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El mundo|Martes, 5 de octubre de 2010
A la conquista del voto ecologista

Verde, te quiero verde

La candidata que salió tercera, Marina Silva, y sus 20 millones de electores se volvieron objeto de deseo político del izquierdista PT y el centroderechista PSDB.

Por Darío Pignotti
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Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente, fue la sorpresa de las elecciones del domingo.
Desde Brasilia

Verde que te quiero verde. La onda roja desplegada por Luiz Inácio Lula da Silva a caballo de su popularidad inoxidable (85 por ciento después de siete años y 10 meses de gobierno) parecía conducir a su discípula Dilma Rousseff hacia una victoria en las elecciones, pero la promesa de fiesta acabó en frustración, y salvo unos cuantos militantes empecinados en hacer sonar sus redoblantes, el domingo por la noche campeaba el silencio en el local de campaña Dilma 13, en el centro de Brasilia.

A la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) le faltó el 3,1 por ciento para llegar al 50 y conquistar la mitad de los votos que la hubieran consagrado como la primera mujer presidenta de la historia de su país, porcentaje que le fue arrebatado por su ex correligionaria, Marina Silva, hoy postulante por el Partido Verde. Ahora todo quedó diferido para el ballottage del 31 de octubre.

En los tres meses de campaña electoral el ascenso de Marina, aquí su nombre tampoco precisa de apellido, fue menos sonoro que el del PT, pero se hizo cada vez más consistente en las últimas semanas –precisamente cuando Dilma comenzaba a tambalear por denuncias de corrupción contra su entorno– hasta escalar al 19,3 por ciento, una votación inédita para el Partido Verde (PV).

Fue así que millones de los votos petistas, desencantados por el desinterés del partido con la agenda ecológica o por las presuntas irregularidades de algunos miembros del gobierno, emigraron hacia Marina y el PV.

Ese drenaje de electores petistas hizo posible que José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), quien obtuvo el 32,6 por ciento de los votos, conquiste un lugar en la segunda vuelta contra Dilma.

Delgada como un junco, religiosa, obstinada, memoriosa, introspectiva y cabocla (nacida en la Amazonia), Marina y sus 20 millones de electores se tornaron objeto de deseo político del izquierdista PT y el centroderechista PSDB.

Tanto es así que Marina, pese a haberse ubicado tercera, ayer recibió llamadas telefónicas de felicitaciones de la primera, Dilma, y el segundo, Serra (ver recuadro). Posteriormente, la petista habló ante la prensa sobre sus afinidades históricas con la “militante” Marina Silva, y Serra comentó la empatía entre su partido y el Partido Verde.

Sutil diferencia: el PT quiere reconquistar el diálogo con la ex camarada esperanzado de que, de ese modo, se asegure parte de los electores perdidos. Serra trabaja prioritariamente sobre el PV, cuyos acuerdos con la centroderecha han sido más frecuentes que con la izquierda.

Posiblemente Marina también fue el centro de la conversación que Lula y Dilma mantuvieron el domingo cuando comenzaron a bocetear la estrategia para el segundo turno. El mandatario retomará probablemente el comando de la campaña, participará de los actos, con más o menos protagonismo que en la primera vuelta, y pondrá a rodar la poderosa máquina del PT y sus 1,3 millón de afiliados: pero aún no sabe a ciencia cierta cómo hará para seducir a la antigua compañera.

En 2002, cuando faltaban semanas para asumir su primer mandato, Lula anunció que Marina Silva sería su ministra de Medio Ambiente por su historia de lucha en defensa de la Amazonia. Después de seis años en el gobierno, la ministra ecologista presentó su renuncia indeclinable en 2008, luego de choques habituales con la entonces ministra Dilma Rousseff, a quien Lula había confiado la implementación de grandes represas hidroeléctricas cuestionadas por organizaciones ambientalistas.

Para Marina Silva y el PV, Rousseff es el paradigma del “antiguo modelo de desarrollo” que depreda al medio ambiente en aras del crecimiento económico.

De allí que la reconciliación entre las partes no sea sencilla.

Tampoco será fácil que la ex sindicalista Marina Silva, compañera de Chico Mendes –extractor de caucho asesinado por terratenientes hace dos décadas–, se lance de brazos abiertos a José Serra exponente de una coalición integrada por fuerzas de extrema derecha y vinculadas con el agrobusiness.

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