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El mundo|Viernes, 11 de abril de 2003
COMO FALLO OTRA OPERACION DE REPARTO DE COMIDA EN EL PUERTO DE UM QSAR

Caos, en nombre de la ayuda humanitaria

Las intenciones pueden ser buenas, pero los resultados, frente a la magnitud de la crisis humanitaria que enfrenta Irak, bordean la catástrofe. Esta nota, desde una operación española de reparto de comida en la ciudad-puerto de Um Qsar en el sur de Irak, da una nueva perspectiva de la miseria y la humillación que siempre significa una guerra.

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Niñas y mujeres iraquíes esperan pacientemente las raciones de comida que llegan, pero no pueden repartirse de manera adecuada.
Por Yolanda Monge *
Desde Um Qsar

Los soldados españoles se dejaron la piel. Contenían como una muralla humana a los cientos de iraquíes que trataban de alcanzar una botella de agua y un paquete de comida. Los retenían durante un rato. Pero de nuevo empujaban los iraquíes. Ganaban éstos terreno a los soldados. Hombres y mujeres. Ancianos y niños. Una muchedumbre que trataba de obtener agua y comida. Manos alzadas hacia el agua. Hacia los soldados. Forcejeos. Un gran tumulto. Hubo buena voluntad. Pero se hizo mal. Como los anteriores repartos: caos. Aunque en esta ocasión el pillaje pudo evitarse. Sólo 20 horas después de que el buque anfibio “Galicia” atracara en el puerto iraquí de Um Qsar, el ejército español comenzó ayer el reparto de ayuda traída de España. Pero se quedó a medias. Tuvo que abandonar.
Durante algo menos de 60 minutos los infantes de Marina del Primer Batallón de la Armada con base en San Fernando (Cádiz) lucharon para tratar de que la entrega de las raciones especiales de comida para musulmanes traídas desde España fuera digna. Pero no lo lograron. Aunque ellos aseguraban que hubieran resistido. Pero recibieron órdenes de retirarse ante el color que estaban adquiriendo los acontecimientos. “¡Dile al capitán Picallo que aquí hay dos tipos dando mucha murga!”, gritaba un sargento a otro pidiendo refuerzos. El de la murga era un listo. Como muchos de los espabilados iraquíes que ayer pasaron hasta cinco veces por el camión en el que se daba ayuda a cada iraquí. El problema es que no había fila. No había listas. Sólo había gente, una muchedumbre queriendo obtener algo. Lo que fuera, y que fuera reconocible para ellos. Por eso tiraban, nada más abrir el paquete, las tabletas potabilizadoras de agua y las pastillas para encender fuego.
Desde dos camiones del ejército, cuatro soldados entregaban la botella de agua y la ración de campaña a quienes poco a poco iban dejando pasar sus compañeros de filas. Se elegía a la gente al azar. No había otra manera. Los infantes de Marina habían creado un círculo humano con el que protegían los vehículos cargados con el reparto. Pasión Portillo, 21 años, natural de Villamartín (Cádiz), rescataba a niños de los brazos de sus familiares, que los ofrecían a la soldado para acercarlos hasta la ayuda. Con el fusil de asalto cruzado sobre el pecho, manejaba niños a toda velocidad. “¡Aquí, Pasión!”, le gritaba otro soldado para que Portillo fuera a hacerse cargo de otro pequeño, esmirriado. “¡Se nos van a echar por tres frentes!”, advertía un teniente. “¿Cómo organizas esto? Dime tú cómo organizas esto”, preguntaba un oficial a otro. Con cara de circunstancias, un oficial de Marina se excusaba: “Llegamos ayer”. Como se excusó el almirante Juan Antonio Moreno Susanna: “He decidido retirar a mis hombres ante el cariz que tomaban los acontecimientos y para evitar males mayores”. A partir de ahora, indicó el almirante, “continuaremos con el reparto a través de la autoridad local”.
Un padre iraquí con su niñita en brazos fue conducido por los soldados españoles al buque que porta dos hospitales completos. La niña tenía heridas en la cabeza como consecuencia de que se había desplomado el tejado de su vivienda tras una explosión. Hani salió del barco con una venda nueva en la cabeza. Su padre llevaba en la mano una gasa empaquetada y un botecito de yodo.
Andrew Bonfante es el hombre que ayer hizo posible la asistencia de los periodistas españoles a la entrega de la ayuda enviada desde España. Mayor del Ejército británico, actúa con profesionalidad y educación. Con una sonrisa atiende a la multitud de periodistas que cada día se vuelcan sobre el mostrador del centro de prensa en Kuwait pidiendo respuestas. Este oficial británico realizó ayer su trabajo. Facilitó que los informadores españoles acreditados en Kuwait pudieran llegar hasta el buque anfibioGalicia atracado en el puerto iraquí de Um Qsar. Franqueó la frontera. Gestionó los salvo conductos que dejaron vía libre a los periodistas para pasar los controles del ejército de Kuwait que impiden cruzar a Irak. Bonfante es de Gibraltar. Por eso, ayer algunos reporteros españoles le dijeron en broma, como guiño de agradecimiento a su labor, “¡España gibraltareña, Andrew!”. Bonfante hizo el trabajo que no realizó el Ministerio de Defensa español. Si no hubiera sido por Bonfante, los periodistas habrían contemplado el reparto de ayuda a los iraquíes a través de televisión. El representante de Defensa ante la prensa, Manuel Rodríguez, informó a los reporteros que el “acceso no estaba permitido”. Quizá Bonfante sí consiga que todos los periodistas españoles puedan visitar el buque que ha traído la ayuda enviada desde España.

*De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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