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El mundo|Martes, 1 de marzo de 2011
Crece la presión para que dimita Khadafi; el dictador intenta negociar con los rebeldes que controlan el este

EE.UU. mueve sus fuerzas cerca de Libia

La Casa Blanca no descartó el exilio de Khadafi como la solución al conflicto, mientras anuncia el reposicionamiento de sus unidades en el Mediterráneo. Siguen los enfrentamientos entre opositores y militares leales al régimen.

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Manifestantes marcharon ayer pidiendo la salida de Khadafi en la ciudad de Al Bayda.

Con los caminos cercados, el autoproclamado “Guía de la Revolución Libia”, Muammar al Khadafi, sigue negando el derrumbe de su régimen. Por fuera de los límites del país que gobierna desde hace más de 40 años, la Unión Europea (UE) sancionó a su gobierno y Estados Unidos le exigió su retiro y anunció el envío de tropas para una misión humanitaria. Fronteras adentro, los manifestantes que se oponen a su continuidad en el poder se asientan en las ciudades del este, las primeras de las que tomaron control; avanzan sobre las del oeste, adictas al régimen, y se hallan cada vez más cerca de Trípoli, la ciudad capital y trinchera oficialista. Cual manotazo de ahogado, Khadafi envió a funcionarios a negociar un acuerdo con los comités populares que el pueblo organizó en el este. “Mi pueblo me ama y morirá por defenderme”, desafió Khadafi frente a los micrófonos de medios de comunicación internacionales, vapuleados por él y sus hijos.

Ante las cadenas de noticias ABC News, de Estados Unidos, BBC de Londres y el diario The Times, también londinense, Khadafi criticó a los Estados Unidos, los países europeos y Naciones Unidas (ONU) por aplicar sanciones a Libia “basados sólo en las mentiras que dicen los medios extranjeros”. Además de negar la existencia de manifestaciones en su contra en Trípoli, el primer ministro reiteró que los levantamientos fueron pergeñados por Al Qaida. “Estoy sorprendido de que tengamos una alianza con Occidente para combatir a Al Qaida y ahora que estamos luchando contra terroristas nos abandonan”, dijo.

Poco antes, el Ministerio de Exteriores libio había arremetido duramente contra Estados Unidos, al que acusó de cometer una “flagrante injerencia” en los asuntos internos de Libia por haber ofrecido ayuda a la oposición. Según una fuente oficial de la cartera de gobierno, esa ayuda es “una prueba de que Estados Unidos estaba involucrado en un complot contra la seguridad libia”.

La comunidad internacional aumentó sus críticas al régimen libio. Además de las sanciones impuestas por la UE (ver aparte), la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, exigió que Khadafi fuera condenado por la represión de la oposición, y Washington y Londres anunciaron el congelamiento de fondos pertenecientes a la familia Khadafi. Si bien desde la Casa Blanca no descartaron la posibilidad de un exilio de Khadafi como parte de una solución al conflicto, el ejército del país norteamericano anunció el reposicionamiento de fuerzas navales y aéreas en torno de Libia.

Pese a que los enfrentamientos con tropas del ejército que apoyan a Khadafi continúan estallando en las ciudades del oeste y en la capital libia, los manifestantes no bajan la guardia. Si bien el domingo todo indicaba que el pueblo había tomado el control de Zawiya, una de las ciudades del oeste más cercanas a Trípoli, las fuerzas del oficialismo entraron en la academia de la Fuerza Aérea de la ciudad y llamaron a los estudiantes a unirse a ellas para atacar a los opositores, según contó un testigo a la cadena televisiva Al Arabiya. En Misurata también sucedieron enfrentamientos entre manifestantes en contra del gobierno y tropas a favor del legendario líder, en los que dos manifestantes fallecieron.

No obstante, los testimonios confirman que, lejos de apaciguarse, los reclamos por el fin del régimen continúan extendiéndose sin pausa por el corredor de las ciudades del oeste. La oposición informó de las primeras protestas contra Khadafi en Gadames. Sin embargo, el paso final es, indefectiblemente, la toma de Trípoli, objetivo que aún los manifestantes opositores no han logrado. En la ciudad, aún en manos del gobierno, sus tropas leales dispersaron con disparos al aire a unas 500 personas que pretendían manifestarse contra el régimen.

En Benghazi (este), uno de los primeros bastiones donde se estableció la incipiente organización de la oposición a Khadafi, los manifestantes comenzaron a preparar una transición del poder y a crear nuevas instituciones políticas a aplicar allí y en el resto de las ciudades liberadas –todo el este libio–. Khadafi envió al responsable de los servicios secretos exteriores, Buzid Durda, a dialogar con los líderes de los comités populares. Además, trató, sin éxito, de establecer contacto con los máximos responsables de las tribus, según informó la cadena de noticias Al Jazeera.

A Benghazi llegaron los primeros cargamentos de ayuda humanitaria internacional, como medicamentos y elementos de asistencia médica, personal profesional de la salud y voluntarios. El ex ministro de Justicia Mustafa Abdel Yalil, que formó allí un Consejo Nacional Libio, negó que mantuviera contactos con Estados Unidos y rechazó cualquier injerencia extranjera. Por otro lado, el comité civil de Tobruk reanudó las exportaciones de crudo, paralizadas poco después de la revuelta iniciada el 17 de febrero. A última hora de ayer, un carguero con un millón de barriles de petróleo zarpó con destino a China.

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