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El mundo|Lunes, 23 de septiembre de 2013
EL PAPA ACUSO AL “SISTEMA ECONOMICO MUNDIAL” POR LA FALTA DE TRABAJO Y LLAMO A NO PERDER LA ESPERANZA

Francisco les habló a los desocupados

Frente a cientos de desempleados, jóvenes y jubilados en la isla de Cerdeña, el pontífice improvisó un mensaje. “La falta de trabajo lleva a la falta de dignidad”, dijo. En Italia, la desocupación es del 39 por ciento entre los jóvenes.

Por Elena Llorente
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El Papa visitó la ciudad de Cagliari, en Cerdeña, y llamó a “no dejarse robar la esperanza”.

Desde Roma

“La falta de trabajo lleva a la falta de dignidad”, dijo ayer el papa Francisco en la isla de Cerdeña, frente a cientos de desocupados, jóvenes y jubilados que fueron a recibirlo y a escucharlo en ocasión de su visita a la isla mediterránea. En un país donde la crisis económica comenzada en 2009 no termina de pasar y donde la desocupación general ha superado el 12 por ciento y en los jóvenes el 39 por ciento, Francisco optó por improvisar un discurso en el que acusó al “sistema económico mundial” de que sólo piensa en el “ídolo dinero”, pero también llamó insistentemente a “no dejarse robar la esperanza”, subrayando que la esperanza “se construye entre todos”. Tenía un mensaje escrito el papa Francisco, según él mismo dijo, pero prefirió no leerlo y lo entregó a los obispos de Cerdeña para que lo tomen, dijo, “como si lo hubiera leído”.

Le gusta y lo hace muy seguido esto de improvisar, de decir lo que siente y lo que piensa. Y en esto tiene poco que ver con los papas que lo han precedido, demasiado atados a las formalidades vaticanas o a los propios conceptos, muy intelectuales a veces, sobre la vida de la Iglesia. Francisco, en cambio, habla simple pero dice cosas que tocan el corazón de la gente. Incluso hace análisis casi sociológicos, como hoy, pero accesibles a todo el mundo. Y eso se demostró una vez más en Cagliari, la ciudad de Cerdeña que visitó, donde muchos se emocionaron ante las palabras del Papa argentino.

El pontífice había partido muy temprano del Vaticano y a las 9 de la mañana estaba en el aeropuerto de Cagliari, donde fue recibido por las autoridades locales, civiles y eclesiásticas. Pero apenas puso pie en la isla, pidió saludar, aunque de lejos, a los 150 inmigrantes de Africa y Asia alojados en un centro del aeropuerto, en tanto se tramita su pedido de asilo político. Los saludó desde el auto, pero los inmigrantes, la mayoría musulmanes, estallaron en un aplauso.

Su primera etapa en la isla fue el encuentro con el mundo del trabajo. Desde un palco en la plaza Carlo Felice, del centro de la ciudad, hablaron un desocupado, un pastor y una empresaria. “Desde febrero de 2009 no tengo trabajo –dijo el obrero Francisco Mattana, que trabajaba en una empresa local–. La falta de trabajo hace nuestro espíritu débil, una debilidad que genera miedo y el precio lo pagan las familias.” Al concluir Mattana, le pidió al Papa hacerse portavoz “de nuestro grito de dolor” ante quien representa a las instituciones de este país. “Gracias por haber elegido comenzar esta jornada con el mundo del trabajo, que vive un momento de gravísima crisis pero que cultiva la esperanza de superarla”, dijo el pastor Luciano Utzeri Bacchitta, representante de un sector económico muy tradicional de Cerdeña.

El Papa les expresó su cercanía a los jóvenes desocupados, a las personas con trabajos precarios, a los empresarios y comerciantes. Conozco bien la situación. Yo no la he vivido pero mi padre sí. El llegó como inmigrante a Argentina lleno de ilusiones para “hacerse la América” y sufrió terriblemente por la crisis del ’30. Perdió todo. Y yo he sentido en mi infancia hablar de este sufrimiento”, contó el papa Francisco, que sin embargo no hizo referencia a la crisis Argentina del 2001. “Ante esto debo decirles ‘¡Coraje!’. Pero soy consciente de que debo hacer todo de parte mía para que esta palabra no quede sólo como una bella palabra al pasar. Para que no sea una sonrisa de un empleado de la Iglesia que viene y dice ¡Coraje! No. ¡No quiero esto! Yo quisiera que este coraje venga de adentro de mí y me empuje a hacer todo lo posible como pastor y como hombre. Debemos afrontar con solidaridad, con solidaridad e inteligencia, esta fase histórica”, dijo Francisco. Y agregó: “La falta de trabajo –perdónenme si digo las cosas de modo un poco fuerte, pero digo la verdad– nos lleva a sentirnos sin dignidad. Y esto no es un problema de Cerdeña, ni sólo de Italia o algunos países de Europa. Es la consecuencia de una elección mundial, de un sistema económico que lleva a esta tragedia, un sistema económico que tiene como centro a un ídolo que se llama dinero”. Para “defender este sistema económico se instaura la ‘cultura del descarte’, se descartan los abuelos y los jóvenes. Y nosotros debemos decir NO a esta cultura del descarte”, continuó el Papa. Y en lo que apareció como un verdadero análisis sociológico, Francisco dijo más adelante: “La crisis económica tiene una dimensión europea y global. Pero la crisis no es sólo económica sino ética, espiritual, humana. En la raíz está la traición del Bien Común, tanto de parte de los individuos como de los grupos de poder. Es necesario, en consecuencia, hacer que las leyes de la ganancia y la renta dejen de ser el centro del sistema económico y colocar de nuevo a la persona y al Bien Común”.

Los aplausos y las lágrimas abundaron en este primer encuentro del pontífice con el pueblo sardo. Pero siguió luego en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, patrona de la isla, donde el papa celebró la misa. Antes de la misa había saludado a un centenar –los más graves– de cerca de 1600 enfermos que fueron al santuario para escucharlo.

Pero su preocupación por los fieles y los desocupados no impidió que ayer el Papa se ocupara de cosas más burocráticas. Nombró nuevos y numerosos titulares de congregaciones y organismos de la Iglesia, sustituyendo a los que las habían presidido durante el papado de Benedicto XVI, en una acción que algunos diarios italianos calificaron como el “movimiento de las piezas” en el tablero vaticano para dibujar una nueva fachada en la curia romana. A pocos días de su primer encuentro con los ocho cardenales que nombró para asesorarlo en los cambios de la Iglesia –primeros días de octubre–, el papa Francisco cambió personajes, pero en cambio confirmó en su cargo a uno que ha demostrado entender a América latina y la Teología de la Liberación mucho más que sus predecesores: el arzobispo Gerhard Muller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, principal organismo en materia de doctrina.

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