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El mundo|Lunes, 2 de diciembre de 2013
FRANCISCO SE PREPARA PARA UNA SEMANA CRUCIAL DE ENCUENTROS CON LOS CARDENALES DEL G-8

El desafío, sanear el Banco Vaticano

El Papa tiene claro que lo fundamental es que instituciones como la entidad financiera de la Santa Sede sean transparentes y no cuna de maniobras irregulares.

Por Elena Llorente
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Rolando Marranci, director general del Banco Vaticano.

Desde Roma

Después del nombramiento de Rolando Marranci como director general del IOR o Banco Vaticano, el papa Francisco se prepara para una semana crucial de encuentros con los cardenales del ya famoso G-8, los ocho purpurados de todo el mundo nombrados por él, para que los ayuden a reformar la curia romana, es decir, el principal instrumento que ayuda al Papa en el gobierno de la Iglesia universal. Esta segunda reunión con los cardenales se realizará del 3 al 5 de diciembre y se supone que el IOR, que ha estado en el centro de numerosos escándalos financieros en los últimos años, será uno de los temas del encuentro una vez más.

Marranci, un financista experto que trabajó 30 años en el Banco Nazionale del Lavoro de Italia, era vicedirector del IOR desde el mes de julio pasado, poco después de la renuncia de Paolo Cipriani y Massimo Tulli, director y vicedirector hasta ese momento. Al parecer, en estos meses Marranci se ha transformado en un buen colaborador del presidente del banco, el alemán Ernst von Freyberg, y cercano al equipo de Promontory, la consultora de Estados Unidos que se está ocupando de la certificación financiera de las dos principales instituciones financieras del Vaticano, el IOR y APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), prácticamente el ente que tiene el control, entre otras cosas, de las propiedades de la Santa Sede que, sólo en Roma, son innumerables.

El papa Francisco –aunque algo había iniciado el papa Benedicto XVI– tiene claro que lo fundamental es que instituciones como el IOR sean transparentes y no cuna de maniobras financieras poco claras o hasta ilegales, de las que se lo ha acusado. Las acusaciones comenzaron en la década del ’80, con el escándalo del Banco Ambrosiano con el que el IOR tenía relaciones privilegiadas. En aquel momento se dijo que el Banco Vaticano, en tanto era de un Estado diferente de Italia y respondía sólo a sus propias leyes, fue usado por la mafia siciliana para lavar y exportar dinero ilegalmente de la península. Ahora en cambio, se trata de lograr, entre otras cosas, que el Banco Vaticano respete la normativa europea en materia de operaciones financieras, como lo hacen los demás países de la región.

Pero aunque aconsejado por expertos, el papa Francisco no quiere perder el control de la situación. Por eso, el 28 de noviembre nombró a monseñor Alfred Xuereb como delegado para las comisiones que se ocupan del IOR y de las finanzas en general de la Santa Sede. Un nombramiento que algunos han interpretado como una decisión del Papa para mantenerse informado a través de una persona entendida y muy cercana a él. Otro detalle importante es que Monseñor Xuereb trabajará en colaboración con la Secretaría de Estado, presidida por decisión del Papa, por el arzobispo Pietro Parolin, ex nuncio apostólico en Venezuela. Los cardenales del G-8, de todas maneras, para poder tomar otras decisiones están esperando que las comisiones instituidas por Francisco que están llevando a cabo una investigación sobre la estructura financiera de la Santa Sede, presenten su informe final.

La reunión del Papa con el G-8 se ocupará también de otros temas difíciles como las relaciones entre los jefes de las congregaciones (o virtuales ministerios de la curia romana) y entre éstos y el pontífice. Relaciones que en tiempos precedentes, y bajo otros papados, no siempre han sido fáciles. De estas reuniones es posible que participe –al menos de algunas– el propio secretario de Estado Parolin junto a Francisco.

El Vaticano ha aclarado que estas reuniones con el G-8 no tienen como objetivo la reforma de la Constitución Apostólica Pastor Bonus, elaborada por Juan Pablo II, sino que la intención es escribir una nueva Constitución Apostólica donde las funciones de entes y congregaciones del Vaticano sean redefinidas. “Se quieren hacer cambios reales, no sólo retoques”, aclaró el portavoz del Vaticano, el jesuita padre Federico Lombardi. Y más de uno recordó la frase que el papa Francisco dijo a pocos días de su elección en marzo de 2013, subrayando que no amaba una Iglesia “vaticanocéntrica”, sino que la quería “al servicio de las Iglesias particulares”.

Las Constituciones Apostólicas de Pablo VI y de Juan Pablo II dieron a la Secretaría de Estado un papel central dentro de la estructura de gobierno de la Iglesia y el secretario de Estado venía a ser una especie de primer ministro. Los prefectos de las congregaciones, por su parte, equivalían a los ministros en el ámbito civil. Todo hace pensar que en una nueva Constitución Apostólica estos roles no quedarán así, y que la Secretaría de Estado Vaticano podría comenzar a llamarse, como ya han sugerido varios expertos, Secretaría Papal, un nombre más de acuerdo con los objetivos del papa Francisco.

Una nueva reunión del G-8 se realizará en torno del 16-17 de febrero, poco antes del primer consistorio para la creación de nuevos cardenales, convocado por Francisco y previsto para el 22 de febrero del año próximo. Todo parece indicar que en este consistorio, el Papa tendría intenciones de consagrar 14 nuevos cardenales, privilegiando a los candidatos de varios países extra europeos y no tanto a los europeos o italianos como en cambio solía hacer el papa Benedicto XVI. Un modo de reequilibrar las fuerzas y el poder dentro del colegio cardenalicio, pero también dentro de la curia romana.

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