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El mundo|Martes, 19 de junio de 2012
Los conservadores y los socialistas están a punto de formar gobierno

Socios por conveniencia a la griega

Antonis Samaras, ganador de Nueva Democracia, se reunió con el jefe máximo del Pasok, Evangelos Venizelos. La historia vuelve a su punto inicial: ambos presiden los partidos que desmoronaron al país.

Por Eduardo Febbro
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Samaras dejó de ser el abanderado del cumplimiento de los compromisos para encarnar la defensa de una “renegociación” del rescate.
Desde Atenas

Los aliados de la crisis griega están a punto de concluir un acuerdo para formar un nuevo gobierno. Al día siguiente de la victoria de los conservadores de Nueva Democracia en las elecciones legislativas del domingo, su líder, Antonis Samaras, se reunió con el jefe máximo de los socialistas del Pasok, Evangelos Venizelos, y ambos dejaron entrever la posibilidad de que el próximo Ejecutivo quede plasmado hoy. En él no participará la coalición de la izquierda radical, Syriza, cuyo líder, Alexis Tsipras, ya adelantó la imposibilidad de ingresar en un gobierno con sus principales enemigos y con quienes van a conducir a Grecia por el camino de una mayor austeridad. La política griega es un teatro de mentiras e hipocresías pocas veces alcanzada en la historia política de las democracias modernas. Cuando era joven y estudiaba Economía en el selecto Amherst College de Massachusetts, el hombre designado por el presidente griego Karolos Papulias para formar un gobierno, Antonis Samaras, compartía su habitación con quien sería más tarde su rival político de toda la vida, el dirigente socialista del Pasok Giorgos Papandreu. Todos se conocen muy bien a fuerza de repartirse el pastel que el poder sirve en bandeja. Papandreu renunció en noviembre de 2011 para dejarle paso a un gobierno de técnicos presidido por Lukas Papademos. Este, a su vez, abrió el camino a las elecciones del 6 de mayo y a las del domingo, donde ganó el partido de Samaras, Nueva Democracia.

Antonis Samaras necesita de sus antiguos socios-rivales del Pasok para poder gobernar. Los socialistas griegos dieron ayer muestras de su arte de la metamorfosis incongruente. Evangelos Venizelos planteó la participación del Pasok en el gobierno a cambio de una “amplia coalición”. Esta debería integrar a los partidos que impugnan las políticas de austeridad, en este caso Izquierda Democrática (fue creado el año pasado) y Syriza. Esta opción es un cuento. Nadie es capaz de pensar en Atenas que el segundo grupo más votado en Grecia –Syriza–, gracias a su oposición al rigor, vaya a entrar en el equipo encargado de ampliar las políticas de ajuste. Todo resulta inverosímil, empezando por las trayectorias personales de Venizelos y Samaras. La mitología griega es profunda y compleja, la historia inmediata se parece a un tejado lleno de gatos oportunistas. La crisis de la deuda se originó entre 2004 y 2009, cuando Nueva Democracia estaba en el poder y no sólo multiplicó por dos la deuda griega sino que, además, maquilló las cuentas del país: presentó un déficit del 6 por ciento del PIB cuando, en realidad, éste alcanzaba 16 por ciento.

Europa celebró ayer la victoria de Nueva Democracia como una salvación del euro. Nada puede ser más falso: ningún partido, ni siquiera la coalición de izquierda radical Syriza, optó por salir de la moneda única. Berlín y los medios hicieron un grandioso trabajo de manipulación: “Nos los creímos, por eso votamos por Nueva Democracia tapándonos la nariz”, decía ayer un joven votante de Nueva Democracia. Lo más asombroso radica en que Europa puso sus fichas en la casilla de un partido implicado hasta los huesos en la debacle y en un hombre cuya trayectoria está empapada de variaciones incongruentes. En Atenas, la gente comentaba con cierto humor: “Con él nunca se sabe, de pronto cambia de idea”. Cambiar, lo que se dice cambiar, Samaras cambió muchas veces. Los dos protocolos de austeridad que Grecia firmó con la troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea) lo tienen como protagonista de metamorfosis fulgurantes. En 2010, cuando se firmó el primer plan de rescate, Samaras lo rechazó con tanta vehemencia que fue hasta expulsar de Nueva Democracia a los diputados que votaron a favor. Cuando se pactó el segundo plan, el economista griego tomó distancias y rehusó que cualquier dirigente de peso de su partido formara parte del gobierno de coalición a cargo del banquero Lukas Papademos, un socio de Goldman Sachs en el maquillaje de las cuentas griegas. Samaras cambió de postura a principio de año y se vistió con el traje del cumplimiento: clamó a los cuatro vientos el irrevocable compromiso de cumplir con el memorando. Sin embargo, con las elecciones encima, Samaras modificó su posición. Dejó de ser el abanderado del cumplimiento para encarnar la defensa de una “renegociación amistosa” del plan. Antes no, después sí, luego tal vez y ahora, ya veremos. Su futuro socio en el posible gobierno, Evangelos Venizelos, también se ha distinguido por sus bruscas transformaciones. Venizelos fue el ministro de Finanzas que puso su firma en el segundo plan de rigor. Ahora, sin embargo, rema hacia otra orilla y aboga por cambiar las condiciones del texto que él mismo negoció y aprobó.

La historia vuelve a su punto inicial: Samaras y Venizelos presiden los partidos que desmoronaron al país. Hoy tienen la misión de sacarlo del agujero. A esa misión se le agrega otra: destruir la fuerza emergente de Syriza. La coalición de la izquierda radical es un peligro mortal para esos dos partidos campeones de la corrupción, el clientelismo y el derroche de los dineros públicos. De hecho, con el 26 por ciento de los votos que Syriza obtuvo el domingo, la coalición de Alexis Tsipras se convirtió en el primer eje de oposición real en el Parlamento. Hasta el 17 de junio, Pasok y ND no funcionaban como polos opositores. Tsipras reiteró que no participaría en una coalición “con los partidarios de la austeridad y del terrorismo económico impuesto por los acreedores” de la troika. El tiempo no les deja mucho espacio a los jefes de ND y Pasok. El Ejecutivo deberá estar cerrado esta semana. A Grecia le esperan días de castigo. Ya no hay gasas ni remedios esenciales, ni jeringas en los hospitales. Pero no basta: la troika exige más ajustes, ahorro público con el despido de 150.000 funcionarios suplementarios y unos cuantos recortes más. No resulta evidente apostar por el futuro. La relación de fuerzas ha cambiado. Hay, hoy, una oposición real representada por el peso de la izquierda no socialista. Syriza, el Partido Comunista y Dinar llegan a sumar cerca del 40 por ciento de los votos. Este dato no es sólo inédito en Grecia sino, también, para el conjunto de las democracias europeas donde la socialdemocracia es la fuerza parlamentaria dominante. Grecia inauguró un camino.

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