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El mundo|Sábado, 17 de enero de 2015
GHILHERME BOULOS, LIDER DEL MOVIMIENTO DE LOS TRABAJADORES SIN TECHO DE BRASIL

“El gobierno está en una encrucijada”

Mientras miles de operarios de Volkswagen continuaban ayer la huelga contra el despido de 800 compañeros, el referente del ascendente MTST auguró un año movido, con huelgas y protestas.

Por Darío Pignotti
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“La única forma de garantizar conquistas es movilizándonos”, aseguró Boulos.

Desde San Pablo

El ascenso del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), capaz de ocupar en horas terrenos destinados a la especulación inmobiliaria a unas cuadras del estadio mundialista en San Pablo, confirma que en Brasil las organizaciones sociales aún cuentan con un peso equivalente, y a veces con mayor poder de convocatoria, que los partidos progresistas. El MTST, según su sigla en portugués, participó en las multitudinarias marchas de junio de 2013 y volvió a hacerlo en las del año pasado pero sin prestarse a la trampa desestabilizadora tendida por la derecha, interesada en el fracaso, que no fue, de la Copa del Mundo.

“Creo que 2015 será un año movido, con protestas callejeras y huelgas”, anticipa Ghilherme Boulos, líder de los “sin techo”, mientras miles de operarios de Volkswagen continuaban ayer la huelga contra el despido de 800 compañeros, que recibió la solidaridad de los trabajadores de Mercedes Benz y Ford. El viernes pasado la policía paulista, investigada en la ONU por ejecuciones extrajudiciales, reprimió con cierto exhibicionismo la marcha de varios movimientos sociales y estudiantiles contra el aumento del transporte.

“La única forma de garantizar conquistas es movilizándonos”, aseguró el joven Boulos durante la entrevista concedida a Página/12, en la que habló de su encuentro con Lula para formar un frente de izquierda, dijo estar dispuesto a dialogar con la presidenta Dilma Rousseff y comentó declaraciones del ministro Axel Kicillof.

–¿Qué balance hace de su reunión con Lula?

–Consideramos importante e interesante que el Partido de los Trabajadores y el presidente Lula defiendan una agenda de izquierda que llevaría al enfrentamiento con grupos que participan en el gobierno de la presidenta Dilma. Si esto ocurre, significaría un avance en la coyuntura brasileña. Esa pauta de izquierda todavía se está discutiendo, para que esta propuesta no sea retórica habrá que chocar con las elites, un enfrentamiento que ni el PT ni Lula hicieron en los últimos años. La política implementada por Lula en sus ocho años de gobierno fue conservadora desde el punto de vista de las reformas que interesan a los sectores populares. Garantizó el aumento de la inversión social, pero garantizó más las ganancias de las elites que históricamente dominaron Brasil.

–¿Son escépticos sobre la posición que adoptará Lula?

–Nosotros vemos a Lula como uno de los dirigentes comprometidos con la política de este gobierno. Pero no somos sectarios, vamos a esperar, las cosas se ven en lo concreto, la práctica es el criterio de lo que es verdad. Hoy en Brasil no es posible derribar ningún privilegio sin que haya amplias movilizaciones, son estas acciones masivas las que dan respaldo a las reformas estructurales que necesitamos.

Sabemos que el PT dirige instrumentos importantes de movilización, como la mayor central sindical del país (Central Unica de Trabajadores), tiene influencia sobre varios movimientos sociales. Lo que va a definir si todo esto es sólo retórica es ver si el PT trabaja en serio para ocupar las calles.

–¿Qué agenda reivindica el MTST?

–Una agenda de izquierda, que significa luchar por la reforma política que supone el fin del financiamiento privado de las campañas electorales y la democratización de los medios. Supone leyes que garanticen más participación popular, una reforma tributaria, una auditoría de la deuda pública, reforma urbana, reforma agraria. Reconozcamos que es ilusorio suponer que el Congreso, dominado por grupos reaccionarios, va a dar respaldo a estas reivindicaciones. Le doy un ejemplo: Eduardo Cunha, el líder del bloque del Partido Movimiento Democrático Brasileño, un partido fundamental en el gobierno, ya dijo que se opone radicalmente a la democracia en los medios.

–El MTST dialoga con Lula y no participacon el PT, en los festejos de la asunción de Dilma.

–Son dos cosas compatibles. Quiero aclararle que no vemos ninguna diferencia de proyecto entre Dilma y Lula. Ahora, si bien el MTST tiene una posición muy crítica frente a este modelo, somos un movimiento no sectario, hemos dialogado con la presidenta en 2014. Dialogamos con varios grupos con los que tenemos divergencias porque somos un grupo con reivindicaciones concretas de viviendas populares. Para tener conquistas hay que debatir políticas públicas, hay que hacer presión.

Boulous, de 32 años, se toma unos segundos antes de iniciar cada respuesta, quizá como reflejo de su formación profesional, es profesor de filosofía y psicoanálisis. Su bautismo de fuego ocurrió en 2014, cuando encabezó columnas de miles de ciudadanos sin techo, la versión urbana de los combativos trabajadores rurales sin tierra, el MST. Del mismo modo que el MST, los sin techo cultivan una relación pendular con los gobiernos del PT, pese a que el grueso de su militancia ha votado a Lula y Dilma. El problema, plantea Boulos, es que, más allá de las opciones electorales, el dato “objetivo” está en el agotamiento del modelo iniciado en 2003.

–Explíquenos en qué consiste ese agotamiento.

–Primero, debemos tener en cuenta que Brasil dejó de tener el crecimiento económico que hubo hasta 2010. En los últimos cuatro años hubo un crecimiento mediocre (Cepal proyecta expansión 0,2% en 2014) y la tendencia es que la situación siga igual en 2015 y posiblemente los años posteriores.

Esto pone al gobierno en una encrucijada, dado que se hace inviable la fórmula exitosa de distribuir ingreso permitiendo que se agrande la clase media. El petismo se caracterizó por aumentar el salario mínimo, realizar inversión social, pero al mismo tiempo los banqueros, las empresas constructoras y el agronegocio obtenían ganancias record. El gobierno está en una encrucijada, u opta por dar respuesta a los pobres o continúa con el ajuste.

–¿El MTST es aliado o enemigo del gobierno?

–El hecho de que el MTST sea un crítico agudo del gobierno no significa que nosotros colocamos a los gobiernos de Dilma y de Lula en el mismo nivel que la derecha tradicional. Sabemos que hay alianzas, compromisos entre el PT y la derecha tradicional, pero ellos no son la misma cosa. A pesar de su progresismo limitado, este gobierno no es lo mismo que un gobierno del capital financiero pura sangre. El MTST adopta una posición Independiente y crítica ante Dilma, no sólo frente a la nominación de ministros ubicados a la derecha, como el de Hacienda (Joaquim Levy), o la ministra de Agricultura Kátia Abreu, que es una delincuente. Dilma optó por una gobernabilidad conservadora en lugar de apoyarse en los movimientos populares, esa opción lleva a concesiones cada vez más graves y al no cumplimiento de demandas populares elementales que hicieron otros gobiernos de la región. Esto quiere decir que es posible lograr más avances en varios temas, pero el pacto con los conservadores lo impide.

–¿En qué temas específicos?

–Para responderle voy a hacer una breve comparación con Argentina. En Brasil los gobiernos de los últimos doce años no hicieron varias cosas que sí se impulsaron en los gobiernos de los Kirchner. Sabemos que esos gobiernos tuvieron y tienen contradicciones, pero en Argentina se reestatizó YPF, se enfrentó a los fondos financieros especulativos, hubo una política que buscó la democratización de las comunicaciones.

–El MTST sale a la calle, pero la derecha también, y con reclamos desestabilizadores.

–En la campaña electoral (concluida con reelección de Dilma) el sector más atrasado y reaccionario de la derecha salió del armario en que estaba guardado. Y salió con todo: defendiendo el racismo, a las fuerzas armadas, criminalizando las luchas sociales, sembrando odio a los pobres, los homosexuales. Son sectores que no admiten al PT en el gobierno, ni siquiera este PT, con su programa de tímidas reformas sociales. Son sectores que están encastillados en los medios, el Congreso, en los partidos tradicionales.

–¿Teme un retorno de la derecha?

–No hay condiciones para un golpe de Estado en Brasil... lo que vemos es que estamos ante procesos progresistas que se dan en varios países simultáneamente y que son atacados duramente. Hay operaciones golpistas contra el gobierno bolivariano de Venezuela, hay ataques fuertes contra el gobierno argentino. Se ve también cómo algunos ataques parecen ser coordinados, esto parece que está pasando ahora en Argentina y Brasil, como dijo hace unos días el ministro Axel Kicillof.

–Al establecer paralelos entre la situación de Petrobras y la causa contra Argentina en Nueva York...

–Leí la declaración del ministro Kicillof en Internet y considero que es un punto de vista razonable, porque es más que evidente que tanto en Brasil como en Argentina están en la mira de grupos financieros, interesados en Petrobras. No desconocemos que hay una corrupción endémica en el Estado brasileño, porque hay intereses privados metidos en la conducción de la máquina estatal, las constructoras están metidas en el caso de Petrobras. Pero ese caso se transformó en una excusa para una campaña para privatizar a la empresa. Lo mismo ya se hizo en los años ‘90 con el gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso con campañas para desmoralizar otras empresas públicas, más tarde privatizadas a precio de banana.

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