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El mundo|Jueves, 27 de marzo de 2003
DOS MISILES CAYERON EN UN MERCADO POPULAR Y MATARON A 14 CIVILES

“Dios se va a vengar de Bush, lo vamos a joder”

“Dios se vengará de Bush, lo vamos a joder”, era lo que se decía ayer en el barrio popular de Al Shaab ante la caída de dos misiles en un mercado, que dejaron 14 muertos civiles y una treintena de heridos. Es la imagen que EE.UU. había querido evitar. El mando norteamericano admitió los misiles podrían ser suyos.

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Autos incendiados en el sitio donde cayeron los misiles, dejando un edificio semidestruido.Varios coches ennegrecidos fueron aplastados como si fueran inmensos pegotes de plastilina negra.
Por Angeles Espinosa
Enviada especial a Bagdad

Fue la imagen que Estados Unidos quería evitar. Una mano arrancada de cuajo en medio de un charco de sangre resumía la violencia de la explosión que una hora y media antes había acabado con la precaria tranquilidad de los vecinos de Al Shaab. Las dos bombas que poco después de las 11 de la mañana cayeron sobre este barrio popular del noreste de Bagdad dejaron al menos 14 muertos y una treintena de heridos, la mayor matanza de civiles en Bagdad desde que comenzara la guerra. “Están bombardeando zonas civiles, matando a gente inocente”, denunció el ministro de Información, Mohamed Said al Sahaf.
La mano del electricista al que sus vecinos recogieron ya cadáver no es el único miembro arrancado. Haifen Saber deambula como un zombi tras haber visto a su mejor amigo partido en dos. “Tenía la cabeza separada del cuerpo”, es lo único que repite. La mayoría del medio centenar de víctimas eran, como su amigo, vendedores ambulantes que habían plantado sus carritos en la principal avenida del barrio. Ni rastro de las naranjas, los tomates y los cigarrillos. Las mercancías se habían pulverizado. Sólo quedaban coches calcinados, trozos de hierro y olor a gasolina.
“Dios se vengará de Bush, lo vamos a joder”, prometía Wafa Chalub rompiendo el tabú lingüístico que borra ciertas palabras del lenguaje femenino. Sus palabras, llenas de rabia y de coraje, fueron las más suaves que escuchó esta enviada en Al Shaab. Wafa, de 26 años, no gritaba ni parecía fuera de sí. Al contrario, se mostraba contenida y en apariencia tranquila. Todo lo tranquilo que puede sentirse alguien a quien acaba de tambaleársele el mundo a sus pies.
Wafa oyó la primera detonación y salió a la calle con el resto de su familia sin reparar en los cristales rotos. “En mi casa viven siete niños –explicaba–; imagínese los llantos y los gritos.” Wafa conocía a la mayoría de los habitantes del inmueble alcanzado, justo el portal al lado del suyo. Eran sus vecinos. “La explosión ha afectado a tres pisos y al taller mecánico que había debajo –relataba señalando el edificio destripado–. ¿Por qué bombardean a las mujeres y a los niños?”, preguntaba incrédula.
En la parte de atrás de ese inmueble, en una casa baja, la familia Al Masjadani permanece aún en estado de shock. Siete de los 14 miembros de la familia están hospitalizados, incluido un bebe de cuatro meses. Estaban terminando de desayunar cuando la explosión los transportó al infierno. “Salimos corriendo, pero no se podía ver nada porque todo estaba lleno de humo negro”, acierta a relatar una de las mujeres. Los hombres se han quedado sin palabras y sólo esperan pasar a los hechos.
Al ver a los periodistas, varios vecinos se acercan para anunciar su venganza. “Que vengan. No tenemos miedo de sus misiles. Que vengan a luchar cara a cara”, exige a gritos uno de los más excitados. Enfrente, junto al edificio de pisos alcanzado por la segunda bomba, Essam Sabah, también jura venganza. “Mi mujer y mis cuatro hijos están en el hospital –relata con entereza–. Yo estaba movilizado y me han llamado para informarme de lo sucedido, pero no me he asustado –asegura–. Todos los sacrificios son pequeños por el líder.”
“Están matando a iraquíes, a civiles, pero hasta ahora no han aceptado entrar en combate cuerpo a cuerpo más que en Um Qasr y en el Sur –se quejaba también el ministro Al Sahaf–. Por eso han llegado tan fácilmente al centro del país.” El responsable de Información acusó a Estados Unidos de estar utilizando bombas de fragmentación, “también en Al Shaab. Eso demuestra lo profundamente frustrados que están”, añadió tras informar de la situación en el campo de batalla. También fuera de Bagdad aumenta el número de víctimas civiles, según el portavoz iraquí. Al Sahaf denunció que los bombardeos angloamericanos han destruido dos centenares de casas en Nasiriya, donde estimó el número de civiles heridos en algo más de medio millar. Sin embargo, el ministro dijo no disponer aún de cifras globales. La suma de las facilitadas los días anteriores, excluido el ataque de Al Shaab y los datos de Nasiriya, eleva a 78 los muertos y poco más de 500 los heridos en todo el país.
A pesar del incidente sangriento de ayer, y de que durante todo el día no dejaron de escucharse detonaciones en las afueras, los habitantes de Bagdad encontraron cierto regocijo en la tormenta de arena que por segundo día consecutivo oscureció la capital. “Es cosa de Dios –defendía la joven Sahar–, que así impide que los pilotos estadounidenses tengan visibilidad.” Incluso el descreído Alí concedía que el fenómeno era extraordinario. “Rara vez tenemos tormentas de arena en primavera y desde luego no de esta magnitud”, admitía pensativo.
Cuando empezó a llover, el cuaderno de notas de la periodista se llenó de gotas de barro.

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