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El mundo|Viernes, 11 de marzo de 2011
OPINION

La mujer en la sociedad egipcia

Por Carolina Bracco *

Desde El Cairo

Miles de mujeres de todas las edades y estratos sociales participaron activamente de cada día de la revolución, resistieron y asistieron, colaboraron, gritaron y perseveraron junto a sus compañeros en una lucha incansable hasta lograr la victoria.

En un Egipto donde el acoso sexual es moneda corriente, se logró en esos días un ambiente de respeto y solidaridad desconocido y celebrado por todos. Mujeres jóvenes y mayores dormían, comían y compartían el campamento que se había improvisado en la plaza Tahrir con hombres que las protegían y respetaban.

Sin embargo, desde el primer viernes luego de la renuncia de Mubarak –y, tras ello, todos los viernes siguientes–, las mujeres en la plaza Tahrir vuelven (volvemos) a ser víctimas del acoso acostumbrado, desde miradas lascivas y comentarios obscenos hasta ataques directos a jóvenes egipcias y extranjeras.

El punto más álgido de esta triste situación se vivió el pasado 8 de marzo, en una manifestación convocada en conmemoración del Día Internacional de la Mujer y en demanda porque se incluyan más y mejores derechos para las mujeres en la nueva Constitución.

De pie frente a la plaza, de espaldas a la municipalidad, las y los manifestantes llevábamos pancartas, reclamando la redacción de una nueva Carta Magna en la que no se tomara como base a la sharia (ley islámica). En el típico ambiente de alegría que suele vivirse luego de la caída del régimen, se cantaba “El hombre y la mujer son uno”, “Nosotras también somos egipcias”, “¡Igualdad!”.

Poco a poco se fue congregando frente a nosotras un grupo cada vez mayor de hombres de todas las edades que nos increpaban, furiosos, o simplemente se burlaban de nosotras. Comenzaron ellos entonces con los cantos de “Esas son estupideces”, “Las mujeres en la casa”, entre otros. En un ambiente cada vez más hostil, se sumaron dos mujeres con nikab (velo negro que cubre todo el cuerpo), que comenzaron también a gritarnos y rápidamente fueron celebradas por el grupo que ahora cantaba “Estas son las egipcias”, acusando a las manifestantes de dejarse engañar por las –poquísimas– extranjeras que estábamos allí.

Así, una manifestación que, como tantas otras, propone nuevos horizontes para el nuevo Egipto, se vio opacada por la prepotencia y la vulgaridad de un grupo que finalmente redujo a las manifestantes en pequeños grupos –en algunos casos, solas–, atacándolas.

Una ola de tristeza e indignación cubrió los rostros de lágrimas y finalmente la manifestación se dispersó.

Liberarse del tirano llevó al pueblo egipcio treinta años de opresión y dieciocho días de lucha. Pero abolir la tiranía para convertirse no tan sólo en una democracia sino también en un pueblo democrático puede llevarle mucho más. En un Egipto que no contemple los derechos del 52 por ciento de su población, la revolución habrá fracasado.

* Politóloga de la UBA. Master en Cultura Arabe, Universidad de Granada.

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