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El mundo|Viernes, 20 de agosto de 2010
EL GOBIERNO DE CAMERON AJUSTA, PERO NO SE NOTA EN LAS ENCUESTAS

Cien días con buena salud

Los últimos sondeos muestran altos niveles de aprobación para el primer ministro, pero el gran enigma es si esta apuesta a la austeridad a ultranza tendrá éxito o será un nuevo Titanic que terminará con la coalición hundida.

Por Marcelo Justo
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Cameron encaró políticas de ajuste sin perder popularidad con un programa ambicioso.

Desde Londres

La coalición conservadoraliberal demócrata cumplió cien días de gobierno y, por el momento, goza de buena salud. A pesar de que con la probable excepción de Grecia, ningún otro país europeo ha mostrado el celo fiscal británico, las últimas encuestas muestran un alto nivel de aprobación del primer ministro, David Cameron. El sondeo de Sky les da un 43 por ciento de la intención de voto a los conservadores, pero es lapidaria con sus socios liberal-demócratas, a los que deja en un 8 por ciento de aprobación. El gran enigma es si esta apuesta a la austeridad a ultranza tendrá éxito o será un nuevo Titanic que terminará con la coalición hundida en una segunda recesión.

A la coalición le ha sobrado ambición retórica. A dúo, Cameron y Clegg han prometido renovar el concepto “confrontativo” de la política con una incorporación de las mejores ideas y cerebros. El mantra del ministro de Finanzas, George Osborne, es una reforma integral del Estado, a fin de crear una sociedad “justa” y “progresiva”, adjetivos que en sus labios suenan tan sorprendentes como en los de Biolcati. En el fondo, el destino de toda esta retórica lo decidirán los números. El objetivo de la coalición es bajar el déficit fiscal de un 11 a un 2,1 por ciento al fin de su período de gobierno, en 2014-2015. La poda empezó a pocos días de asumir, cuando el ministro de Finanzas, George Osborne, anunció recortes de unos siete mil millones de euros (0,4 por ciento del Producto Interno Bruto-PIB), pero el plato fuerte fue el presupuesto de emergencia presentado en junio ante el Parlamento. El titular de Economía anunció que todos los ministerios tendrían que recortar sus gastos en un 25 por ciento, con la excepción de Salud y Ayuda Internacional. A este tijeretazo añadió un salto en el impuesto al valor agregado (IVA) del 17 al 20 por ciento, que regirá a partir de enero de 2011, y un incremento del tributo a las ganancias, del 18 al 28 por ciento.

Como era de esperar, los mercados financieros celebraron el anuncio, pero nadie ha podido responder aún a la pregunta del millón: ¿de dónde saldrá el crecimiento económico? En su presupuesto, el gobierno redujo impuestos a la industria en un intento de activar una salida exportadora que va a depender del incierto panorama del comercio mundial y en especial de la económicamente anémica Unión Europea, destino del grueso de las exportaciones británicas. Un crítico de la actual política, el keynesiano editor económico del dominical The Observer, William Keegan, señala que esta apuesta parece más una plegaria que una estrategia. “Un gobierno que sube impuestos y baja el gasto público en medio de una débil recuperación económica puede terminar hundiendo al país en una segunda recesión”, alertó el economista. Por el momento, la coalición navega en las aguas relativamente calmas de los anuncios. En el invierno las palabras se traducirán en hechos. Los cálculos más moderados estiman que unas 600 mil personas perderán su empleo en los próximos dos años: los alarmistas ponen esa cifra por encima del millón.

A nivel político, estos cien días son poco más que el primer round. Por el momento la coalición ha gozado de viento a favor. El laborismo está sumido en un debate interno para elegir un nuevo líder que sustituya al ex primer ministro Gordon Brown y los sindicatos han dejado en claro que no van a aceptar mansamente una ola de despidos masivos, pero a falta de hechos concretos, por el momento no han hecho más que mostrar los dientes. A pesar de este frente despejado, ya han aparecido las primeras fisuras en el interior de la coalición. Ayer el número dos de los liberaldemócratas, Simon Hughes, señaló a la BBC que ambos partidos debían tener una posibilidad de veto sobre las decisiones de la coalición. Si el verano ha sido relativamente apacible, el invierno de la coalición se perfila tan sombrío como el cielo encapotado que suele reinar sobre estas islas.

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