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El mundo|Domingo, 11 de diciembre de 2011
Los impresentables hicieron una misa para que hable la familia del dictador chileno

Procesión de dinosaurios pinochetistas

El ambiente registrado en la actividad de los nostálgicos pinochetistas refleja el quiebre cada vez más profundo dentro de la clase dominante en torno de Pinochet. Muchos lo veneran en privado, a puertas cerradas. Otros le dan la espalda.

Por Christian Palma
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A cinco años de la muerte del dictador, sus camaradas de armas lo recuerdan.

Desde Santiago

El quinto aniversario de la muerte del dictador chileno Augusto Pinochet fue como se esperaba: Sólo una minoritaria élite se acordó –o quiso acordarse– de quien dirigió los destinos del país vecino con puño de hierro durante 17 años (1973-1990). Apenas unas doscientas personas llegaron a la tradicional misa que se celebra en honor al genocida en el tranquilo y exclusivo balneario de Santo Domingo, en el fundo Los Boldos, una de las parcelas que la familia mandó construir cuando el lujo y el poder le salían por los poros.

Liturgia, campo, familiares, ex oficiales de las Fuerzas Armadas y ex funcionarios civiles. Estos fueron los ingredientes del acto en recuerdo y homenaje a Pinochet, lo que representa algo que va más allá de la figura misma del dictador, pues también significa el agradecimiento de la clase dominante chilena que considera al difunto general como un mesías salvador de la patria y el impulsor de la revolución capitalista que instaló el neoliberalismo a la chilena a mediados de los setenta.

La viuda del dictador, Lucía Hiriart, puso la nota esperada por los vástagos del ex uniformado, al afirmar que sus detractores “deben dejarlo descansar en paz”. “Yo diría que no termina nunca, nunca, Dios mío. Me moriré yo y seguirán”, dijo la ex primera dama –una de las personas que más influyeron en Pinochet– en referencia a los grupos de la sociedad chilena que aún piden mayor justicia por los crímenes ocurridos bajo el gobierno de su marido.

La viuda, que en los años ochenta acostumbró a los chilenos a conocer desde la televisión los abrigos de visón y los sombreros de última moda, encendió el ventilador y desparramó sus dardos contra los ex personeros de la derecha que trabajaron codo a codo detrás de Pinochet, muchos de los cuales actualmente desempeñan cargos en el gobierno de derecha de Sebastián Piñera, están instalados en el Congreso o a cargo de las numerosas empresas que fueron privatizadas en los tiempos de los uniformes.

“Me hubiera gustado que quienes trabajaron con él estuvieran aquí. Pero bueno, la vida es así”, se lamentó Lucía Hiriart. Y después de un profundo y largo suspiro sus palabras sacaron a la palestra a Piñera: “Ha sido una persona muy valiosa, pero no habría sido amigo nuestro”. Con ello, la viuda del dictador tocó las delicadas terminaciones nerviosas de la derecha económica chilena que a fines de los años ’90 le dio la espalda públicamente a Pinochet, olvidando que fueron ellos quienes tocaron las puertas de los cuarteles en 1973, para derrocar la vía al socialismo de Salvador Allende y, una vez consumado esto, comenzar a enriquecerse con el neoliberalismo de los Chicago Boys, bajo la atenta protección de las Fuerzas Armadas durante casi 20 años.

Marco Antonio, uno de los hijos de Pinochet, siguió con las declaraciones manteniendo el tono de su madre. “Mi padre fue un hombre que hizo grandes cambios en este país. Su gobierno fue importante en grandes transformaciones y hoy día se ven muchos frutos de ello”, sostuvo.

La misa-homenaje fue organizada por la Fundación Presidente Pinochet y a ella asistieron, además de colaboradores del ex mandatario, militares en retiro y el diputado Iván Moreira, militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el principal partido político del actual gobierno y uno de los pocos políticos que no han negado su cercanía con el dictador.

Consultado sobre este tema a la salida de la misa, Moreira indicó que “durante los últimos años la historia sólo se ha escrito con la mano izquierda. Pero tiene que llegar el momento en que eso cambie”.

Alfonso Márquez de la Plata, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores de Pinochet en los años ochenta, asistió como de costumbre a la misa en su calidad de organizador. La misma tarea que realizó el mes pasado en el polémico homenaje al brigadier (R) condenado a 144 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad, Miguel Krasnoff, en noviembre, lo que desató una tormenta en los grupos defensores de derechos humanos y otros sectores de la sociedad.

Este personaje tampoco destiñó en sus declaraciones: “El grave error en este país es que no hemos hecho un borrón y cuenta nueva. Aquí lo que debiera haber hecho el actual gobierno cuando asumió es ‘todos los terroristas que están presos, para afuera. Y todos los militares que están presos, para afuera’. Y se acabó esta cuestión y se da vuelta la hoja”, dijo.

El ambiente registrado en la actividad de los nostálgicos pinochetistas refleja el quiebre cada vez más profundo dentro de la clase dominante en torno de Pinochet. Muchos lo veneran en privado, a puertas cerradas, como una sociedad secreta, donde sólo faltan los rituales alrededor de las imágenes del dictador, mientras que otros le dan la espalda, pero sin desconocer el apoyo brindado por los militares a la hora de privatizar empresas, cambiar el Código del Trabajo a favor de los empresarios y reducir el rol del Estado.

Uno de los temas que claramente no fueron abordados en esta ceremonia y que aún está pendiente en Chile son las 1500 causas judiciales que se tramitan contra los represores de la dictadura pinochetista, de los cuales 60 de ellos están condenados a cientos de años de prisión.

De las 1500 causas, apenas 200 corresponden a trámites antiguos, tales como “Operación Cóndor, Operación Colombo, Colonia Dignidad, calle Conferencia, entre otros”, ha dicho el abogado defensor de derechos humanos Eduardo Contreras, quien la semana pasada pidió formalmente la exhumación de los restos del Premio Nobel Pablo Neruda, ante la sospecha de que el poeta haya sido asesinado por orden del ex dictador, días después de perpetrado el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973.

“Son causas que pueden durar 10 o 15 años, ya que de acuerdo con la fecha de los crímenes, se tramitan conforme las normas del antiguo procedimiento”, explicó. A pesar de su antigüedad todavía hoy surgen hechos o novedades de relevancia.

La otra arista que está en compás de espera es el veredicto del llamado caso Riggs. Proceso que es llevado por el ministro de la Corte Suprema, Manuel Valderrama, quien desde 2004 indaga el origen de las cuentas secretas y la fortuna de Augusto Pinochet, valuada en 21 millones de dólares, de los cuales 19 millones no tienen una explicación contable.

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