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El mundo|Sábado, 5 de abril de 2003
DECENAS DE MILES DE BAGDADIES HUYEN POR LA INMINENCIA DEL CAOS

Bajo el pánico, empezó el éxodo

Con el aeropuerto de Bagdad en manos estadounidenses y combates en torno de la capital, muchos han decidido huir de la nueva y más cruenta guerra que se avecina. Saddam Hussein reapareció espectacularmente en Bagdad, mientras combates y escaramuzas seguidían en marcha ante otras ciudades iraquíes del sur del país.

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Un anciano es llevado sobre los hombros de dos jóvenes mientras se inicia el éxodo, como sea.
A pie, en auto, carro o a lomo de burro, los decenas de miles de bagdadíes prefieren la fuga al caos.
Por Angeles Espinosa*

El éxodo de Bagdad ha comenzado. Desde el jueves, decenas de miles de personas abandonan la capital hacia el Este para buscar refugio en localidades próximas a la frontera iraní. Son sobre todo residentes de los barrios populares del sudoeste de la ciudad, donde los ataques estadounidenses están siendo más fuertes. Las víctimas civiles de la primera batalla terrestre por la ciudad se cuentan ya por centenares. “Estamos en una situación crítica”, reconoció a esta enviada Yamal Abdul Hasan, director del hospital de Yarmuk, el más próximo al frente y convertido a partir de ayer en hospital de campaña desde donde se transfieren los heridos a otras clínicas.
“Es un recorrido que normalmente hago en hora y media, y ayer (por el jueves) me costó dos horas más”, relata M.N. de vuelta de Balad Ruz, la localidad adonde trasladó a su familia para ponerla a salvo de la batalla por Bagdad. “La carretera estaba congestionada, había gente durmiendo al aire libre, mujeres y niños. Me sentí como Tom, el protagonista de Viñas de ira –añade–, vi a muchos Tom en el camino.” “Se ha producido un movimiento de pánico generalizado –explica–; entre los que huyen se ha extendido el rumor de que Bush ha pedido que abandonen la capital.”
Quienes se van lo hacen en cualquier vehículo disponible: coches, furgonetas o tractores abarrotados hasta arriba con sus pertenencias, tal como se observa en las calles cada vez más desiertas del centro de la ciudad, la única zona por la que pueden moverse los periodistas extranjeros. “Incluso se llevan las heladeras”, se sorprende el interlocutor. La gente teme, por experiencia, que las casas resulten asaltadas durante su ausencia. Ya ha empezado a suceder en algunos barrios.
“No, no encontré soldados estadounidenses en el camino –asegura M.N.– pero sí soldados iraquíes que volvían de Kut dando un rodeo por Mandali, con aspecto derrotado y vehículos que circulaban a duras penas.” “Lo peor de la salida masiva de Bagdad es el efecto que pueda tener sobre la moral de nuestros soldados”, manifiesta preocupado. Sin duda, las bajas desmoralizan más.
“¡Abran paso!, ¡abran paso!” La enfermera, con uniforme azul y pañuelo negro en la cabeza conduce con firmeza la camilla hacia el quirófano. Sobre ella, se desangra un soldado. Un compañero lo acompaña con la cara desencajada. El Yarmuk está desbordado. El centenar de médicos y enfermeras del centro lleva trabajando 24 horas sin parar. Se nota en sus rostros. El director se halla reunido con todos los jefes de departamento para organizar el trabajo. Saben que a partir de ahora no va a haber descanso.
“Hay unos pocos soldados a quienes los ataques han sorprendido andando por la calle –admite Abdul Hasan–, pero la mayoría de los pacientes que hemos recibido son civiles. Fueron más de un centenar durante toda la noche y en lo que va de mañana ya hemos registrado 36 ingresos.” Casi todos vienen de Hay Furat, un barrio pegado al aeropuerto, lo que prueba que siguen los enfrentamientos en esa zona. Antes de que los periodistas abandonen el centro, llega una nueva ambulancia. En Yarmuk no tienen cifras de muertos, porque van directamente al depósito. Desde Estados Unidos se dice que fueron tres centenares. “Vienen con todo tipo de heridas, en el abdomen, en las extremidades, hemos practicado numerosas amputaciones. Están utilizando bombas de fragmentación”, denuncia el responsable médico. “Quieren aterrorizarnos, si no por qué usan ese tipo de bombas que están prohibidas”, se pregunta escandalizado. También hay unos pocos heridos de bala, señal de que se están produciendo combates terrestres. Incluso de arma blanca según fuentes oficiales.
El caso que más ha impresionado al equipo médico es el de una familia del barrio de Mansur que quiso buscar refugio fuera de la capital yresultó calcinada en su vehículo cerca de Abu Gharib. “Los americanos disparan contra cualquier coche sin preguntar porque parecen tener miedo a algo”, apunta un cirujano presente. Sólo la madre ha sobrevivido. “La hemos derivado a la unidad de quemados del centro médico Saddam”, declara Abdul Hasan antes de explicar que tras intervenir distribuyen los casos a otros hospitales para mantener sus camas disponibles. “¡Aleihum, aleihum, shabat!” (“¡A por ellos, a por ellos, chicos!”), asegura Fuad que gritaban los vecinos de Yihad cuando la noche anterior vieron llegar a los fedayines de Saddam. Fueron ellos lo que según el relato de este testigo de excepción cargaron contra las tropas estadounidenses que trataban de hacerse con el Aeropuerto Internacional Saddam, a una treintena de kilómetros al sudoeste de Bagdad. Yihad, su barrio, se halla junto a Hay Furat y a menos de tres kilómetros en línea recta de la terminal aérea.
“Poco antes de las nueve empezaron a bombardear intensamente Hay Furat –recuerda Fuad–; hubo al menos seis oleadas, y enseguida los fedayines salieron a su encuentro.” “Fue como una película”, subraya este médico retirado al que impresionó el despliegue de fiereza de los irregulares iraquíes. Fuad vio varias decenas de todoterrenos armados con lanzagranadas en la parte de atrás que pasaron a toda velocidad hacia el aeropuerto; en cada uno viajaban seis u ocho fedayines.
“Enseguida empezamos a oír el ruido característico de las armas automáticas”, declara. Una hora después cesaban los combates y volvían a oírse los cazabombarderos a baja altitud. Las bombas no dejaron de caer sobre Bagdad durante toda la noche. Ya por la mañana, sin electricidad (que luego fue reestablecida parcialmente) y sin agua, los iraquíes escuchaban a su líder pedirles que continúen luchando. “La victoria será nuestra muy pronto”, les prometió Saddam Hussein. El régimen anunciaba la captura de 25 soldados estadounidenses al oeste de la capital y periodistas iraquíes aseguraban haber visto 50 cadáveres en el aeropuerto.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

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