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El autoconfeso asesino masivo de Noruega, Anders Behring Breivik, desechó ayer airadamente la perspectiva de un largo período en prisión, describiéndolo como “patético”, e insistió en que la pena de muerte o la absolución eran las únicas respuestas legales “lógicas” a su asesinato de 77 personas el año pasado. El estallido del fanático de ultraderecha, de 33 años, surgió después de un duro interrogatorio por parte de sus fiscales, en el tercer día del juicio por llevar a cabo las peores acciones en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial. Mató a ocho personas con una bomba en Oslo y le disparó a 69 jóvenes que asistían a un campamento de verano del Partido Laborista en julio pasado.
“Si le hubiera temido a la muerte, no me hubiera animado a llevar a cabo esta operación”, se jactó Breivik ante la corte en apoyo de su pedido de pena de muerte. Los observadores dijeron que sus comentarios enojados e ilógicos mostraban que estaba comenzando a sentir el estrés de las repreguntas. Noruega abolió la pena de muerte en 1979.
Su exabrupto fue posterior a un detallado interrogatorio sobre sus afirmaciones de pertenecer a una organización militar terrorista antiislámica, llamada Caballeros Templarios, que los fiscales no creen que exista. Breivik le dijo a la corte ayer que antes de llevar a cabo su masacre, en 2011, fue “ordenado” en Londres por el grupo. Presionado sobre su autenticidad, Breivik le respondió al fiscal interrogante Inga Bejer Engh diciendo que “no era una organización en el sentido convencional”, pero el grupo estaba formado por “células independientes”. Luego le dijo a la corte que uno de los fundadores del grupo era un “héroe de guerra” nacionalista serbio a quien conoció en Liberia en 2002.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: C. D.
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