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El mundo|Jueves, 5 de junio de 2003

Las armas ahora apuntan a Blair

Ayer fue otro día de agrias disputas sobre las presuntas armas de destrucción masiva de Irak, tanto en Londres como en Washington.

Por Marcelo Justo
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Tony Blair deberá atajar varias pelotas al mismo tiempo.
A casi dos meses de la caída del gobierno de Irak, la sombra de Saddam Hussein sigue acosando al primer ministro Tony Blair. En un acalorado debate en la Cámara de los Comunes ayer, el primer ministro británico negó categóricamente que hubiese exagerado o mentido sobre la evaluación que el espionaje británico, el MI6, hizo de la existencia de armas de destrucción masiva. El dato no es menor: la supuesta amenaza que constituía Saddam Hussein fue el principal argumento esgrimido por el gobierno laborista para iniciar una guerra que la mayoría de los británicos no quería.
El primer ministro anunció que el comité parlamentario de seguridad e inteligencia analizaría a fondo el tema, pero rechazó la formación de una investigación judicial independiente como pidieron a gritos decenas de diputados de su propio partido y las dos principales fuerzas de la oposición, los conservadores y los liberal-demócratas. Gracias a la mayoría absoluta que tiene su partido en la Cámara, Blair salió airoso en la votación posterior de una moción opositora para que hubiera una investigación independiente, pero el creciente debate público que está generando el tema indican que su propia credibilidad y futuro político están en juego.
Como muestra de la presión que está experimentando el primer ministro, anteayer otro comité parlamentario, el de Asuntos Exteriores, indicó que iniciaría una investigación sobre la presunta distorsión que el primer ministro habría hecho de la información que le preparó el Comité Conjunto de Inteligencia el pasado septiembre cuando arreciaba la polémica sobre una posible acción bélica contra Irak. A diferencia del Comité de Seguridad e Inteligencia, que debate a puertas cerradas y responde directamente al primer ministro, el de Asuntos Exteriores puede interrogar a ministros en sesiones abiertas al periodismo y la gente.
En la Cámara Tony Blair defendió con vehemencia la guerra que liberó a Irak “de un tirano monstruoso que llenó la nación de fosas comunes” y negó las acusaciones que se le formulan. “En ningún momento hubo ningún tipo de interferencia de mi parte o de alguien del gabinete respecto a la información que se nos dio. Eso es una mentira absurda”, dijo.
Las negativas no hicieron más que atizar el fuego. El jefe de la oposición, el conservador Ian Duncan Smith, señaló que si no se publicaba toda la información de los servicios secretos sobre las armas de destrucción masiva, se ponía en entredicho la credibilidad del mismo gobierno. El líder de los liberal-demócratas, Charles Kennedy, puntualizó que los servicios secretos informaron anónimamente a la prensa sobre las presuntas distorsiones de sus documentos ante la creciente improbabilidad de que se encuentren armas prohibidas en Irak. “Esto pone en juego la credibilidad del primer ministro o la de los servicios secretos. Ahora el gobierno dice que son elementos interesados de los servicios los que están pasando esta información. ¿En quién puede confiar el pueblo británico si el mismo gobierno está diciendo que no se puede confiar en sus propios servicios de inteligencia?”, preguntó Kennedy.
Pero quizá los dardos más venenosos provinieron del propio laborismo. El ex canciller Robin Cook recordó una de las aseveraciones más repetidas por el gobierno en su momento: que el gobierno de Saddam Hussein tenía un arsenal de armas de destrucción masiva que podía utilizar de modo devastador con sólo 45 minutos de aviso previo. Dado que Irak no utilizó estas armas durante la guerra y que las fuerzas invasoras no han hallado lo que, según el gobierno, existía en amenazadora abundancia, “¿no deberíael premier admitir que se equivocó en esto y que se equivocó también al decir que Irak estaba tratando de adquirir uranio de Africa?”, dijo Cook.
El vendaval político no da señales de aplacarse. Las recientes declaraciones del secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, y de su subsecretario, Paul Wolfovitz, que contemplaron la posibilidad de que no se encuentren armas de destrucción masiva, socavaron al gobierno británico que, con el primer ministro a la cabeza, no se cansa de repetir que existen. Así las cosas, no cabe duda que un hallazgo inequívoco del equipo de 1400 efectivos que están buscando armas prohibidas en Irak sería una bendición celestial para Tony Blair.

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