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El mundo|Martes, 7 de febrero de 2012
Una mujer afirma haber sido amante de JFK y publica detalles de su historia

Sale a la venta un romance de Kennedy

Mimi Alford cuenta que era una pasante de 19 años cuando conoció al entonces presidente. Sus encuentros incluyeron el uso de drogas. La hoy jubilada afirma que con él perdió la virginidad.

Por Guy Adams *
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Alford tenía 19 años cuando conoció a Kennedy.

Cuando Mimi Alford decidió escribir las memorias de su affaire de amor adolescente con el presidente John F. Kennedy, su publicista rápidamente negó que intentaba hacer excitantes revelaciones con la era Camelot de la Casa Blanca. “He visto lo suficiente para saber qué extraordinario corazón y alma existe en este libro”, le dijo la editora responsable de Random House, Susan Mercandett, a The New York Times, después de pagar cerca de un millón de dólares por la historia. “Es sobre la pérdida de la inocencia”, o en palabras de Alford, la pérdida de su virginidad.

El comentario de la editora fue en 2009. Pasaron casi tres años y, bueno, todos podemos adivinar lo que sucedió. El libro de Alford, Once Upon a Secret (Erase una vez un secreto), llegará a las librerías mañana y ayer estaba agotando la tinta de los periódicos con la narraciones gráficas del estupendo apetito sexual del ex presidente. La autora, quien era una pasante de 19 años en la Casa Blanca cuando conoció a JFK, dedica 208 páginas a su relación. Describe, en gran detalle, una sucesión de encuentros extramaritales, algunos de los cuales, afirma, fueron alimentados por narcóticos, y todos fueron cubiertos por los asistentes de la Casa Blanca.

En un capítulo, Alford, que a los 69 años es ahora una abuela, recuerda que Kennedy la instruyó para que practicara sexo oral con su asistente, David Powers. “No creo que el presidente pensara que yo lo haría, pero me avergüenza decir que lo hice”, afirma. Por su parte, JFK “miraba en silencio”. En otro, recuerda haberse reunido con él en una fiesta de Hollywood en lo de Bing Crosby, donde corría la droga. “Estaba sentada a su lado en el living cuando uno de los invitados ofreció un puñado de cápsulas amarillas –lo más probable, nitrito amílico, conocido comúnmente como poppers–”, escribe Alford. “El presidente me preguntó si quería probar la droga, que estimulaba el corazón pero supuestamente mejoraba la actividad sexual. Dije que no, pero él siguió adelante y tomó una cápsula y la sostuvo debajo de mi nariz.”

Las memorias de Alford se hicieron públicas ayer a través de The New York Post, que supuestamente obtuvo una copia de una librería de Manhattan. Su publicación sólo aumentará el todavía vibrante mercado sobre la vida privada de la dinastía política más glamorosa de Estados Unidos.

Sólo la semana pasada, los archivos nacionales de Estados Unidos publicaron transcripciones de cintas grabadas en el vuelo que llevó el cuerpo del recientemente asesinado Kennedy de Dallas a Washington en noviembre de 1963. Esclarecen el angustioso viaje que tuvieron los pasajeros, incluyendo la mujer de JFK, Jackie, y su sucesor, Lyndon Johnson. Nunca hubo escasez de testigos a los amoríos personales de JFK. Se rumorea que sus conquistas sexuales iban de Marilyn Monroe a Zsa Zsa Gabor, con muchas en el medio.

En verdad, la existencia de Alford fue revelada por primera vez por el historiador Robert Kallek en 2003. La revista Time publicó un artículo escrito por el periodista Hugh Sidney de la era Kennedy en la Casa Blanca que “existía una Mimi” en el currículum romántico del presidente. Pero añadió, “también había una Pam, una Priscilla, una Jill (en realidad dos de ellas), una Janet, Kim, Mary y una Diana que recuerde sin esfuerzo”.

El libro de Alford comienza por detallar cómo la sedujo al principio, durante un tour personal de la Casa Blanca que terminó en el dormitorio de la señora Kennedy: “Lentamente, desabotonó la parte de arriba de mi vestido y tocó mis pechos... Luego me levantó la pollera y comenzó a sacarme la ropa interior”. El libro continúa discutiendo sus relaciones “variadas y divertidas”. En un momento, ella temió estar embarazada, y él arregló para que viera a un médico abortista aunque el procedimiento era ilegal en Estados Unidos. Muy raramente JFK le dio a Alford una visión más profunda de lo que le pasaba. Ella recuerda que una vez rompió en llanto después de la muerte de Patrick Bouvier Kennedy. En otra ocasión, durante la crisis de los misiles en Cuba, confesó: “Preferiría que mis hijos fueran comunistas a que estuvieran muertos”. El libro termina con una nota sombría. Se vieron por última vez en el hotel Carlyle de Nueva York. “Me tomó en sus brazos y dijo: ‘Desearía que fueras conmigo a Texas’”, Alford respondió informándole que se había comprometido con un novio de la secundaria. “Lo sé”, dijo. “Pero te llamaré de todos modos.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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