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El mundo|Lunes, 6 de abril de 2015
En Perú hace 23 años comenzaba un régimen autoritario marcado por corrupción y violaciones a los DD.HH.

Una herencia pesada que persiste en volver

El ex dictador peruano Alberto Fujimori está en prisión, condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción, pero su agrupación política sigue vigente y su hija y heredera política, Keiko, aspira a llegar a la presidencia el año próximo.

Por Carlos Noriega
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Fujimori anunciaba el final de la democracia.

Página/12 En Peú

Desde Lima

Era un domingo cerca de la medianoche, cuando la programación de todos los canales de televisión fue sorpresivamente interrumpida por la imagen del entonces presidente Alberto Fujimori para un mensaje oficial. Un lacónico Fujimori vestido de traje negro anunció el final de la democracia que el país había recuperado doce años atrás. En un breve discurso comunicó su decisión de “disolver el Congreso”. Con esas palabras se consumaba el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992 y se iniciaba un régimen autoritario marcado por una corrupción sin precedentes y violaciones a los derechos humanos.

Veintitrés años después de ese domingo del autogolpe, el ex dictador Fujimori está en prisión condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción, pero su agrupación política sigue vigente y su hija y heredera política, Keiko, aspira a llegar a la presidencia en 2016.

Fujimori, un ingeniero agrónomo prácticamente desconocido, había ganado sorpresivamente las elecciones de 1990 con una retórica antineoliberal, derrotando al escritor Mario Vargas Llosa, que encabezaba una coalición de derecha. Además de cerrar el Congreso, Fujimori también intervino el Poder Judicial, la Fiscalía, la Contraloría y todas las instituciones del Estado. Las fuerzas armadas apoyaron el golpe y desde entonces adquirieron un inmenso poder y cogobernaron con Fujimori.

Desde su régimen autoritario Fujimori impuso una política económica neoliberal, lo que le valió el apoyo del empresariado a su dictadura. Paralelamente, desarrolló un clientelismo con medidas asistencialistas en las zonas empobrecidas y poblaciones tradicionalmente olvidadas por el Estado, con lo que ganó respaldo en esos sectores. El suyo fue un régimen de un populismo autoritario de derecha. En la lucha contra la subversión armada, aplicó una política de violaciones a los derechos humanos. Opositores políticos, dirigentes sindicales y populares, y periodistas, también fueron víctimas de su gobierno.

Con Fujimori llegó al poder Vladimiro Montesinos, un oscuro capitán del ejército en retiro vinculado al narcotráfico, quien se convirtió en un todopoderoso asesor del nuevo presidente y en el hombre que controlaba los servicios de Inteligencia y las fuerzas armadas. Bajo las órdenes de Fujimori, su asesor Montesinos organizó un escuadrón de la muerte, el llamado grupo Colina, que cometió múltiples asesinatos. Hoy, al igual que su jefe, Montesinos también cumple condena por corrupción y por los crímenes cometidos por el grupo Colina.

En septiembre de 2000, en un contexto de protestas ciudadanas por el fraude electoral organizado ese año por Fujimori para mantenerse en el poder, se filtraron videos que Montesinos había grabado en secreto mientras sobornaba a congresistas, jueces, periodistas, empresarios. Se destapó la olla de la corrupción y la debilitada dictadura no soportó el escándalo y se desmoronó. En noviembre de ese año, Fujimori huyó del país para refugiarse en Japón, amparado en una nacionalidad japonesa hasta entonces desconocida, y se abrió la transición a la democracia.

Pero en noviembre de 2005, el ex dictador, en una decisión sorpresiva, abandonó su seguro refugio japonés para viajar a Chile. Fue detenido en Santiago y en septiembre de 2007 fue extraditado al Perú para ser juzgado. En abril de 2009, luego de un proceso judicial público calificado como ejemplar, fue condenado a 25 años de prisión por el asesinato de 25 personas cometido por el grupo Colina –una pequeña parte de los crímenes de este escuadrón de la muerte– y por el secuestro de un periodista y un empresario. También ha sido condenado por cuatro casos de corrupción. Alegando una deteriorada salud, Fujimori, de 76 años, le pidió al presidente Humala un indulto humanitario. El ex dictador ha tenido un cáncer a la lengua, pero los médicos aseguran que el mal ha sido superado. En julio de 2013, Humala le negó el indulto, lo que atizó el enfrentamiento del fujimorismo contra el gobierno.

Ahora el fujimorismo aspira a retornar al poder con Keiko Fujimori, la hija y heredera política del ex dictador, quien encabeza las encuestas para las elecciones de 2016 con cerca de un 30 por ciento de respaldo. En 2011, Keiko obtuvo 23 por ciento de los votos y pasó a la segunda vuelta, la que perdió contra Humala. Keiko lidera los sondeos, pero éstos indican también que cerca del 70 por ciento rechaza lo que fue la dictadura fujimorista. Los analistas hablan de un núcleo duro del fujimorismo de entre 20 y 25 por ciento, sustentado en los recuerdos del asistencialismo clientelista, el control de la hiperinflación y la derrota del grupo armado Sendero Luminoso y el fin de la guerra interna, que se dieron en el régimen de Fujimori, pero señalan que Keiko tiene problemas para sumar apoyo a ese núcleo duro, algo indispensable para triunfar en un ballottage. Sin embargo, la debilidad de las fuerzas políticas y la falta de alternativas populares para las elecciones de 2016 pueden jugar a favor de Keiko.

Mientras tanto, veintitrés años después de su autogolpe, Alberto Fujimori espera en su prisión VIP de un cuartel policial –que incluye un salón para recibir visitas, un taller para pintar, una cocina y un jardín para cultivar flores–, en la que es el único preso, que su hija gane las elecciones para lograr salir libre.

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