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El mundo|Miércoles, 13 de marzo de 2013
La influencia de los movimientos eclesiásticos en el cónclave

Los grupos que se disputan el poder

Por Eduardo Febbro

La elección del Papa del futuro –o del pasado– depende menos de los cardenales que lo eligen que de las divisiones que los respaldan, o sea, de la congregación a la que pertenecen. El Vaticano es un enjambre de grupos que se disputan el poder y los puestos claves. A lo largo de su historia la beatitud de los valores cristianos ha chocado con las prácticas internas. En este contexto, los movimientos eclesiásticos son el factor determinante de la elección papal. Conservadores, progresistas, moderados, estos ejércitos incruentos ejercen una influencia decisiva en los asuntos del Vaticano.

Uno de los dos favoritos al privilegio supremo, el arzobispo de Milán Angelo Scola, pertenece a un movimiento con mucha influencia, Comunión y Liberación. Esta corriente, fundada en los años ’60 por un sacerdote de Lombardía llamado Don Giussani, es muy cercana al círculo político del centroderecha de Italia. Los cardenales Antonelli y Braz de Aviz así como el ministro del Interior vaticano, Giovanni A. Becciu, son considerados como adeptos de Comunión y Liberación.

Otro movimiento de peso considerable está constituido por los “focolares”. Lanzado en los años ’60 por una maestra italiana, Chiara Lubich, los focolares sacan su influencia de la eficacia con la que hacen las cuentas. Poseen una red de empresas solidarias en el Viejo Continente y en América latina –unas 900–, cuyo corte les ha dado mucha popularidad local e influencia en el Vaticano. Aunque el público en general lo conozca menos que al Opus Dei, hay otro poderoso grupo cuya gravitación es importante: se trata del Camino Neocatecumenal. Esta corriente es más conocida como los kikos. El nombre hace referencia a su fundador, el extravagante Kiko Argüello, quien lo creó en los años ’60 junto a Carmen Hernández. Los kikos constituyen hoy el movimiento más activo. Su peso creció bajo el pontificado de Juan Pablo II, quien hizo de ellos uno de los pilares de su estrategia de “nueva evangelización” profundizada luego por Benedicto XVI. Más conservadores que Comunión y Liberación, los kikos se destacan por su asombrosa capacidad de movilización y por la juventud que atraen para sus objetivos. Kiko Argüello repite hasta el cansancio que los grandes peligros del mundo moderno, o sea, los que amenazan la estabilidad de la Iglesia, son la sexualidad libre, el adulterio, el divorcio y la televisión.

Desde luego, aunque haya muchos fantasmas en torno del Opus Dei, que no es un movimiento sino una prelatura personal dentro de la Iglesia. El Opus fue fundado por el español José María Escrivá de Balaguer y cuenta con llegadas muy profundas al corazón del Vaticano. Su gravitación es enorme, tanto que algunas lenguas le atribuyen en Roma el “montaje” que condujo a la renuncia de Benedicto XVI. Entre los núcleos que vale la pena destacar está la Comunidad de San Egido. Es un movimiento laico fundado hace cerca de 50 años por el profesor italiano Andrea Ricardi que ha logrado una síntesis entre su compromiso con la evangelización y la acción política. El conjunto de estos grupos, movimientos o sensibilidades forman parte de lo que se llama “la renovación carismática” y ha ido acumulando espacios de poder con los sucesivos mandatos papales.

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