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El mundo|Martes, 15 de julio de 2014
El índice de pobres en Italia sigue aumentando. Los sindicatos piden medidas de inclusión social

Una familia de cada cinco es pobre

Según el Instituto de Estadísticas (Istat), son poco más de 10 millones las personas que viven en la pobreza en Italia sobre un total de 61 millones de habitantes. La situación es peor en el sur, con alto índice de desempleo.

Por Elena Llorente
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Ya no son sólo los inmigrantes, sobre todo africanos, los que van a comer en los centros de asistencia.
Desde Roma

Una vez terminado el entretenimiento del Mundial de Brasil –pese a que su equipo fue eliminado, los italianos seguían mirándolo con atención y poniendo sus esperanzas en la Argentina– comienzan a salir las malas noticias, como aquella que asegura que un italiano de cada diez vive en pobreza absoluta, que los pobres aumentaron en 2013 (1,2 millón más que en 2012), que es pobre una familia de cada cinco, que casi un millón y medio de menores padecen esta situación.

Según el Instituto de Estadísticas (Istat), son poco más de 10 millones las personas que viven en la pobreza en Italia sobre un total de 61 millones de habitantes. De éstos, seis millones viven en pobreza absoluta mientras los cuatro millones restantes viven en lo que se llama “pobreza relativa” (porque pueden gastar menos de la media per cápita del país). Las familias de dos personas de este grupo gastaron en 2013 sólo 764 euros por mes, menos del gasto medio del país, que es de 973 euros mensuales, y menos todavía de lo que podían gastar en 2012 (793 euros mensuales). Las personas que viven en “pobreza absoluta” no logran comprar los bienes y servicios imprescindibles como para tener una vida digna.

Por supuesto, la pobreza absoluta se ha hecho más incisiva en las familias con más de dos componentes y sobre todo en el sur de Italia, donde la desocupación, que en el país es del 12,6 por ciento, es todavía más alarmante. Para no mencionar el caso de los jóvenes, porque la desocupación juvenil a nivel nacional llega al 43 por ciento, y todavía es peor si se trata de mujeres.

Todo este complejo panorama de estadísticas se aprecia por las calles. Ya no son sólo los inmigrantes, sobre todo africanos, los que van a comer en los centros de asistencia, en los comedores de organizaciones no gubernamentales o de la católica Caritas. Ahora se ven italianos, sobre todo hombres de una cierta edad, abandonados por sus familias o que ellos han abandonado por no saber cómo resolver sus problemas económicos, porque por su condición tal vez no tiene derecho a ningún seguro de desempleo y el Estado italiano no puede –o no quiere– hacer programas de asistencia y de ayuda como los que tuvo la Argentina después de la crisis del 2001.

Los que van a comer a esos centros, dicen los que allí trabajan, piden paquetes con comida para llevarse a casa y dinero para pagar las cuentas de luz, gas, agua.

Algo en este sentido intentó hacer el primer ministro Matteo Renzi, agregando al sueldo de los empleados y obreros la cifra de 80 euros para tratar de ayudar un poco a las familias. Pero, por ahora, no ha sido suficiente ni para ayudar a las familias ni para estimular el consumo y, en consecuencia, la economía, como el gobierno esperaba. Frente a esta emergencia social, comentó Antonio Misiani, del Partido Democrático, el gobierno debe hacer “elecciones de coraje e innovadoras”.

El bono de 80 euros ha dado una ayuda a las familias de rédito mediobajo, pero para las familias que viven en pobreza absoluta se requiere un proyecto de “inclusión social y laboral” mucho más importante.

Las centrales sindicales, por su parte, también piden medidas de “inclusión social” y hablan de que dé asistencia a las familias y ayuda para la recolocación laboral. Nada de esto parece fácil ni inmediato en Italia. Es que además de los altos niveles de desocupación, el Estado italiano tiene una enorme deuda pública. Según los últimos datos de mayo del Banco de Italia –el banco central de la península–, desde principios de este año, la deuda pública aumentó un 4,7 por ciento, lo que significa 96 mil millones de euros, llegando así a totalizar una cifra que de por sí da escalofríos: 2,166 billones de euros.

Alguna esperanza para esta compleja situación viene del semestre italiano de presidencia de la Unión Europea que comenzó en julio. Si Renzi logra cambiar algo en Europa en este sentido, podría ser un paso adelante para varios países en dificultades.

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