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El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, prometió que reanudará los esfuerzos para que el Congreso apruebe el cierre de la prisión de Guantánamo, a la que definió como “cara”, “ineficaz” y como un estímulo para que crezca el sentimiento antinorteamericano en el mundo. Cinco años atrás, durante su primera campaña para llegar a la Casa Blanca, el cierre de Guantánamo había sido una de sus promesas centrales.
La prisión de alta seguridad es utilizada actualmente por las autoridades estadounidenses como centro de detención para acusados de “terrorismo”, luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Desde febrero, un número creciente de detenidos está en huelga de hambre como protesta por su estado de detención indefinida y por el tratamiento recibido de parte de las autoridades de esa prisión, de los cuales 21 reciben alimentación forzada y otros 5 se encuentran hospitalizados, según señalaron especialistas en derechos humanos de la ONU y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
De los 166 detenidos que hoy pueblan la cárcel de Guantánamo, todos son oriundos de Medio Oriente y 86 ya fueron aprobados para ser liberados. De los 80 presos restantes, sólo seis, presuntamente vinculados a los atentados contra las Torres Gemelas en 2001, están siendo juzgados, aunque por cortes militares ad hoc que no respetan ni el mínimo de las garantías legales establecidas en el derecho internacional. Los otros 76 no fueron acusados ni recibieron la luz verde para ser eventualmente liberados.
Las violaciones a los derechos humanos que suceden allí dentro fueron reiteradamente denunciadas por organismos internacionales, la última de las veces el martes pasado a través del portavoz de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU (Unhcr), Rupert Colville, quien aseguró que alimentar a la fuerza a los prisioneros “contraviene la ley internacional”.
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