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El mundo|Martes, 15 de marzo de 2011
Las potencias occidentales discuten si aprueban una zona de exclusión en Libia

La guerra, más rápida que las amenazas

Por Eduardo Febbro
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Nicolas Sarkozy se muestra cerca de Hillary Clinton.
Desde París

Muammar Khadafi no les teme a las gesticulaciones diplomáticas ni a las amenazas. Mientras Francia reúne en París a los cancilleres del G-8 a fin de pactar una resolución de la ONU que abra la puerta a una forma de intervención occidental, el líder libio prosigue con su contraofensiva para recuperar las regiones del Este que estaban en manos de los rebeldes. Por más que las capitales occidentales hayan alzado el tono y prometido mil castigos, Khadafi avanza hacia Benghazi, el centro de la revuelta y sede del Consejo Nacional Libio de Transición. La guerra va más rápido que las advertencias o amenazas de una intervención occidental en Libia. En este contexto, los cancilleres de Estados Unidos, Canadá, Japón, Gran Bretaña, Rusia, Italia, Alemania y Francia fueron convocados en la capital francesa por el ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, con el objetivo de llegar a un consenso sobre una posible resolución de la ONU que, al menos, instaure una zona de exclusión aérea en el cielo libio y evitar así que Khadafi utilice la aviación.

El principio, aprobado este fin de semana en El Cairo por la Liga Arabe, divide a los aliados. Para muchos analistas internacionales, la zona de exclusión aérea, si se adopta, llega demasiado tarde como para detener el avance hacia el Este de las tropas leales a Khadafi. Fuentes de la Cancillería francesa advertían ayer que la progresión de Khadafi sobre las regiones bajo control de la insurrección exige una respuesta de la comunidad internacional “al menos en las próximas 48 horas”. Nada es, sin embargo, más incierto. De hecho, Khadafi recuperó en pocos días las principales conquistas rebeldes y para ello utilizó las fuerzas de tierra, aire y mar.

París y Londres trabajan en la elaboración de un borrador que debe ser una vez más discutido en el Consejo de Seguridad de la ONU con el fin de instaurar una zona de exclusión aérea. Sin embargo, los desacuerdos son tenaces. Wa-shington y sobre todo Rusia y China no son fervientes partidarios de una acción semejante. La eficacia de esa medida está hoy en tela de juicio, tanto más cuanto que, en caso de que se aprobara, los plazos necesarios para llevarla a la práctica son por demás extensos, o sea, muy alejados de la necesidades estratégicas del momento. Por esta razón, el presidente francés propuso intervenciones limitadas “contra blancos precisos”. Fuentes francesas adelantaron que durante la “semana que viene puede haber bombardeos quirúrgicos contra los aeropuertos y se pueden también perturbar los sistemas de transmisión de Khadafi”.

Pero con dos conflictos a cuestas, Irak y Afganistán, no resulta fácil pactar un consenso entre los aliados. Cada día son más los analistas militares que dan por perdida la batalla de la oposición. Jean Pierre Maulny, miembro del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), observó que la tardanza en tomar la decisión complicará las cosas: “La eficacia (de una zona de exclusión aérea) hubiese sido mayor cuando las fuerzas de Khadafi estaban relativamente desorganizadas al principio del conflicto, cuando los rebeldes del Este y del Oeste recuperaron varias ciudades”.

El jefe de la diplomacia británica, William Hague, dijo ayer a la BBC que el mantenimiento de Khadafi en el poder sería “una larga pesadilla para el pueblo libio. Libia se volvería un Estado paria durante un largo período”. Lástima que no lo haya pensado antes, mucho antes de hacer fructuosos negocios petroleros con Trípoli y antes también de dejar que, a cambio de ninguna apertura democrática, los capitales libios irrigaran los mercados financieros. Ayer, el diario Liberation reveló que una de las marcas emblemáticas de Francia, FNAC, el gran distribuidor de libros, música y productos de alta tecnología, le pagaba a Khadafi entre 10 y 20 millones de dólares anuales por el alquiler del edificio de una de sus principales sedes situada cerca del Arco de Triunfo. El propietario del edificio es la Compañía de Explotaciones reunidas, la CER, una pantalla detrás de la cual se esconde el Libyan Arab Foreign Investment Company, Lafico, un fondo de inversión controlado por la familia del Guía Supremo.

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