

Con la renuncia de Leterme, el país se sumerge nuevamente en el caos institucional que ha caracterizado a la historia reciente de Bélgica. Aparte de las diferencias de lengua entre la región de Flandes y Valonia, hay también divergencias ideológicas. En la región francófona de Valonia gobiernan los socialistas mientras que en Flandes dirige la derecha.

Con la renuncia, los partidos flamencos aprovechan para reclamar mayor autonomía para Flandes. Su objetivo es que las regiones alcancen una total independencia en políticas socioeconómicas. Actualmente, Flandes es la región más rica de Bélgica, mientras que Valonia, el antiguo motor industrial del país, sufre severas tasas de desempleo y bajas tasas de crecimiento económico. Los partidos de la derecha flamenca han luchado por años en contra de que el gobierno federal distribuya la riqueza.

Al mismo tiempo diversas agrupaciones políticas utilizan el evento para obtener publicidad. Los miembros del partido independentista y de extrema derecha Vlaams Belang –el Interés Flamenco–, entonaron en el Parlamento el canto de batalla “De Vlaamse Leeuw” (El León Flamenco), lo cual provocó críticas del lado francófono.

Entre las diversas opciones a seguir se encuentra una solución de compromiso para restablecer la alianza del gobierno, la elección de un nuevo primer ministro o incluso realizar elecciones nacionales. Una vez más, Bélgica enfrenta un futuro incierto.

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