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El mundo|Martes, 15 de abril de 2003

El gran misterio es dónde está Saddam, si es que vive

El fantasma del líder iraquí puede seguir ganando batallas en la mente de muchos árabes si no se descubre su paradero, o perdiéndolas por el sentimiento de traición.

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En Bagdad lo único no fue derribar monumentos, sino humillar simbólicamente a Saddam.
Por Angeles Espinosa
Desde Bagdad

Sus seguidores aseguran haberlo visto. Quienes aún le temen sospechan que prepara un golpe de mano. Incluso los hay convencidos de que está en manos de EE.UU. y creen que tal vez los traicionó. Saddam Hussein y sus colaboradores más cercanos se evaporaron tras la llegada de las fuerzas invasoras a las puertas de Bagdad. Con su desaparición se derrumbó un régimen que hasta unas horas antes se agarraba a un clavo ardiendo para mantenerse en el poder. Si no se aclara su paradero, su fantasma, como el de Osama bin Laden, puede seguir ganando batallas en la mente de muchos árabes.
“Nos traicionó”, responden a una varios de los habitantes de Moasalat, una modesta barriada de la periferia oeste de Bagdad. Contra cualquier estereotipo, es una mujer quien lleva la voz cantante. “Estoy avergonzada de Saddam”, declara Nadia Hasan. “Nos colocó en una situación embarazosa.” Esta profesora de inglés de 30 años admite que no amaba a su presidente tal como se veía obligada a enseñar a sus alumnos, pero que al fin y al cabo era el jefe del Estado. Sin embargo, ahora lo llama “cobarde”. “Si no éramos lo suficientemente fuertes, debería haber dejado el país cuando le dieron 48 horas para hacerlo; nos engañó”, concluye, resumiendo el sentir general. Los vecinos están confundidos. “¿Dónde está?”, pregunta Nadia sin dar pábulo a los rumores de que se ha exiliado. “Tal vez tiene un plan”, apunta Hamid. “Está en manos de EE.UU.”, asegura Faisal, más proclive a la teoría de la conspiración.
“Por supuesto que sabíamos que no podíamos vencer a Estados Unidos, pero al menos esperábamos un compromiso honorable”, dice el profesor Wadmi Nadmi, único opositor tolerado por el régimen de Saddam. Nadmi interrumpe su reunión con ciudadanos que tratan de organizar la seguridad de sus barrios para recibir al diario griego Ta Nea y a El País. “Resulta difícil porque no nos conocemos. Los baazistas no permitieron que surgiera una sociedad civil”, se duele.
Nadmi se hizo baazista muy joven, y terminó encarcelado y torturado por el primer Gobierno de ese partido en 1963, por lo que se vio obligado a exiliarse. A pesar de ello, mantuvo siempre el contacto con sus ex camaradas y volvió a su país en 1974, aunque se negó a participar en un régimen que, dice, había traicionado sus ideales.
Respecto al paradero de Saddam, considera que hay dos opciones verosímiles: “O lo mataron con la bomba de Al Mansur (el lunes de la semana pasada), y al fallar el primer eslabón de la cadena de mando se derrumbó todo el sistema; o bien alguien en las más altas instancias lo traicionó y se quedó solo y aislado”.
Nadmi no parece dar credibilidad a las versiones que hablan de su posible huida a Siria o de que pidió asilo en Rusia. No encaja con el carácter del personaje.
Un analista político iraquí, Amer al Nafaj, aseguró ayer a la cadena Al Yazira que Saddam murió en aquel bombardeo en Bagdad. Nafaj citó como fuente de esta información a “uno de los soldados de la guardia especial”. La fantasía popular es ilimitada y hay quien se imagina a Saddam disfrazado de mujer para esquivar a los servicios de espionaje.
“Ya pasó con Nur Said”, asegura Um Nazar en referencia al que fuera primer ministro del rey Faisal. “Soy lo bastante vieja para recordarlo”, añade, “vestía una abaya y zuecos de madera, pero era un hombre alto y lo delataron los pelos de las piernas”.
En cuanto al resto de la veintena de dirigentes que compartían el poder con Saddam, Nadmi está convencido de que “la mayoría siguen aún por aquí, pero permanecen escondidos”. En su opinión, la mayoría de los miembros del Baaz eran oportunistas sin ninguna base ideológica. No obstante, confía en que el partido sobrevivirá porque es “una formación histórica”. Tal vez el profesor Nadmi tenga razón, pero los vecinos de Moasalat ya no se encontrarán entre sus miembros. Todos aseguraron tener el carné del partido. Todos se declararon profundamente decepcionados. Tienen que redefinir sus parámetros vitales y elegir nuevas fidelidades. Sólo una cosa tienen clara, la traición de Saddam no les pone en manos de EE.UU. Se muestran extremadamente críticos con la presencia de tropas extranjeras en su territorio. Si su estancia se alarga, el fantasma de Saddam aún puede ganar alguna batalla.

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