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El mundo|Domingo, 21 de junio de 2015
Esta semana firmaron 29 proyectos de inversión por valor de U$S 20 mil millones

Rusia consolida su sociedad con China

En el principal foro económico de su país, Putin afirmó que China es el principal socio y con el que esperan alcanzar un intercambio comercial de U$S 200 mil millones en los próximos años.

Por Agustín Fontenla
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Putin y Xi durante una cumbre en China en noviembre de 2014.

Página/12 En Rusia

Desde Moscú

En un discurso en el principal foro económico del país, celebrado en San Petersburgo esta semana, el presidente Vladimir Putin precisó que “aunque se pronosticó una profunda crisis económica en Rusia, eso no sucedió”, y puntualizó que los indicadores macroeconómicos, como la cotización del rublo, se lograron estabilizar.

Ante miles de empresarios y altos cargos de diversos países como el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, el mandatario ruso delineó el futuro del desarrollo económico de su país. Al hacerlo, Putin dedicó poco espacio a los tradicionales socios occidentales, a los que culpó del inicio de la crisis en Ucrania, y afirmó que China es el principal socio económico y con el que esperan alcanzar un intercambio comercial de 200 mil millones de dólares en los próximos años.

En efecto, durante la segunda jornada de este encuentro, que comenzó este jueves y termina hoy, la comisión intergubernamental chino-rusa celebró 29 proyectos de inversión por valor de 20 mil millones de dólares. Entre los que se destaca, la firma de un acuerdo entre la empresa estatal de ferrocarriles rusos Russian Railways y la estatal China Railway Group para la puesta en marcha de un tren de alta velocidad que una Moscú con la ciudad rusa de Kazán, separadas por 770 kilómetros. Un desarrollo que según la compañía rusa costaría 388 millones de dólares, y que sería el primer paso para unir ambos países.

De todas formas, la firma de este memorándum es sólo el corolario actual de una convergencia que estas dos grandes potencias han profundizado desde el año pasado, con la firma de acuerdos millonarios y una retórica de aliados prioritarios.

Vladimir Putin realizó una visita oficial a China en mayo del 2014, donde firmó con su par chino Xi Jinping un acuerdo de venta de gas por 38 mil millones de metros cúbicos anuales al país asiático durante 30 años. Según el presidente de Gazprom, la compañía rusa operadora, Alex Miller, en términos de dinero el contrato ascendía a 400 mil millones de dólares. Más adelante, cuando en mayo de este año, Rusia celebró la victoria contra las tropas nazis con un histórico desfile en la Plaza Roja, el mandatario chino Xi Jinping fue uno de los pocos en asistir al encuentro. En este caso, ambos líderes firmaron otra treintena de acuerdos, con epicentro en el proyecto de La ruta de la seda, uno de los mayores anhelos chinos para el desarrollo de las economías de Oriente y la principal vía para llegar a Europa.

No obstante esta integración entre dos superpotencias, estos acuerdos deberían ser tomados con cautela. El investigador de Ciencias Políticas de la UNED (España) Rubén Ruiz Ramas, afirma que se trata de “movimientos geopolíticos realizados en un contexto de tensión, en el que Rusia quiere colocar a China como un farol más en la partida que se está jugando con el resto de los países, sobre todo cuando hay un aislamiento de Moscú por parte de Estados Unidos y Europa”.

Por su parte, el director de la Escuela de Estudios Asiáticos de Rusia, Alexey Maslov, afirma que “ya no existen desconfianzas entre Rusia y China”, y describe el vínculo como “una asociación estratégica y duradera”. Sin embargo, también señala que “la nación asiática no podrá sustituir la pérdida de mercados occidentales y tampoco podrá proveer todos los productos que se importaban de esta región”. En cambio destaca que, “como parte de una política más flexible de China, Rusia ha mejorado las relaciones con países como Vietnam, Mongolia y la India, convirtiéndose en un actor activo en esa región”.

Otro de los ámbitos de asociación más estrecho es el militar. En la primera publicación de un libro de doctrina militar del país asiático, en el capítulo de cooperación con otras naciones, el que la encabeza es Rusia. En efecto, este año, por primera vez, ambos países realizarán ejercicios militares conjuntos en las aguas del Mediterráneo, cambiando el escenario que se repetía desde el 2012, cuando se llevaban a cabo en aguas del Pacífico cercanas a las costas de Rusia y China. Esta alianza ha despertado recelos en Occidente, no en vano durante el Foro Económico de San Petersburgo, el presidente Putin ha insistido en que la alianza ruso-china no se hace contra nadie, y que “no crearán un bloque militar similar a la OTAN”. Sí, por otra parte, la industria militar rusa ha vendido piezas de armamento de calibre superior a China. Según citó el periódico ruso Komersant, el director ejecutivo de la compañía rusa de armamento Rosobornexport, Anatoli Isikin, dijo que Beijing firmó un contrato para adquirir sistemas de defensa antiaérea S-400, convirtiéndose en el primer comprador de este tipo de armamento.

La convergencia implica también áreas donde no hay acuerdos visibles, por ejemplo en lo relativo a libertades civiles. Un caso es el control a las Organizaciones No Gubernamentales. El gobierno chino se encuentra en pleno proceso de reglamentación de una nueva ley. De aprobarse, se prohibirá que estas instituciones reciban fondos procedentes del país y sus trabajadores deberían ser contratados a través de una agencia del Estado. Más importante aún, se prohibirán las actividades que sean consideradas un peligro para la seguridad nacional, la unidad, la solidaridad y que ataquen la moralidad social China.

La normativa perece un calco de las recientes leyes instrumentadas en Rusia, principalmente la denominada “agentes extranjeros”, que puede prohibir la actividad de ONG consideradas de esta manera por recibir fondos del exterior y realizar actividades políticas poco claras. Lo mismo sucede con la ley de antipropaganda gay, que prohíbe “la promoción de relaciones sexuales no tradicionales entre minorías”.

Analizando este comportamiento en cuanto al respeto de las normas democráticas, Maslov lo resume de la siguiente manera: “Rusia es más Asia que Europa”. Señala que Rusia y China se encuentran emparentadas por “sistemas rígidos de poder, el estricto control de la expresión pública (incluido Internet), y la aplicación de nuevas organizaciones políticas”.

En tanto que para Ruiz Ramas, aunque en el caso de Rusia se trata de un sistema híbrido y en el de China, de carácter autoritario, reconoce que desde Occidente, en muchos casos, “se ha pretendido utilizar las ONG para impulsar valores democráticos, pero finalmente se utilizaron para divulgar intereses” de determinados sectores.

Este próximo lunes, los ministros de Exteriores de la Unión Europea se reunirán en Luxemburgo para decidir si prorrogan las sanciones aplicadas contra Moscú. Según consignó la agencia EFE, diplomáticos del bloque ya acordaron esta decisión el pasado miércoles y los altos cargos solo deberán estampar su firma. Ante ese escenario y con una economía que sin caer en una crisis profunda se contraerá este año en un 2 por ciento, Vladimir Putin necesitará que los acuerdos firmados con China avancen más rápido de las palabras a los hechos.

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