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El mundo|Viernes, 25 de noviembre de 2011
VIENEN DE ZONAS RURALES, BUSCAN TRABAJO Y NO ACCEDEN A LOS SERVICIOS DEL ESTADO EN CHINA

Menos pobres con más migrantes

Cualquiera sea la medida, las cifras muestran expectativas muy lejanas a las de una superpotencia mundial. La pobreza rural disminuyó de más de 94 millones de personas a fines de 2000 a cerca de 27 millones a fines de 2010,

Por Marcelo Justo
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Un cartonero maneja su triciclo por las calles de Beijing.

Desde Beijing

¿Superpotencia o país en desarrollo? Estados Unidos prefiere definir a China por el primer término, China se valora de la segunda manera. La realidad es que el gigante asiático tiene cientos de millones de pobres. En un documento dado a conocer este miércoles, el gobierno estimó que gracias a su estrategia de reducción de la pobreza rural, ésta disminuyó de más de 94 millones de personas a fines de 2000 a cerca de 27 millones a fines de 2010, “logro equivalente a sacar a toda Francia de la pobreza”, según la agencia oficial Xinhua. Pero el vaso también está medio vacío. Un notable agujero de la estrategia social china es la migración interna, unos 200 millones de personas de zonas rurales que buscan trabajo en la ciudad y que no tienen acceso a servicios de salud o educación del Estado.

El campesinado chino, que hoy forma poco más de la mitad de la población total (casi 1400 millones de personas), es una espina en el corazón de la revolución. Sector clave de la victoria comunista liderada por Mao Tsé-tung, los campesinos recibieron sus tierras de la reforma agraria de la década del ’50 y pasaron a apuntalar con sus impuestos y su pobreza la industrialización y modernización nacional. Según el gobierno, esta situación está cambiando gracias a los programas de reducción de pobreza que viene impulsando desde 2000. En la primera década del siglo XXI, el gasto estatal para reducción de pobreza se triplicó con un aumento promedio del 11,9 por ciento anual resolviendo, según el documento oficial, los problemas de subsistencia, alimentación y vestimenta de los residentes rurales, mientras que el analfabetismo descendió del 12 por ciento de principios de década a un 7 por ciento.

El vaso medio vacío de esta evaluación es la definición de pobreza del gobierno. Según las autoridades, pobres son los que ganan menos de 1274 yuanes anuales (unos 200 dólares). Esta suma está muy por debajo del barómetro internacional que ha rondado el dólar diario. Cualquiera sea la medida, las cifras muestran expectativas muy lejanas a las de una superpotencia mundial. Si por un lado se ha avanzado, por el otro no hay razones para descorchar champaña. La realidad es que 27 millones de personas no alcanzan los 54 centavos de dólar diarios; 67 millones apenas acaban de superar esta marca y el número total sería mucho mayor si se aplicaran otros criterios. El gobierno es consciente de estas limitaciones y –en especial desde el leve giro a la izquierda representado por la dupla del presidente Hu Jintao y el premier Wen Jiabao– viene impulsando programas sociales focalizados junto a proyectos estructurales como la universalización de un sistema de pensiones y de la atención médica. En agosto, el premier Wen Jiabao anunció que en 2015 toda la población rural tendría acceso a la jubilación. Unos 50 millones de personas ya están recibiendo beneficios jubilatorios en un programa piloto lanzado en 2008 para las zonas más pobres del país.

La política gubernamental choca, sin embargo, con un tótem intocable: el “hukou”. Este registro de residencia, creado en 1958 para controlar el flujo migratorio interno, es vital para acceder a los servicios estatales de salud y educación. En las últimas dos décadas el milagro económico chino se alimentó de la mano de obra barata que suministra este flujo campesino, calculado hoy en un 14 por ciento de la población. En las ciudades ganan más que en el campo, pero pagan un precio. A nivel sanitario tienen la opción de tratarse como pacientes privados o regresar a su lugar de origen, donde muchas veces no tienen acceso a la atención necesaria. A nivel educativo, tienen que mandar a sus hijos a las escuelas privadas de organizaciones voluntarias o dejarlos con sus abuelos o parientes. En agosto y septiembre la prensa local publicó en primeras planas el cierre de estas escuelas para trabajadores migrantes en la capital, Beijing, y el escándalo que significaba una población infantil sin derecho a la educación. El sistema es tema de debate y de algunos programas piloto para flexibilizarlo, pero por el momento no hay señales de reforma seria. Sin cambios a este nivel las mediciones de pobreza en China tendrán el sabor de una estadística distorsionada por malabarismos burocráticos.

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