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El mundo|Martes, 27 de mayo de 2014
Francisco abogó por la paz en Medio Oriente y mostró actitudes simbólicas

El Papa dejó gestos y palabras en Tierra Santa

“Lo logramos”, exclamó Francisco cuando se fundió en un abrazo con el rabino Abraham Skorka y el referente islámico Omar Abboud, luego de rezar en silencio y colocar un Padrenuestro en el Muro de los Lamentos.

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El Papa condenó el Holocausto, al que calificó de tragedia inconmensurable. “Nunca más”, escribió en el libro de honor.

El papa Francisco cerró su viaje a Tierra Santa, donde abogó por la paz en Medio Oriente, plantó un olivo argentino y se abrazó con un rabino y un musulmán en el Muro de los Lamentos, en lo que representa un fuerte gesto interreligioso. El pontífice pasó también por la Explanada de las Mezquitas, donde exhortó a que nadie utilice el nombre de Dios para justificar la violencia. Durante su visita al memorial Yad Vashem, de Jerusalén, condenó el Holocausto judío. “Lo logramos”, exclamó el jefe de la Iglesia Católica cuando se fundió en un abrazo con el rabino Abraham Skorka y al referente islámico Omar Abboud, luego de rezar en silencio y colocar un Padrenuestro escrito en español –de su puño y letra– entre las piedras del Muro de los Lamentos. Francisco partió ayer del aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, a bordo de un avión de la compañía israelí El Al, con destino el aeropuerto de Ciampino, en Roma.

Poco antes de abandonar Tierra Santa, un incendio intencional se declaró en la abadía de la Dormición, una de las principales iglesias católicas de Jerusalén, ubicada cerca del Cenáculo donde Francisco celebró misa. Un desconocido que entró en la iglesia quemó un libro y varias cruces de madera, dijo el vocero de la abadía, Nikodemus Schnabel. En su primer viaje a Tierra Santa, el papa argentino cumplió un recorrido histórico por Jordania, Belén, Cisjordania y Jerusalén para predicar con el ejemplo que el diálogo es el único camino para lograr la paz.

Pese a que el Vaticano calificó el viaje de simple peregrinación, las palabras y sobre todos las acciones del pontífice tuvieron fuerte impacto político. Francisco, que pronunció 14 discursos y homilías en tres días, evitó en general improvisar, como es su costumbre. El primer papa latinoamericano, conocido por sus gestos y propuestas novedosas, regresó a Roma con la promesa del presidente israelí Shimon Peres y del líder palestino Mahmud Abbas de reunirse –probablemente el 6 de junio– para orar por la paz en Medio Oriente bajo la Cúpula de San Pedro.

La invitación a visitar el Vaticano no es otra cosa que una audaz iniciativa diplomática del papa argentino para reactivar las negociaciones entre israelíes y palestinos, que se encuentran en un punto muerto desde que en abril fracasara una mediación de Estados Unidos. “La paz es cuestión de fantasía e inspiración. Tú tienes estos dos elementos. Gracias”, aseguró Peres al Papa durante el encuentro privado que mantuvieron en el palacio presidencial. Francisco, que inició su periplo por Jordania, donde visitó el lugar tradicional del bautismo de Jesús, en el río Jordán, y pidió por Siria, se reunió en Cisjordania con líderes palestinos y escuchó el dolor de la población, llegando a tocar el muro de separación.

En su última jornada, intensa y emocionante, el Papa visitó la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del Islam, y el Muro de los Lamentos, uno de los más sagrados del judaísmo. Ante el gran muftí de Jerusalén, que lo recibió en la mezquita, Francisco invitó a cristianos, musulmanes y judíos a ser “agentes de paz y justicia”. Se dirigió a las personas y comunidades “que se reconocen en Abraham”, es decir, en las tres religiones monoteístas. “Mi peregrinación no sería completa si no incluyera también el encuentro con las personas y las comunidades que viven en esta tierra y por eso me alegro de poder estar con ustedes, amigos musulmanes”, dijo el papa al líder religioso musulmán, Mohamed Hussein. “Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas”, pidió en la tercera y última jornada de su periplo.

Luego recorrió un kilómetro para pararse en señal de recogimiento frente al Muro de los Lamentos de Jerusalén, donde permaneció en silencio durante varios minutos. El Papa apoyó la mano sobre el Muro y, como es tradición entre los judíos –y como lo hicieron sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI–, colocó un sobre entre las piedras del Muro, vestigio del Segundo Templo de Jerusalén. El sobre contenía el Padrenuestro en español, según reveló el vocero del Vaticano, Federico Lombardi. La cargada agenda de Francisco incluyó una visita al cementerio nacional de Israel, donde depositó una corona de flores en la tumba del fundador del sionismo, Theodor Herzl, un homenaje que ningún papa había hecho hasta ahora y que irritó a los palestinos. Fuera de programa, el Papa visitó también el monumento en honor de las víctimas civiles de atentados en Israel.

Tuvo además un gesto, a petición del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu: tocar con su propia mano el muro que separa a Israel de los territorios palestinos, que éstos señalan como “muro de apartheid”. En todos los rituales, Francisco estuvo acompañado de dos amigos y compatriotas argentinos, el rabino Skorka y el profesor musulmán Abboud, un sueño que cultivó con ellos desde que era arzobispo de Buenos Aires.

El Papa visitó luego el memorial de Yad Vashem, que recuerda a los seis millones de víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. “Señor, Dios nuestro, sálvanos de esta monstruosidad”, dijo y besó la mano de seis sobrevivientes del horror nazi. Con el ritmo de una oración, rodeado por las enormes piedras del imponente monumento, el Papa condenó el Holocausto, al que calificó de tragedia inconmensurable. “Nunca más”, escribió en el libro de honor.

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