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El mundo|Jueves, 24 de octubre de 2013
Gerda Verburg, presidenta del Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO

“Se puede alimentar al mundo”

La experta holandesa de la ONU afirma que “tenemos todo para alimentar a los nueve mil millones de personas”: hay que cambiar leyes, dar financiaciones y difundir tecnologías. De este modo, se terminaría con la hambruna de 842 millones de personas.

Por Elena Llorente
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A pesar de la hambruna, en el mundo se pierde un tercio de la producción total de alimentos.

Desde Roma

Contra lo que dicen muchos pesimistas y conservadores, el mundo, que hoy tiene 7050 millones de habitantes y en 2050 se estima que tendrá 9 mil millones, puede alimentar a todos ellos, si quiere, con la producción actual de alimentos. Basta corregir algunas actitudes, cambiar algunas leyes, dar financiaciones y difundir tecnologías para que los 842 millones de personas que todavía se van a dormir sin comer y no tienen lo suficiente para darles a sus hijos puedan hacerlo. Estos son los objetivos, en definitiva, del Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, cuya sede mundial se encuentra en Roma. En el comité están representados los países miembros de Naciones Unidas, pero también el sector privado y la sociedad civil a través de organizaciones no gubernamentales y otros organismos.

“Tenemos la tecnología, los conocimientos, los materiales, tenemos todo para alimentar a las 9 mil millones de personas. El problema es que los pequeños productores de Asia, y especialmente de Africa, no tienen acceso a las tierras, ni a las financiaciones, ni al conocimiento o los desarrollos tecnológicos. En muchos de esos países, además, las mujeres no son tomadas en serio”, dijo la holandesa Gerda Verburg, actual presidenta de ese Comité, en un encuentro con un reducido grupo de periodistas extranjeros ayer en Roma. Explicó además que en el mundo se pierde un tercio de la producción total de alimentos. ¿Cómo? El 50 por ciento de ese total se pierde antes o inmediatamente después de la elaboración. Por ejemplo, si un campesino tiene cabras y ordeña la leche para hacer queso, si no puede conservarla adecuadamente, la leche se pierde en poco más de un día. Lo mismo sucedería con el queso si no es refrigerado adecuadamente. El otro 50 por ciento se pierde como “alimentos desperdicios” que son creados por los consumidores. Por ejemplo en Holanda, contó Verburg, si se compran cinco bolsas de alimentos en un supermercado, lo normal es que se pierda una bolsa. Es decir el 20 por ciento de esa compra. La comida se tira a la basura porque se cocinó de más, porque quedó muchos días en la heladera, porque se sirvió de más en el plato. “Podemos hacer mucho para mejorar esta situación y evitar llegar al 2020 con gente que en el mundo todavía padece hambre”, subrayó Verburg, que fue ministra de Agricultura en su país.

–Esto que usted ha descripto en cuanto a la pérdida de alimentos es lo que sucede en los países desarrollados. ¿Pero qué sucede en el resto del mundo?

–En los países en vías de desarrollo en general se pierde menos del 10 por ciento de los alimentos. Y se pierden antes o después de la cosecha, a menudo porque no pueden llegar a los mercados o porque no tienen dónde acumularlos. Pero en muchos países, especialmente de Africa, la pérdida de alimentos es mucho mayor y puede llegar al 30 o 40 por ciento –y a veces superar esa cifra– de la producción total.

–Usted mencionó entre los objetivos del comité el conseguir dar a los campesinos acceso a la tierra, a las financiaciones, a los mercados. ¿Pero cómo se haría?

–Los gobiernos deben crear infraestructuras, y sobre todo caminos, para ayudarlos. Del resto, todo que tiene que ver con la información que reciban, que puede ser proporcionada por la tecnología. Si los agricultores tienen un smartphone, por ejemplo, sería muy fácil proveerles informaciones sobre mercados, calidades de las semillas, cambios climáticos, etcétera. En muchos países de Africa los agricultores han creado cooperativas y han comprado alguna computadora para mantenerse informados. Algunos agricultores pueden leer, otros no, y éstos reciben informaciones a través del teléfono. Si los pequeños agricultores se organizan, se puede crear un poderoso mercado, negociar mejores precios, etcétera.

–¿Cuál es la situación alimentaria en América latina?

–Latinoamérica es un gran productor de alimentos y muy activo en cuestiones relativas a la agricultura y la alimentación. Se han hecho dos reuniones importantes en este sentido en Río de Janeiro, en 2002 y 2012. En mi opinión es una región que es cada día más protagonista en materia de agricultura, en cuanto a la normativa y a la producción de alimentos, pero también en seguridad alimentaria.

–Algunos países de América latina han sido criticados por destinar parte de su producción agrícola, de maíz y de soja, pero también de caña de azúcar, a la producción de biocombustibles. ¿Cuál es su opinión?

–Hace dos semanas se hizo una reunión sobre este tema en la FAO. Hay distintas investigaciones que dicen que el uso de maíz y soja para producir energía está produciendo un alza de los precios de los alimentos, por lo cual no contribuiría a la seguridad alimentaria. Pero hay otros informes que dicen que no es realmente así, sino que eso les da a los agricultores mayores ingresos. Nosotros hemos discutido esto y se ha visto que en cada país puede haber muy diferentes situaciones. Pero se llegó a un acuerdo para que la producción de biocombustibles y de alimentos no entren en conflicto. Este acuerdo se logró entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, para que así pueda ser aplicado a nivel regional o nacional.

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