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El mundo|Lunes, 9 de marzo de 2015
La relación de O Estado de S. Paulo con el gobierno de Lula

Diario de una confrontación

La investigación del sociólogo Ariel Goldstein analiza los motivos por los que el periódico paulista conservador pasó de la expectativa a la confrontación con Lula y lo tildó de populista. Hoy se enfrenta con Dilma.

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El diario O Estado de S. Paulo convirtió a Dilma Rousseff en objeto de críticas, como hiciera con Lula.

“Renuncie ya: ése es el único camino en la búsqueda de un pacto serio para la reconstrucción del país.” Así, con un pedido de renuncia a Dilma Rousseff por el escándalo de Petrobras, concluyó la columna de Miguel Reale júnior, ex ministro de Cardoso, publicada ayer en el periódico paulista O Estado de S. Paulo (ESP), Sobre este diario opositor se basó el libro De la expectativa a la confrontación: O Estado de S. Paulo durante el primer gobierno de Lula, escrito por el sociólogo Ariel Goldstein, en el que analizó la relación entre el ex presidente brasileño Lula da Silva y ESP, representante de los sectores políticos tradicionales del país. La investigación buscó comprender de qué forma el medio representante de las elites conservadoras que “miran la política desde arriba” se relacionó con el jefe de Estado que implementó políticas en beneficio de los sectores más marginados de Brasil. Por otro lado, Goldstein también opinó respecto de la tensa relación entre Dilma y el diario paulista y sobre las posibilidades de una ley de medios en el país vecino.

En su libro, Goldstein señaló que en un primer momento O Estado apoyó la llegada de Lula a Brasilia. “Había cierta expectativa sobre el gobierno nuevo, ya que Lula se había comprometido a mantener la continuidad económica del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, al nombrar a (Antonio) Palocci como ministro de Economía y a (Henrique) Meirelles en la dirección del Banco Central de Brasil, dos exponentes de la ortodoxia económica. Esto llevó a que el diario hablara de Lula como un ‘líder pragmático’, que fue capaz de dejar atrás sus ideales izquierdistas y había reconocido la importancia de adquirir políticas de mercado”, explicó Goldstein. No obstante, el autor advirtió un punto de inflexión en la relación entre el periódico y el gobierno de Lula a partir del escándalo del Mensalao (el cual consistió en el pago de sobornos a varios diputados para que votaran a favor de los proyectos de interés del Poder Ejecutivo). “Lula, con la intención de superar las denuncias de corrupción que fueron colocadas en la agenda de los medios, dio una serie de discursos en todo el país convocando a actos y movilizaciones populares. A partir de ese momento, para ESP, el gobierno de Lula se convirtió en un populismo chavista. Ahí es donde aparece la cuestión que va de la expectativa a la confrontación”, opinó el autor del libro, el cual puede ser descargado gratuitamente desde Internet.

Los ataques a Lula provenientes del poder mediático brasileño fueron producto del temor que inspiran los líderes reformistas, dice Goldstein, ya que los líderes son tildados con descalificaciones para invalidar la interpelación popular. “Cualquier tipo de reforma es vista, desde el punto de vista de las elites, como aquello que amenaza los cimientos de la nación misma, como si se fueran a destruir por bajar los niveles de desigualdad o aumentar los niveles de participación”, opinó el sociólogo, quien destacó que lo que generó temor al periódico paulista fueron los actos y la interpelación popular de Lula en defensa de su gobierno, el que convocó a salir a las calles a grupos como el MST (Movimiento de los Sin Tierra).

Goldstein señaló en su trabajo que los periódicos en Brasil poseen una importante influencia en la esfera pública –pese a la baja circulación en términos netos– por su incidencia en las elites formadoras de opinión. Esto produce luego una réplica en otros medios como la televisión, que sí posee una audiencia masiva en ese país. “Este es el caso de la cadena O Globo, que todas las noches transmite el Jornal nacional (el noticiero de todos los días), el cual tiene una influencia muy importante en un país atravesado por los regionalismos, que es unificado a través de la ‘interpretación de la nacionalidad’”, afirmó Goldstein.

El sociólogo observó que el diario también convirtió a Dilma Rou-sseff en objeto de críticas, ya que las políticas de la mandataria siguen la línea de las llevadas a cabo por Lula. Sin embargo, O Estado no le recrimina a Rousseff la capacidad de conectar con ciertos sectores como un líder carismático, dado que la presidenta tiene otro estilo de interpelación. “A Dilma no se le recriminan las formas, es decir, ese populismo chavista y la exaltación al que ESP hacía referencia, ya que Rousseff tiene un tono más mesurado en sus apelaciones.” Sin embargo, Goldstein señaló que el diario –y el sistema de medios de Brasil, en general– no tardó en dirigir sus críticas a la mandataria brasileña por escándalos de corrupción en su gestión. “Los medios tildan a Lula, Dilma y al PT de corruptos, especialmente con la salida a la luz del escándalo de Petrobras. Este caso, que se encuentra en agenda actualmente, les sirve para señalar que, a su criterio, el mayor problema del gobierno es la incompetencia para la administración”, explicó Goldstein.

Por otro lado, los medios también buscan capitalizar los conflictos internos que se producen en el país para atacar al gobierno. El experto indicó que en las manifestaciones de junio de 2013 (en las cuales los brasileños protestaron por el aumento de los precios del transporte público, por el excesivo gasto en la realización de la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y en reclamo de mayor inversión estatal en educación y salud), los medios cambiaron su discurso al observar que el descontento de la población podría serles útil para criticar a Dilma. “Cuando emergieron las manifestaciones, ESP indicaba que había anarquía y desorden en las calles, y que el Estado debe intervenir ante dichos desórdenes. Cuando este diario –y muchos otros– se dieron cuenta de que podían direccionar las manifestaciones en contra de Dilma, cambiaron el encuadre con el que se publicaban los hechos y comenzaron a señalar a la presidenta y a su gobierno como los principales responsables de los disturbios y de los reclamos insatisfechos de la población”, destacó Goldstein.

Por otro lado, el sociólogo afirmó que el escenario mediático de Brasil conlleva grandes dificultades para plantear una ley de medios. Los principales diarios, revistas y canales de televisión son propiedad de familias “históricas” que detentan el poder político en varias regiones del país. “El Partido de los Trabajadores (PT) sostiene la importancia de la democratización del sistema de medios desde la década de los ‘80, pero una vez que llegó al poder comenzó a gestarse una tensión entre lo que el partido y el gobierno quiere hacer”, explicó Goldstein, ya que para el gobierno implicaría complicadas negociaciones con los políticos propietarios y un eventual escenario de ruptura. “Por eso, cuando el PT ganó las elecciones, Dilma dijo que la mejor forma de regular los medios de comunicación es el control remoto”, recordó Goldstein.

Informe: Gustavo Gerrtner.

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