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El mundo|Sábado, 4 de febrero de 2012
Tras la masacre en el partido de fútbol hubo motines en todo el país y cuatro muertos más

La furia y el descontrol envuelven a Egipto

En la capital, cientos de manifestantes lanzaron piedras contra un grupo antimotín cerca del Ministerio del Interior. Dos civiles murieron en Suez cuando la policía trataba de evitar que una multitud entrara a la comisaría local.

Por Alastair Beach *
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Los manifestantes se protegen de los gases lanzados por la policía en El Cairo.

Desde El Cairo

La furia desatada por las muertes de 74 personas en un partido de fútbol de Port Said se extendió por Egipto ayer, causando la muerte de por lo menos cuatro personas en motines en El Cairo y en la ciudad oriental de Suez. En la capital, cientos de manifestantes lanzaron piedras a las filas de la policía antimotín acampada a unos 45 metros del ministerio del Interior. Un civil murió por un disparo a poca distancia, justo frente al ministerio, el odiado símbolo de los abusos de la era Mubarak, que muchos culpan por el baño de sangre en Port Said el miércoles. Se informó que un policía se contaba entre aquellos que murieron en los enfrentamientos de ayer.

Otros dos civiles murieron en Suez al ser impactados por balas reales cuando la policía trataba de evitar que una multitud entrara a la comisaría local, dijeron los funcionarios de salud. Los disturbios en El Cairo ayer estuvieron conducidos por un grupo conocido como Ultras, barrabravas de fútbol cuyos miembros estaban entre aquellos que murieron a manos de los hooligans cuando éstos invadieron el campo en Port Said. Se unieron a miles de otros activistas que descendieron a la capital pidiendo el fin del gobierno del consejo militar.

Las protestas del llamado “Viernes de la ira” fueron convocadas por 38 organizaciones juveniles y partidos políticos. Un centenar de personas, incluidos algunos manifestantes que pasaron la noche acampados, participaron en la oración del viernes en la emblemática plaza Tahrir, de El Cairo. “Los crímenes cometidos contra las fuerzas revolucionarias no detendrán la revolución ni asustarán a los revolucionarios”, rezaba un panfleto impreso en nombre de los barrabravas de Ultras.

La escalada de la violencia llevó a los jóvenes a prender fuego a la sede de los servicios de impuestos inmobiliarios, un importante edificio administrativo situado en la confluencia entre las calles Mohamed Mahmud y Mansur, epicentro de los choques. Armarios y escritorios de la sede gubernamental fueron utilizados como barricadas improvisadas después de que el edificio fuese tomado al asalto. Los disparos de gases lacrimógenos, pelotas de goma y balines provocaron efectos devastadores entre los manifestantes.

“Lo que sucedió el miércoles a la noche fue un crimen”, dijo Alaa Alí Osman, quien ayer viajó cientos de millas desde la costa del Mar Rojo a la plaza Tahrir. “No fue un accidente, estuvo planeado.” Hubo más especulaciones en la prensa egipcia ayer sobre los motivos del desastre. Un artículo en el Egypt Independente, un diario digital, citaba a residentes de Port Said, quienes dijeron que gran número de “infiltrados” no identificados ganaron acceso al estadio antes que comenzara el partido. Los hinchas de fútbol locales dijeron que muchos de los presentes esa noche no eran hinchas regulares –una afirmación apoyada por algunos de los Ultras que fueron atacados durante los disturbios.

Alimenta el relato que siguen algunos miembros del Parlamento y comentaristas, quienes afirman que la policía deliberadamente permitió que sucediera el desastre, o incluso que lo orquestó al desplegar redes de matones y criminales. Hubo poca evidencia que apoye esta afirmación y el ministro del Interior, Mohamed Ibrahim, ayer culpó a los hinchas por el desastre. Sin embargo, las teorías conspiratorias han alimentado más aún la violencia y la ira en un país que lucha contra una seguridad que se deteriora desde el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak, en febrero del año pasado.

Los generales pusieron el dedo acusador en “partes extranjeras” que mueven los hilos de una conspiración para desestabilizar al país, sin mencionar quiénes son estas partes. “El país atraviesa la etapa más peligrosa y más importante de su historia, que requiere que todos los hijos de la nación egipcia se unan y solidaricen para enterrar la discordia, y se enfrenten a los intentos de escalada por partes extranjeras y otras internas”, señala la nota.

La cúpula castrense constató un “aumento del peligro por la propagación de rumores y la insistencia por algunas partes en amenazar las propiedades e instituciones del Estado”. La referencia a los rumores parece ser una alusión a las críticas vertidas sobre el Ministerio del Interior y sobre la propia Junta acerca de la pasividad de la policía en la masacre de Port Said. En una caldeada sesión parlamentaria, varios diputados pidieron el jueves la renuncia del ministro del Interior y responsabilizaron a la Junta Militar por los hechos.

Ayer en otros lugares, como la península de Sinaí, dos turistas estadounidenses y su guía egipcio fueron secuestradas por beduinos armados. El trío fue raptado cerca del monasterio de Santa Catalina, el sitio de peregrinaje al pie del Monte Sinaí, cuando regresaban a Sharm el-Sheikh. Los líderes tribales de la región más tarde negociaron su liberación, pero el incidente dañará los esfuerzos por conseguir que los turistas vuelvan a Egipto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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