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El mundo|Viernes, 1 de agosto de 2003
CRONICA DEL FALLIDO RESCATE FRANCES DE LA COLOMBIANA INGRID BETANCOURT

Misión en la selva del Inspector Clouseau

Francia pidió ayer disculpas a Brasil por usar su territorio en un fallido intento de rescate de la ex candidata verde colombiana Ingrid Betancourt, en manos de las FARC. En esta nota, la crónica de una hilarante secuencia de torpezas, mentiras y papelones.

Por Eduardo Febbro
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Dos presuntos guerrilleros de las FARC detenidos por fuerzas especiales de la policía.
El Amazonas iba a ser el escenario de una confusa operación de entrega de prisioneros a los franceses.
Página/12
en Francia

Desde París

Agentes secretos descubiertos antes de que puedan ejecutar la misión que se les encomendó, curas intermediarios, desmentidos, contradicciones, faltas elementales a las reglas de la diplomacia, improvisación y cacofonía absoluta, la historia del fallido operativo montado por Francia para obtener la liberación de la ex candidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt secuestrada por la guerrilla colombiana de las FARC desde hace 17 meses se asemeja a una película mal hecha.
Los principales responsables del Estado francés se atragantan cada vez que pronuncian el nombre de Ingrid Betancourt. Cuando el viernes 25 de julio la prensa reveló la existencia de una operación organizada por los servicios secretos franceses destinada a liberar a Ingrid Betancourt, el primer ministro dijo que no había sido consultado “ni antes ni durante la operación”. Interrogado por el vespertino Le Monde, el presidente Jacques Chirac calificó de “falso ruido” la hipótesis del operativo secreto. Según el diario francés, Chirac, que se encontraba en Nueva Caledonia, respondió textualmente: “Una operación semejante no se hubiese llevado a cabo sin que yo fuera informado, y a mí nadie me informó”.
Más tarde, ante la polémica local e internacional que suscitó el hecho, la presidencia francesa alegó con visible molestia que había dado su “acuerdo para el envío de un avión con material médico”. Lo cierto es que el pasado 9 de julio “alguien” decidió que un avión militar francés viajara a Brasil con agentes de la DGSE, los servicios del contraespionaje francés, con la meta de “recuperar” en la frontera entre Brasil y Colombia a la candidata ecologista secuestrada por las FARC el 23 de febrero de 2002. La operación fue un fracaso total, tanto más cuanto ni siquiera los brasileños habían sido informados de los objetivos de la misión. La actitud poco habitual de los cuatro franceses que viajaban en un avión alquilado hacia la frontera con Colombia, en plena Amazonia, despertó las sospechas del piloto, Cleiton de Abreu, que terminó denunciándolos a la policía local. Los agentes franceses se hicieron descubrir antes de poder empezar a desplegar el operativo, poniendo así a Francia en una posición delicada. La Cancillería, la Presidencia y el jefe de gobierno dieron versiones tan inverosímiles como distintas del incidente.
Después de un enredo verbal interminable, el primer ministro Jean Pierre Raffarin terminó por explicar que “la decisión había sido tomada en total transparencia entre las diferentes autoridades del Estado, al más alto nivel y a pedido de la familia de Ingrid Betancourt. Enviamos un aparato militar con material médico. Bajo la autoridad de los más altos responsables del país se trataba de responder a un pedido de ayuda humanitaria. El envío del avión se hizo según el grado de confidencialidad que este tipo de misión impone”. Fue tan confidencial que ni Brasil ni Colombia estaban al corriente. Brasil y Colombia no se privaron de dejar en manos de Francia la responsabilidad de la rocambolesca misión. El canciller brasileño, Celso Amorim, aclaró que “en cuanto entendimos cuál era el objetivo de la misión y, entre otra cosas, porque no fuimos consultados, lo cual nos impedía preguntarle al gobierno colombiano, le pedimos al avión que dejara el Brasil”. Casi lo mismo dijo el gobierno de Bogotá. El vicepresidente Francisco Santos exigió que se aclaren las cosas y que “todo intento de este tipo realizado por un país extranjero apunte a liberar a todos los rehenes”. Entiéndase “todos” y no únicamente Ingrid Betancourt. La prensa brasileña complicó aún más las cosas cuando afirmó que París y las FARC habían negociado “bajo la mesa” la liberación de Ingrid Betancourt. La controversia cuatripartita –París, Bogotá, Brasilia y las FARC– obligó al ministro francés de Relaciones Exteriores,Dominique de Villepin, a desmentir las informaciones. Villepin negó que haya habido “contactos” con la guerrilla colombiana. El canciller dijo que “en ningún momento Francia tomó contacto con la guerrilla, en ningún momento hubo intercambio. Francia se limitó a una misión médica”.
Las declaraciones de Dominique de Villepin no aclaran sin embargo lo esencial: cualquiera que haya sido el tipo de “misión” decidida por Francia, París tuvo obligatoriamente que “negociar” con algún “interlocutor” las modalidades prácticas de la “ayuda humanitaria” que se propuso brindar.
Por lo pronto, las FARC pusieron punto final a la polémica oficial entre los Estados. En un comunicado publicado en el portal de Internet de la guerrilla colombiana, las FARC desmienten la existencia de un acuerdo secreto con Francia, aseguran que “ignoran” todo sobre este asunto, reiteran que sólo liberarán a Ingrid Betancourt en el marco de un intercambio “global” de prisioneros “en Colombia” y acusan al presidente colombiano Alvaro Uribe y a los servicios secretos de su país de “haber montado el episodio y engañado las buenas intenciones humanitarias de los franceses”. El comunicado de las FARC es un visible “gesto de amistad” destinado a París. En los años en que Andrés Pastrana presidió Colombia y durante los cuales negoció oficialmente con las FARC, Página/12 pudo constatar que la capital francesa era uno de las destinos predilectos de los líderes de las FARC en Europa. Precisamente, uno de los personajes de la guerrilla colombiana implicado en esta historia, Raúl Reyes, daba conferencias públicas y se paseaba sin reparos por los boulevares de París. Según varios diarios franceses y el semanario brasileño Carta Capital –que fue el primero que ventiló la historia–, la misión de los agentes secretos franceses consistió en obtener la liberación de Ingrid Betancourt a cambio de un cargamento de armas destinado a las FARC y asistencia médica para el número dos de la guerrilla, Raúl Reyes, quien sufre de cáncer en la próstata. El diario brasileño Extra va mucho más lejos en sus afirmaciones. Citando a un comisario de la Policía Federal brasileña, Extra asegura que París habría incluso aceptado que Reyes viniera a Francia para curarse. Sin embargo, Astrid Betancourt, la hermana de Ingrid, y Fabrice Delloye, el primer esposo de la candidata ecologista, rechazan esa versión. La que ofrecen a cambio es tal vez más interesante que la no oficial. La hermana de Ingrid Betancourt confirmó que el objetivo de los agentes secretos era efectivamente la liberación de su hermana. Según explicó el domingo, el avión francés, un Hércules C-130, debía traer a cuatro personas: “Un cura, Ingrid, Clara –otra rehén– y yo. La guerrilla nunca habló de Raúl Reyes”.
El operativo francés se inició el 9 de julio. En él participaron agentes del contraespionaje, militares y diplomáticos. París envió un avión Hércules C-130 con destino a la localidad de Manaus, la capital de la Amazonia brasileña, donde aterrizó el 9 de julio. Cuatro de los 11 ocupantes alquilaron un avión taxi por 6000 dólares para dirigirse a Sao Paulo de Olivença, a unos 200 kilómetros al oeste de Leticia, la localidad donde los espera Astrid, la hermana de Ingrid Betancourt. Según contó al diario Le Monde, Cleiton de Abreu, el piloto del aparato alquilado, enseguida sintió que “algo no cuadraba en la historia. Los hombres parecían nerviosos, hablaban en francés y estaban vestidos con las botas y las mochilas típicas de los turistas, pero yo sabía que formaban parte del grupo de pasajeros que había llegado a bordo de un enorme avión militar francés estacionado cerca del hangar de mi compañía. Lo único que les interesaba saber era si el avión podía volar de noche y si el tren de aterrizaje era resistente”. Los cuatro hombres son el jefe adjunto del gabinete del canciller francés, un médico y dos agentes de la DGSE. El equipo francés le dijo al piloto que debían esperar a otras cuatro personas que llegarían a Sao Paulo de Olivença “por el río” a más tardaral día siguiente por la tarde. Pero Cleiton de Abreu tuvo miedo, se enteró por otra persona de que los franceses tenían previsto partir antes de lo pactado y de que dos de ellos habían controlado su avión minuciosamente. Entonces se acordó de cuando dos traficantes de droga, un colombiano y un brasileño, intentaron secuestrar su avión en pleno vuelo. “Me dio miedo, me dije: van a hacerme lo mismo que los otros. Entonces, como a las cuatro de la tarde, subí a mi avión y salí con rumbo a la ciudad vecina de Tabatinga. Un auto de la Policía Federal me estaba esperando.” La historia del operativo “14 de julio” termina ahí: Abreu denunció a los pasajeros y éstos fueron arrestados y conducidos a Manaus. Interrogados por la policía local, los miembros del grupo se negaron a hablar. Sólo uno de ellos cometió el error fatal. En el formulario que llenó, en vez de poner una dirección cualquiera, en lugar de su domicilio puso el de la sede central del contraespionaje francés, en París. El 13 de julio fueron expulsados del Brasil. El padre Pedro, el cura de la parroquia de Sao Paulo de Olivença que negoció con las FARC las modalidades de la liberación de Ingrid Betancourt, se quedó sin presenciar el milagro que esperaba.

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