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El mundo|Jueves, 7 de abril de 2011
Soldados de Ouattara cercaron el palacio presidencial en Costa de Marfil

Gbagbo resiste con sus últimas fuerzas

La deserción de altos oficiales de las fuerzas que respondían al cuestionado presidente Laurent Gbagbo debilitó su resistencia frente al ejército del presidente electo Alassane Ouattara que, igualmente, no pudo avanzar.

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La crisis en Costa de Marfil lleva meses sin definirse, aunque Occidente respalda a Ouattara y a sus fuerzas.

Laurent Gbagbo pasó la jornada de ayer encerrado en la residencia presidencial de Costa de Marfil. El ejército rebelde fiel a Alassane Ouattara, a quien la comunidad internacional considera flamante presidente electo del país africano desde noviembre de 2010, cercó el palacio en un intento de arrestarlo y obligarlo a abandonar el poder. Tras varias horas de disparos de armas de pequeño calibre, emprendieron la retirada reconociendo que habían fracasado. El mismo destino recorrieron las negociaciones diplomáticas entabladas entre voceros de Gbagbo, representantes de Francia y de Naciones Unidas con el mismo fin. Las fuerzas de Ouattara aseguraron que su retirada es sólo momentánea y que insistirán hasta lograr que Gbagbo deje la presidencia.

Un efectivo militar occidental explicó que las fuerzas de Oua-ttara “quisieron tomar la residencia presidencial, pero no lograron quebrar la resistencia que tropas leales a Gbagbo aún sostienen, escondidos en los alrededores del edificio. Se retiraron para recapacitar sobre el plan”. Las fuerzas de Ouattara comenzaron el ataque ayer a la mañana, pero suspendieron cerca del mediodía los disparos de armas pesadas. “Las Fuerzas Republicanas de Ouattara llegaron hasta 150 metros del portón de la residencia de Gbagbo, pero no entraron”, agregó un vecino del lugar.

Las tropas del hombre que Francia, Estados Unidos y la gran mayoría del mundo occidental encolumnado en la ONU proclaman como presidente electo de Costa de Marfil también atacaron la residencia del embajador de Japón en Abidján con cohetes y cañonazos. El edificio está emplazado cerca de la mansión donde se atrincheró Gbagbo. El embajador, Okamura Yoshifumi, denunció luego la de-saparición de cuatro miembros de su personal local. Por la noche, helicópteros de la fuerza francesa Licorne realizaban un operativo para evacuar al funcionario nipón.

La defensa con la que cuenta Gbagbo, no obstante, se debilitó notablemente en la madrugada de ayer, cuando los oficiales mayores del ejército que responde al presidente aceptaron rendirse. Las fuerzas de la ONU y de Francia les habían destruido una gran cantidad de tanques y artillería.

Cabe recordar que Gbagbo abandonó en la noche del lunes las negociaciones que sus representantes habían empezado con pares de Francia y de la ONU, que corrieron el mismo destino que los intentos de Ouattara de detenerlo en la residencia presidencia.

“Las negociaciones fracasaron debido a la intransigencia de Laurent Gbagbo”, declaró el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé, repartiendo culpas. En un contrapunto entre supuestos aliados, uno de los voceros de la ONU, Nick Birnback, aseguró desde Nueva York que las negociaciones continuaban sin pausa.

Desde el entorno más íntimo del cuestionado presidente condenaron el ataque. “El ataque es una tentativa de asesinato del presidente Gbagbo”, estimó el vocero de su gobierno, Ahoua Don Mello, acusando a la fuerza francesa Licorne de haber dado “un apoyo aéreo y terrestre”.

La respuesta llegó desde la voz de Juppé: “Ni la Onuci (la fuerza especialmente creada en el seno de la ONU para trabajar en la inminente guerra civil que se desató en Costa de Marfil) ni la fuerza Licorne participan en los combates que se desarrollan al margen del marco de la resolución 1975” de la ONU, que reclama la neutralización de las armas pesadas, declaró el ministro. Por su parte, el ministro de Defensa francés, Gerard Longuet, aseguró: “Francia puede intervenir a pedido de las Naciones Unidas. Pero no obedecemos a ninguna fuerza política en Costa de Marfil”.

Desde la residencia presidencial convertida en bunker, Gbagbo volvió a dialogar con la prensa francesa, al igual que lo había hecho el lunes, en una entrevista exclusiva: “No soy un kamikaze –afirmó–, amo la vida. Mi voz no es la una voz de un mártir, no busco la muerte pero si la muerte llega, llegará”.

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