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El mundo|Miércoles, 9 de abril de 2003
UN TANQUE NORTEAMERICANO ATACO EL CUARTEL CENTRAL DEL PERIODISMO

Un black-out para poder matar

El hotel Palestine, virtual cuartel general de la prensa extranjera en Bagdad, fue blanco ayer de un ataque inesperado cuando un tanque Abrams disparó contra él. El Pentágono dijo que el hotel era un blanco legítimo, y hay temor de que se quiera alejar a la prensa para impedir que divulgue atrocidades de guerra.

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La secuencia del ataque registrada por la TV desde las cercanías.
Por Angeles Espinosa *
Desde Bagdad

Vigésimo día de la guerra. Otros tres periodistas muertos. Y van 11. En esta ocasión, los disparos procedían de las tropas estadounidenses, las mismas que han venido a “liberar” Irak. El suceso ha conmocionado y confundido a los informadores extranjeros que hasta ahora se habían sentido a salvo del fuego aliado. La mayoría se muestra convencida de que no ha sido un error. A las 19.30 de la tarde (hora local), un minuto de silencio en el jardín del hotel Palestina recordó al jordano Tarek Ayubi, de Al Jazeera; al ucranio Taras Protsyuk, de Reuters, y al español José Couso, de Tele 5. La aviación estadounidense seguía bombardeando Bagdad y la cadena estatal iraquí volvía a ser objeto de ataque. El canal de televisión árabe Abu Dhabi TV aseguró que sus periodistas en la capital iraquí creen que fue un “acto deliberado”. En tanto, la emisora qatarí Al Jazeera estimó que sus equipos en Irak “ya no tienen garantizada la seguridad” y llamó a su personal a que se retire del país.
Eran las 11.55 cuando el mismo carro de combate Abrams, que Couso había estado grabando durante buena parte de la mañana, giró su cañón, apuntó al hotel Palestina e impactó contra el piso 15, justo a la altura de la habitación 1503. La onda expansiva, la metralla y los cristales rotos afectaron también a los cuartos inmediatamente inferior y superior. Couso, gallego, de 37 años, casado y con dos hijos, se encontraba junto a su cámara en el balcón de la 1403. La cámara quedó chamuscada. Couso, gracias a un torniquete que le practicó su compañero Jon Sistiaga, aguantó hasta el hospital, a donde llegó consciente. No le ocurrió lo mismo a Protsyuk, de 36 años. Murió apenas llegó a la sala de urgencias del hospital público Ibn Nafis, a cinco minutos del hotel. La explosión lo había destrozado. Otros dos periodistas de Reuters, la libanesa Samia Nakhoul y un británico llamado Paul, aunque desconocemos sus apellidos en estos instantes, ingresaron con pronóstico reservado en la clínica privada Alawiya. El iraquí Fasem Keinber recibió el alta horas después. Los enviados de Televisa, en la habitación 1603, se libraron de milagro porque entraron a cambiar de cinta.
Para entonces, ya hacía tres horas y media que dos bombas lanzadas desde un avión habían matado al periodista jordano Ayubi y herido a su camarógrafo en la sede el Al Jazeera, en la orilla occidental del Tigris. Otros cinco compañeros de esa cadena árabe y 18 de la vecina Abu Dhabi Television se habían quedado atrapados entre los carros de combate estadounidenses y la artillería iraquí. Couso estaba grabando.
Las heridas de Couso eran muy graves. Tenía dañadas la pierna derecha y la barbilla. También se le había incrustrado metralla en el tórax y la clavícula. Había que amputar la pierna para salvarlo. Sin embargo, el doctor Faisan, que dirigió la operación durante más de dos horas, se mostró optimista. Couso era un hombre joven y sano, podría superarlo. En la sala de espera del Ibn Nafis, sus compañeros respiraron aliviados. Fue por poco tiempo. Apenas 10 minutos después de ser trasladado a la unidad de cuidados intensivos, un fallo respiratorio apagaba para siempre su sonrisa. El camarógrafo gallego pertenecía a esa clase de colegas que te alegran el día incluso en una guerra. Jamás le vi una mala cara.
Habíamos desayunado juntos. Es un decir. Porque Couso apenas se había sentado para tomar el té que tan cariñosamente le había preparado Sistiaga y una galleta. Iba de una terraza a otra de la habitación, para que su cámara y los espectadores de Tele 5 no se perdieran nada de lo que pasaba en Bagdad. Su objetivo estaba siendo testigo de excepción de una batalla entre las tropas estadounidenses en las fuerzas iraquíes, en el lado occidental del puente de Al Yumhuria. Quería montar bien las imágenes y, de común acuerdo con Sistiaga, optó por no unirse a los compañeros que decidimos visitar el hospital Al Kindi. Mientras organizábamos la salida en el vestíbulo, se sintió el impacto. Salimos corriendo al jardín y se confirmó la sospecha. El hotel de los periodistas había sido alcanzado. Las miradas acusatorias se dirigieron hacia los funcionarios iraquíes. Dos días antes, un proyectil antiaéreo había pasado rozando la terraza de la habitación 1603, mientras el reportero de Televisa estaba en directo por teléfono con su emisora. Era un mal presagio: en situación desesperada los iraquíes la emprendían con los periodistas. Reuters tenía en la 1503 una cámara que transmitía imágenes en directo 24 horas al día a pesar de la prohibición de emitir cintas sin pasar por la censura.
Poco después, una grabación de la cadena francesa TF-3 nos obligaba a retractarnos y permitía respirar tranquilo al director de Información del gobierno iraquí, Uday al Tai. Las imágenes no dejaban lugar a duda. El proyectil había partido de un carro de combate estadounidense. El Mando Central Aliado en Qatar reconocía la acción, pero la justificaba diciendo que había un francotirador en el tejado. Ninguno de los periodistas alojados en el Palestina lo vio ni oyó sus disparos. Y poco podrían hacer sus balas contra un tanque que estaba a casi un kilómetro en línea recta.
La presión que Washington está ejerciendo sobre diferentes gobiernos europeos para que los informadores de sus países salgan de Bagdad, sólo sirve para confirmar la sospecha de que el disparo no fue un error, sino una advertencia. A última hora de ayer, 23 compañeros de Abu Dhabi Televisión y Al Yazira seguían atrapados en sus oficinas junto al Tigris, por el fuego cruzado de los dos contendientes.

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