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El mundo|Domingo, 3 de mayo de 2015
MILIBAND LLEGA CONFIADO A LOS COMICIOS DEL JUEVES EN REINO UNIDO

El “sex symbol” laborista

En las redes sociales surgió un hasta hace poco inimaginable hashtag Milifandom (“reino de fans de Miliband”), con más de mil seguidoras juveniles que lo convirtieron en una estrella masculina de cautivadora sonrisa y físico espectacular.

Por Marcelo Justo

Desde Londres

Miliband logró conectar con un electorado generalmente apático: los jóvenes, que lo apoyan en Internet.

La campaña electoral ha hecho maravillas con el líder del laborismo británico. En enero, Ed Miliband era el talón de Aquiles del partido, una de las razones más citadas por el electorado para no votar al laborismo. Hoy exuda confianza y simpatía, se ha convertido en un inesperado “sex-symbol” y está sintonizando con uno de los sectores más políticamente apáticos del electorado, los jóvenes. El interrogante es si con esto le bastará para ganar una de las elecciones más reñidas de la historia moderna británica.

Cuando comenzó la campaña a principios de año los militantes laboristas que visitaban a potenciales votantes se chocaban con la desconfianza que producía Miliband. Un análisis comparativo de los sondeos desde la década del ’80 mostraba que no había habido líder más impopular a seis meses de una elección.

Este viernes una encuesta de Mori confirmó el cambio operado en la percepción pública en los últimos dos meses otorgándole un saldo positivo de cuatro puntos cuando se comparaba a los que aprobaban y rechazaban su liderazgo. En comparación, David Cameron tenía un saldo negativo de menos ocho. En las redes sociales surgió un hasta hace poco inimaginable hashtag Milifandom (“reino de fans de Miliband”), con más de mil seguidoras juveniles que lo han convertido en una estrella masculina de cautivadora sonrisa y físico espectacular.

Dos factores han contribuido al cambio. Miliband ha corrido el partido a la izquierda de la versión Nuevo Laborista de Tony Blair y ha conseguido desprenderse de la imagen desmañada, torpe, desconectada que, en palabras de los británicos, no le daba un aire de primer ministro. Los dos factores van de la mano.

Con su viraje a la izquierda, Miliband ha logrado proyectar una imagen de genuina convicción política. Su programa de gobierno es moderado, pero su mensaje electoral se ha centrado en el combate a la evasión fiscal y los privilegios de los millonarios, el control de las tarifas de los servicios públicos y los alquileres, la reivindicación de una agenda social y la lucha contra la flexibilización laboral.

A este giro político, Miliband le ha añadido un desempeño más sereno y seguro en toda la campaña que, según el semanario The Economist, se debería a sesiones de entrenamiento por unas 10 mil libras diarias (15400 dólares). Más allá de la chicana de un semanario que ha endorsado públicamente al primer ministro Cameron, la realidad es que el repunte laborista no se limita a la visibilidad o mejor desempeño de su líder.

El partido entero se ha puesto en marcha con una maquinaria militante mucho más aceitada y numerosa que la de los conservadores en una campaña muy diferente de la de otras democracias. En la mayoría de los países el período electoral es visible en las calles empapeladas hasta la saturación con los rostros de los candidatos. Nada de esto sucede en el Reino Unido, donde hay pocos posters públicos. Un visitante poco informado podría perfectamente no enterarse de que estamos a días de los comicios más reñidos en décadas.

En parte por el peculiar sistema electoral británico, la maquinaria militante suele ser más importante. En el Reino Unido se eligen diputados para 650 distritos electorales: el partido que consigue más diputados elige al primer ministro. Los distritos electorales con diferencias mínimas en el voto –los “marginal seats”– son clave. En estos “seats” la militancia se organiza zonalmente para hacer un trabajo puerta a puerta y cara a cara. En el más marginal de todos, Hampstead y Kilburn en Londres, sólo 42 votos separan al diputado laborista del opositor conservador.

El cálculo es que hay unos 196 “marginal seats”. Un cambio en estos escaños puede decidir la elección. Unos 82 diputados conservadores tienen diferencias mínimas con sus seguidores, sean laboristas, liberal-demócratas o los xenófobos independentistas británicos del UKIP. La situación es igualmente compleja para 79 diputados laboristas. La buena noticia para el laborismo es que en los 50 escaños más marginales de los conservadores, el partido de Miliband lidera a sus rivales por un 3 por ciento. La mala es que en Escocia puede perder la mayoría de los 59 escaños en juego a manos de los nacionalistas escoceses del SNP.

El sistema favorece el voto táctico a favor con la vieja premisa de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Una persona de izquierda en el afluente sureste inglés donde el laborismo no tiene chances de vencer a los conservadores, votará a los liberal-demócratas. El The Sun del grupo Murdoch es un caso mediático extremo de oportunismo en el voto. En la edición inglesa declaró su pleno apoyo al Partido Conservador y Unionista de David Cameron que, como su nombre lo indica, se presenta como garante del Reino Unido frente a todo intento separatista, sea irlandés o escocés. La edición escocesa del The Sun apoya a los nacionalistas del SNP a pesar de que este partido proclama abiertamente su agenda separatista: lo importante es que pueden impedir que el laborismo consiga una mayoría de diputados en el parlamento.

Mucho dependerá de la participación electoral. En las últimas elecciones sólo el 64 por ciento del electorado votó: unos 16 millones no lo hicieron. La apuesta de Miliband ha sido activar esta franja escéptica, apática o indiferente y recuperar votos extraviados de la clase trabajadora laborista. No es una apuesta fácil en un país con el menor porcentaje de participación electoral de la Unión Europea. De hecho unos siete millones de británicos no se han registrado para votar, pero si Miliband logra activar a los restantes nueve millones y al 25 por ciento que permanece indeciso, podría inclinar la balanza en esos “marginal seats” clave para conseguir una mayoría de diputados en la Cámara de los Comunes.

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