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El mundo|Lunes, 6 de junio de 2011
Comienza hoy en Nueva York el juicio contra el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional

Strauss-Kahn en el banquillo

Sobre la cabeza del ex jefe del organismo multilateral pesan seis cargos que le pueden valer 74 años de cárcel. Sin embargo, los abogados del economista francés adelantaron que no se declarará culpable.

Por Eduardo Febbro
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Dominique Strauss-Kahn cumple arresto domiciliario.

Desde París

En un relámpago de 30 minutos, el destino de uno de los hombres más poderosos del planeta se quebró en un abismo que se convirtió luego en un caso policial de alcance planetario. Hoy comienza en Nueva York el juicio contra el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, acusado por una mucama del hotel Sofitel de Nueva York de agresión sexual. Sobre la cabeza de Strauss-Kahn pesan seis cargos que le pueden valer 74 años de cárcel. Sin embargo, los abogados del economista francés adelantaron que su cliente no se declarará culpable. El más célebre de sus dos defensores, Benjamin Brafman –el otro es William Taylor– dijo a la televisión francesa M6 que no podía “entrar por el momento en el detalle de este asunto, pero tengo confianza, no pienso que Strauss-Kahn sea culpable de los hechos de los que se lo acusa. Puedo predecir que será exculpado”.

Hasta ahora sólo se conoce con exuberancia el relato acusador de la presunta víctima sobre esa media hora en donde el destino cambió de vereda y condujo al político francés de la casi certeza de ser el próximo presidente socialista de Francia a la cárcel norteamericana de Rikers Island. Luego fue liberado bajo fianza y puesto bajo arresto domiciliario en una lujosa casa de Nueva York por la que paga 50.000 dólares mensuales. Los ingredientes de la historia y sus protagonistas tienen acentos sobrenaturales, tanto como las reacciones a las que dio lugar en Francia. Una mucama emigrada de Guinea, Nafissatou Diallo, hizo caer al hombre considerado por el Financial Times como el séptimo personaje más influyente del mundo. Francia vio con azoro, vergüenza e indignación las imágenes de Strauss-Kahn saliendo esposado de una comisaría de Manhattan con rostro patibulario y custodiado por dos policías. En nombre del principio de presunción de inocencia, la elite política e intelectual de Francia salió enardecida a destrozar a esa Justicia norteamericana que osaba tratar a un personaje importante igual que a un cualquiera.

Eso es impensable en Francia, lo contrario no lo es. Basta con ser inmigrante, árabe o africano para que el principio de presunción de inocencia vuele en mil pedazos sin que ninguno de los depositarios de la moral que clamaron por justicia diga la más mínima palabra. Con Dominique Strauss-Kahn fue distinto. El hombre, decían, merecía más respeto. Al mismo tiempo que defendían el equilibrio de la Justicia hundían al acusado con sucesivas suposiciones y revelaciones sobre su tórrida vida sexual. Pero el enigma de la habitación 2806 permanece entero. Nafissatou Diallo dijo a la policía estadounidense que en cuanto entró en la habitación –pensaba que estaba vacía– Strauss-Kahn salió desnudo del baño, la llevó por la fuerza hacia el fondo de la habitación y la obligó a una felación. Según los investigadores, la mujer luchó para librarse pero el economista francés la arrastró hacia el baño y la volvió a agredir sexualmente. A las 12.28 del 14 de mayo Strauss-Kahn salió del hotel para encontrarse con su hija en el restaurante Daniel Boulud. Mientras el ex director gerente del FMI almorzaba con su hija, Nafissatou Diallo estaba escondida en un local de servicio del piso 28 del hotel Sofitel. Allí la encontró su jefa, a la que le narró lo ocurrido en la habitación 2806. Esta, a su vez, transmitió los hechos al gerente y luego a la seguridad del hotel. A las 13.32 el hotel llamó a la policía. El político francés fue detenido a bordo del vuelo 0023 de Air France diez minutos antes de que despegara con destino a París. Dominique Strauss-Kahn tenía varias citas en la capital francesa y un encuentro previsto al día siguiente con la canciller alemana Angela Merkel. “¿De qué se trata?”, les dijo a los policías que vinieron a arrestarlo. Strauss-Kahn fue detenido en una comisaría y luego transferido a la cárcel de Rikers Island. A cambio de una fianza millonaria fue puesto en libertad en espera del juicio que se inicia hoy. Está custodiado por un ejército de guardias privados y lleva un brazalete electrónico. Según trascendió en medios de prensa franceses y norteamericanos, la policía extrajo huellas de ADN de la habitación 2806. Los medios dicen que se habría encontrado esperma de Strauss-Kahn en el cuello de la blusa de la mucama pero no trazas de combate, ni en el cuerpo de Strauss-Kahn ni en el de Nafissatou Diallo.

El poker entre la defensa y la acusación se inicia realmente hoy. La partida será severa. Cyrus Vance, el fiscal demócrata electo en 2009, afirma que las pruebas contra Strauss-Kahn son “serias”. Raymond Kelly, el jefe de la policía de Nueva York, consideró que el testimonio de la víctima era “verosímil”. Los defensores de Kahn argumentan lo contrario. Para probarlo, se zambulleron en el pasado de Nafissatou Diallo. Contrataron a dos agencias de detectives privados, Guidepost, con sede en Nueva York, y TD International, con sede en Washington y dirigida por William Green, un ex agente de la CIA. En una carta que los dos abogados defensores remitieron al fiscal, Benjamin Brafman y William Taylor escribieron que detentaban “informaciones importantes capaces de poner seriamente en dudas el legajo de la acusación y la credibilidad de la denunciante”. Se trata, para ellos, de sembrar la duda a través de una estrategia que apunta a romper la unidad de los 12 jurados populares que examinarán el caso: duda sobre la “imparcialidad” de los investigadores, quienes ya fueron acusados por la defensa de haber entregado a la prensa informaciones confidenciales; duda sobre el relato que hizo la presunta víctima, y duda, en fin, sobre su honestidad. El sistema judicial llega aquí a su máxima expresión de incoherencia: al fiscal le corresponde aportar las pruebas y a la defensa le bastaría con que el jurado dude. Si sólo uno no está seguro, el veredicto, o sea la condena, no puede ser aplicado. ¿Culpable o inocente? ¿Víctima de un complot, como lo cree una mayoría de franceses, de su propio apetito sexual o simplemente de un operativo oportunista? Tal vez la verdad nunca se sepa.

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