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El mundo|Sábado, 24 de julio de 2010
Nuevas revelaciones del caso L’Oréal salpican al gobierno francés

Acusan a Sarko de presionar

El abogado de la hija de la heredera de L’Oréal, Olivier Meztner, denunció el jueves “la intromisión” del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el caso judicial. Nuevas pruebas complican al ministro de Trabajo, Eric Woerth.

Por Eduardo Febbro
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En medio del escándalo, Sarkozy visitó ayer el astillero Saint Nazire.

Desde París

La historia sin fin y sin fondo en que se convirtió el conflicto en el seno de la familia Bettencourt, los herederos del imperio de cosméticos L’Oréal, sigue despidiendo su perfume fatal. Las emanaciones de esta saga que ha dejado al desnudo las prácticas de la gran burguesía con la clase política alcanzaron el corazón del Ejecutivo francés, plantearon un conflicto sobre la libertad de expresión, desacreditaron a uno de los ministros clave del gabinete de Nicolas Sarkozy y corrieron el telón sobre el financiamiento oculto de las campañas electorales y terminaron creando un conflicto duro en la cúpula del tercer poder, la Justicia. La guerra judicial entre Liliane Bettencourt y su única hija, Françoise Meyers Bettencourt, desembocó en denuncias sobre manipulación de la Justicia por parte del presidente francés, al tiempo que abrió un frente interno entre el fiscal de la localidad de Nanterre, Phili-ppe Courroye, acusado de obedecer a la presidencia, y una jueza de la misma circunscripción que pugna por ampliar las investigaciones sobre el caso Bettencourt.

El abogado de la hija de la heredera de L’Oréal, Olivier Meztner, denunció el jueves “la intromisión” del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el caso judicial que enfrenta a madre e hija. Esta última busca obtener que la Justicia nombre a un juez para que ponga a su madre bajo tutela con el argumento de que la debilidad de la señora de 87 años es la que explica que le haya regalado a un fotógrafo amigo, Jean-Marie Banier, la astronómica suma de mil millones de euros. Pero el fiscal Philippe Courroye rechazó esa demanda como así también que se abra una investigación preliminar sobre varios aspectos del escándalo.

Esta actitud le valió críticas de jueces prestigiosos y del mismo sindicato de la magistratura. “Se está viendo a un presidente que querría ocupar el lugar de los jueces”, dijo Meztner, el abogado de la hija de Liliane Bettencourt.

Nadie entiende de hecho por qué razón el fiscal, cuya cercanía con Nicolas Sarkozy es conocida, no termina de nombrar a un juez de instrucción independiente. Meztner sostiene que el fiscal no abre las cajas de las investigaciones porque “sigue manteniéndolas en sus manos sin confiarlas a un juez independiente”. Entrevistado por el diario de derecha Le Figaro, el fiscal mantuvo el misterio. “No soy un hombre que cede a las presiones”, se limitó a decir.

El abogado de una de las partes no ha sido el único que salió a denunciar las dudosas decisiones de este fiscal. La magistrada del tribunal de Nanterre, Isabelle Prevost Desprez, viene intentando tomar cartas en el asunto, pero el fiscal se lo impide.

Por ejemplo, uno de los elementos clave del escándalo son las grabaciones clandestinas realizadas por un mayordomo de Liliane Bettencourt en las cuales la relación entre el actual ministro de Trabajo, Eric Woerth –responsable de la cartera de Presupuesto en el momento de los hechos–, y el gestor de la fortuna de Liliane Bettencourt, Patrice de Maistre, es por demás explícita.

En esas grabaciones se habla de evasión fiscal, de intromisión de la presidencia en procesos judiciales en curso, de la compra de una isla en las Seychelles, del fiscal Phillipe Courroye y de la esposa de Eric Woerth, que trabaja en la empresa que gestionaba la fortuna de la señora Bettencourt. Pero el fiscal Courroye se niega a transmitir esas grabaciones a la jueza Isabelle Prevost Desprez.

Las grabaciones activaron una bomba de sospechas y acusaciones contra el actual ministro de Trabajo. El caso de Eric Woerth se hizo más denso cuando la contadora de Liliane Bettencourt, Claire Thibout, y Patrice de Maistre involucraron a Eric Woerth, que también era tesorero del partido de Sarkozy, la UMP, en la colecta de fondos “por debajo de la mesa” para financiar la campaña electoral de Nicolas Sarkozy.

El gobierno autorizó esta semana a que su ministro de Trabajo preste declaraciones ante la policía. Pero ayer su historia se tornó un poco más incómoda. Las agendas de la contadora y del gestor de la fortuna de Liliane Bettencourt encontradas por la policía dan cuenta de varios encuentros entre Eric Woerth y Patrice de Maistre. Detalle no poco comprometedor, ya que según el semanario Le Point el nombre de Patrice de Maistre figura en una lista de 3000 contribuyentes que evadieron el fisco.

En enero de 2008, cuando Eric Woerth era ministro de Presupuesto, condecoró a Patrice de Maistre con la Legión de Honor, el mismo De Maistre que empleaba a la mujer del ministro, que a su vez se ocupaba de la fortuna de Liliane Bettencourt.

El portal de información Mediapart fue el que hizo públicas las grabaciones clandestinas del mayordomo. Atacado ferozmente por ministros y diputados, Mediapart lanzó a mediados de julio un llamado por una “Justicia independiente e imparcial en los casos Bettencourt”.

Hasta ahora, entre magistrados, intelectuales y figuras de la oposición, 30 mil personas respondieron a ese llamado. La presidencia no ha variado, sin embargo, su estrategia de defensa del cuestionado ministro Woerth. Es un hombre central: en él recae el peso de la reforma del sistema de jubilaciones francés, la acción más polémica de Sarkozy.

El caso Bettencourt instaló una escena con cuatro actores: los implicados en el escándalo, la Justicia, los medios y el gobierno. La sociedad observa espesarse el relato cada día y la forma inusual en la que sus protagonistas, en especial los políticos, dejan la piel de su credibilidad sin que, en apariencia, se den cuenta de ello.

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