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El mundo|Domingo, 13 de abril de 2014
SEGUN LA ONU, ENTRE 1998 Y 2011 LAS VICTIMAS EN EL MEDITERRANEO FUERON 13.500

El naufragio de inmigrantes africanos

Los traficantes que les cobran no menos de 2000 dólares a cada uno, los usan como esclavos y prostituyen a las mujeres en los lugares de “espera”, como Egipto o Libia, y luego los abandonan a su suerte en medio de las olas.

Por Elena Llorente
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El Papa observa una cruz hecha con tablones de un barco de inmigrantes en Lampedusa.

Desde Roma

El tráfico de seres humanos es un crimen contra la humanidad. Lo dicen las organizaciones humanitarias y lo reiteró el papa Francisco al concluir esta semana un encuentro sobre este tema en el Vaticano. Pero lo cierto es que el mundo de la globalización empuja a la gente a trasladarse de una región a otra del mundo en busca de paz, de seguridad y de mejores condiciones económicas. Y esto alimenta el negocio de los traficantes. “¿Por qué tengo que vivir en la pobreza si los italianos tienen auto, visten bien y comen todos los días?”, habrán pensado los habitantes de la ex Yugoslavia en la década de 1990 al ver transmisiones televisivas de la RAI. Acto seguido miles de ellos se montaron en decenas de barcos y atravesaron el mar Adriático. Un éxodo que el director de cine Gianni Amelio contó en el film Lamerica, comparándolo con el de los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos en el siglo XX.

¿Qué hacer ante los miles y miles de inmigrantes del Africa, de Medio Oriente y Asia, pero también de América latina, que cada año intentan llegar al mundo desarrollado con los medios más inimaginables? Si los latinoamericanos tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos hasta excavando largos túneles varios metros bajo tierra, los africanos y asiáticos intentan llegar a Europa por el mar Mediterráneo, entregando sus vidas y sus almas a los traficantes que les cobran no menos de 2000 dólares a cada uno, los usan como esclavos y prostituyen a las mujeres en los lugares de “espera”, como Egipto o Libia, y luego los abandonan a su suerte en medio de las olas. Según el ministro del Interior italiano, Angelino Alfano, en los campos de Libia hay actualmente entre 600 y 700 mil inmigrantes dispuestos a zarpar.

Muchos corren el riesgo de morir en el mar. Según la ONU, entre 1998 y 2011, las víctimas en el Mediterráneo fueron 13.500. En 2013, sólo en aguas italianas y en dos meses, septiembre y octubre, más de 400 personas murieron ahogadas. Muchos niños entre ellos y mujeres, incluso embarazadas. En ese momento la gran inmigración provenía de Siria, en serias dificultades políticas, y de países africanos como Nigeria, Etiopía y Africa subsahariana en general.

Para tratar de evitar más muertes, surgió en octubre, en Italia, por decisión del gobierno de Enrico Letta, la operación humanitaria Mare Nostrum (el nombre que los antiguos romanos daban al Mediterráneo), que puso en movimiento a numerosas embarcaciones, aviones y helicópteros de la Marina y la Fuerza Aérea italiana además de la Guardia Costera, entre otras instituciones. “Desde el 18 de octubre, momento en que se puso en movimiento Mare Nostrum, han sido socorridos 18.546 inmigrantes”, contó a la prensa extranjera en Roma el almirante Giuseppe De Giorgi, jefe de la Marina militar italiana. Dijo también que han sido detenidos 66 presuntos traficantes y secuestradas dos naves. “Pero no porque hemos salvado a la gente estimulamos la inmigración, como dicen algunos. El aumento del flujo migratorio es anterior a Mare Nostrum. Si algunos tienen problema con el hecho de que salvamos a seres humanos, que lo arreglen con su conciencia”, enfatizó De Giorgi saliendo al encuentro de sectores de la derecha italiana y europea que critican las ayudas.

Al contrario de lo que muchos creían hasta ahora, los traficantes no navegan junto a los inmigrantes. Los colocan en grandes barcazas o en botes inflables de grandes dimensiones y en pésimo estado –a veces hasta 500 en un mismo bote–, y otra nave en perfecto estado, donde están los traficantes, más grande y robusta, y a la que llaman la nave madre, arrastra la barcaza mediante cables hasta las aguas italianas. Allí entonces cortan la cuerda y se van, abandonando a los inmigrantes a su suerte. En el mejor de los casos encargan a uno de ellos –el que ellos consideran más despierto y al que probablemente le cobran menos–, para que conduzca la barcaza si tiene algún motor y le dan una especie de teléfono para llamar a la Guardia Costera italiana en caso de peligro, con la orden de tirarlo al agua apenas hecha la llamada, contó el almirante. Todo este procedimiento pudo descubrirse gracias al accionar de un submarino que se encontraba en aguas mediterráneas, por otros motivos, el pasado 9 de noviembre. El submarino siguió a la nave madre sin que lo vieran e incluso fotografió lo que sucedía y envió la información a las autoridades militares y a la justicia italiana, que ordenó el secuestro del barco y el arresto de los traficantes, “todos jóvenes, bien adiestrados y para nada asustados”, destacó el almirante.

“El boom migratorio es anterior a Mare Nostrum. Se trata de un éxodo de dimensiones bíblicas. Es un continente entero el que está sufriendo. Nuestra misión es darle a ese éxodo un marco de seguridad, evitar y prevenir naufragios”, indicó De Giorgi, negando que las naves tengan la obligación de devolver a los inmigrantes a sus países, como creen algunos. Los migrantes, que en las naves italianas son registrados con foto y huellas digitales, son luego distribuidos en distintos centros de recepción en todo el país en espera de saber cuál será su destino. Esos lugares de recepción han sido muy criticados por los malos tratos y las escasez de medios y por el larguísimo tiempo de espera. Los que llenan los requisitos para ser refugiados –generalmente perseguidos políticos– podrán vivir en Italia u otros países de la UE. La suerte de los demás es incierta, aunque la mayoría, como confirmó De Giorgi, no quiere quedarse en Italia sino ir a vivir a países como Noruega o Alemania. Italia es, para la mayoría de ellos, sólo lugar de paso obligado por ser uno de los países europeos más cercano al norte de Africa.

Desde octubre y hasta ahora, esta misión humanitaria italiana ha costado al presupuesto del Ministerio de Defensa nueve millones de euros que se consiguieron, dijo el almirante, reduciendo las ejercitaciones militares. De la Unión Europea se esperan fondos y políticas apropiadas para tratar estos flujos migratorios, cosa de la que se ha hablado, incluso con la presencia en Italia de autoridades europeas, pero que hasta ahora no ha sucedido. Algunos países, entre ellos Alemania, son reticentes a políticas de apertura. Pero el Viejo Continente está detenido por ahora. A fines de mayo, en efecto, se realizarán las elecciones para el Parlamento Europeo. Y quien gane será determinante.

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