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El mundo|Domingo, 29 de junio de 2003
LAS MEMORIAS DE HILLARY CLINTON LANZAN LA CAMPAÑA OPOSITORA EN EE.UU.

Blancanieves y los nueve enanitos

EE.UU. ya piensa en las presidenciales de noviembre de 2004. El 1º de mayo, George W. Bush lanzó su campaña a bordo
de un portaaviones. Y hace dos semanas, Hillary Clinton hizo lo propio con el lanzamiento de sus memorias. Aquí, un paseo por la galería de políticos que quieren disputar la Oficina Oval a George W.

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Hillary Clinton dice que no se presentará, pero encabeza las encuestas demócratas.
Cuando el Congreso norteamericano despidió a Richard Nixon por tramposo, algunos estadounidenses pensaron que deberían ser más cuidadosos con la elección de sus presidentes. Eso ahora no es tan seguro. Según un sondeo de la Universidad Quinnipiac, si las elecciones presidenciales fueran hoy, George W. Bush ganaría con el 53 por ciento de los votos frente al 40 por ciento de Hillary Clinton. Pero a pesar de que es la demócrata con mayor intención de voto, la ex primera dama no se presentaría a las internas de su partido. O al menos eso es lo que dijo en el lanzamiento de su autobiografía, que en su primer día vendió 200.000 ejemplares, todo un record de ventas que invita a pensar en una avalancha parecida en una jornada electoral. Es decir: Hillary es candidata de facto.
Según ese sondeo, si la interna demócrata fuera en estos días, Hillary derrotaría a los otros nueve demócratas que sueñan con convertirse en el rival de Bush en el 2004. Pero Clinton dice que está “muy orgullosa” de su trabajo como senadora de Nueva York y que no será candidata. Esta es una declaración ambigua: su senaduría por Nueva York fue un invento (no es neoyorquina, y ganó su derecho a una banca simplemente por mudarse a la ciudad del progresismo chic) y el segundo demócrata mejor posicionado, el senador Joe Lieberman, tiene apenas el 16 por ciento de intención de voto demócrata. Muchos piensan que el lanzamiento de las memorias de la estadounidense más influyente de la última década es una estrategia de marketing para su próximo paso, ganar las elecciones presidenciales del año que viene. De momento, la versión que ella hace circular es que recién se presentará como candidata en el 2008 porque, para incrementar sus chances, lo ideal sería que Bush gobernara otros cuatro años. De hecho, Hillary puede estar aún muy a la izquierda de la “América profunda”. Pero cuatro años, en política norteamericana, es mucho tiempo. Y ahora, los tiempos empiezan a apremiar. La candidatura republicana está lanzada, y las primarias demócratas empiezan en enero. Es decir: los demócratas tienen seis meses para presentar los candidatos que le disputarán a George W. la presidencia.
Los que vienen después
“Esta interna será el momento más decisivo para el Partido Demócrata desde las elecciones de 1992, cuando ganó Clinton”, dice Bruce Reed, presidente del Consejo de Liderazgo Demócrata (DLC). Pero casi todos pronostican otra derrota demócrata para el 2004. Según la revista Time, Bush es todo lo que los demócratas no han sido: audaz y sin complicaciones. Y, por si fuera poco, tiene un buen equipo de campaña. Si los demócratas encuentran un tema de campaña ganador, “Karl Rove, el estratega de Bush, encontrará la manera de apropiárselo”, dice este semanario. Bush no sólo acaba de ganar una guerra sino que cuenta con el 57 por ciento de imagen positiva –aunque en abril, justo después de la guerra, ésta era del 73 por ciento–.
Pero se podría ver en apuros “si la economía no mejora y las consecuencias de la guerra en Irak resultan nefastas”, dice Thomas E. Mann, analista de Brookings Institution. Aunque George W. sigue a la cabeza de los rankings de popularidad, la economía permanece en pronóstico reservado. Además, muchos estadounidenses han empezado a cuestionar su intervención en la Hoja de Ruta, el plan de paz para Medio Oriente. Una semana después de que el presidente intentó mediar por la paz en la región, ésta entró en una nueva ola de violencia. Para colmo, la CIA acaba de admitir que Bush usó datos falsos para demostrar que Saddam Hussein tenía un programa de armas nucleares. La mayoría republicana en el Senado bloqueó una propuesta demócrata para investigar el tema pero, tarde o temprano, Bush tendrá que responder por qué no han aparecido las armas.
Por ahora, los candidatos confirmados para pelear la interna demócrata son nueve. De éstos, sólo seis son creíbles para la opinión pública. Ysólo uno se opuso a la guerra en Irak: el actual gobernador de Vermont, Howard Dean. Es un típico gobernador de Vermont, en el sentido de que su hiperliberalismo puede llevarlo a abrazar las causas aparentemente más contradictorias: hace poco firmó la legalización del matrimonio entre homosexuales en su estado, una movida muy criticada por los conservadores, pero también apoya fervientemente una ley que autoriza a los habitantes de Vermont a llevar un arma. “Bush hace mendigar a la clase media y baja los impuestos de la gente que dirige Enron”, dijo la semana pasada al anunciar oficialmente su candidatura. No fue el mejor momento para hacerlo: la semana pasada, su hijo Paul, de 17 años, fue acusado de robar un pack de cervezas en un country.
El resto de los candidatos “serios” votó a favor de la invasión a Irak, aunque sólo Lieberman lo hizo sin reservas. Ahora, éste se muestra ansioso por resolver el enigma de las armas iraquíes porque “está en juego la credibilidad de Estados Unidos”. Pese a sus diferencias, los nueve candidatos coinciden en un punto: todos prometen un seguro de salud para los 41 millones de norteamericanos que no tienen cobertura. Actualmente, el Congreso debate el futuro de Medicare, el único plan de salud estatal para los norteamericanos. Este es un tema complejo y de larga data que divide las aguas entre republicanos y demócratas. Cuando era presidente, Clinton quiso implementar un plan de salud universal –diseñado por Hillary, en lo que puede ser una anticipación del futuro–, pero el Congreso no lo dejó. Y ahora que Bush quiere privatizar la salud, el futuro de Medicare será el gran tema de las elecciones del 2004. Pero los demócratas también deberán convencer a los norteamericanos de que están tan comprometidos con la seguridad nacional como sus adversarios. Si el mundo se mantiene tranquilo y la economía se reactiva, el año que viene los demócratas podrían enfrentarse a un rival invencible, sin importar lo que hagan.
El club de los millonarios
Un candidato a tener en cuenta es el senador John Edwards. Le dicen el clon de Bill Clinton porque siempre sonríe y reparte besos y abrazos a diestra y siniestra. Es hijo de un obrero y para pagarse la carrera de derecho, todos los veranos limpiaba conductos de ventilación. Se recibió en tres años y entró a una firma de abogados especializada en representar a familias que demandan a grandes empresas por daños y perjuicios. Ganó casi todos los litigios y amasó una fortuna de 25 millones de dólares. Hace unos años perdió a su hijo adolescente, cuando un fuerte viento barrió al auto en el que viajaba y lo estrelló contra el guardarrail de una autopista.
Otro candidato con plata es el senador Bob Graham, hermano del fallecido editor del diario Washington Post, Philip Graham. Tiene propiedades por 25 millones que incluyen un campo de golf en Miami. Pero aunque debe toda su fortuna a su esposa, el candidato más rico es el senador John Kerry. Su mujer, Teresa Heinz Kerry, recibió 500 millones de dólares de su primer marido, Jack Heinz, heredero del imperio del ketchup H. J. Heinz. Antes de morir en un accidente aéreo en 1991, el mismo Heinz presentó a Kerry a su esposa en las escalinatas del Capitolio. Cuando cuatro años más tarde se casaron, muchos dijeron que Kerry estaba con Teresa por su dinero. Ella es muy amiga de los Bush, pero cuando su esposo se postuló como candidato, dejó el Partido Republicano.
Fraude, mentiras y video
Los candidatos con menos chances son un ex productor de videos, la novia de un agente del ex dictador de Nigeria y un activista de derechos civiles que demandó al canal HBO por difundir un video donde él hablaba de drogas con el FBI. Se trata, por orden de aparición, de Dennis Kucinich, Carol Moseley Braun y el reverendo Al Sharpton. Durante su campaña no han parado de arrojar misilazos contra la actuación de Bush en Irak. Para Kucinich, actual representante por Ohio, el presidente usó información fraudulenta y llevó a su país a una guerra a la que nunca debería haber ido. Moseley Braun, por su parte, sigue la misma línea. “Acabamos de destruir nuestra capacidad de pelear contra el terrorismo porque fuimos a Irak”, dice. “Y mientras gastamos miles de millones de dólares en la reconstrucción de Bagdad, nuestras escuelas se derrumban y los norteamericanos están aterrorizados”, declara. Fue la primera mujer negra en entrar al Senado norteamericano. Pero fue destituida en 1998 cuando se la acusó de usar los fondos de su campaña para comprarle regalos a su novio, un agente del dictador nigeriano Sani Abacha. En 1996, el Departamento de Estado la retó por viajar en secreto a ese país, por entonces catalogado por Washington como un estado “paria”.
Pero el candidato más cuestionado es Sharpton. Se hizo famoso en 1987 con el caso de Tawana Brawley, una quinceañera negra que afirmaba haber sido violada por seis blancos, entre ellos dos policías. Sharpton se erigió en representante de la víctima y llegó a acusar al asistente del fiscal de distrito Steven Pagones de ser uno de los violadores. Pero la fiscalía no pudo presentar pruebas de la violación e incluso hubo testigos que afirmaron haber visto a Brawley en una fiesta la noche en que supuestamente la habían atacado. Finalmente, el tribunal determinó que ésta había inventado la historia. El año pasado, el reverendo demandó a HBO por 1000 millones de dólares por transmitir un video de 1983 en el que él hablaba sobre drogas con un mafioso y un agente del FBI. Sharpton nunca fue acusado formalmente por su aparición en el video pero, según él, éste fue utilizado para arruinar sus posibilidades de alzarse con la presidencia.

Informe: Milagros Belgrano.

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