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El mundo|Lunes, 13 de julio de 2015
Al cierre de esta edición, los jefes de Estado de la Eurozona continuaban las frenéticas discusiones

Europa exige duras concesiones a Grecia

Los griegos fueron a Bruselas a negociar y se encontraron con un teatro cambiado: los europeos terminaron exigiéndole al premier Alexis Tsipras mucho más de lo que ya había aceptado. Y le dieron un plazo de 48 horas.

Por Eduardo Febbro
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Merkel manda de principio a fin; Hollande dice que París hará todo lo posible para evitar un “grexit”.

Página/12 En Francia

Desde París

¿Traición, trampa, revancha o golpe de Estado colectivo contra un gobierno que había aceptado lo que para él era inadmisible? La pregunta quedará flotando durante mucho tiempo sobre los dramáticos acontecimientos que tuvieron lugar en Bruselas entre el sábado 11 de julio y el domingo 12. Luego de que el gobierno griego de Alexis Tsipras fuera empujado a una vengativa capitulación por sus socios europeos, éstos, en todo caso 10 de los 19 miembros del Eurogrupo, cambiaron las reglas del juego y exigieron más. Tsipras había aceptado el pliego de condiciones planteado por sus acreedores y remitido luego al Eurogrupo un nuevo plan de economías así como un tercer pedido de rescate. París, Berlín, el mismo Eurogrupo y el FMI consideraron que esas propuestas eran una “base positiva” para negociar, o que eran “serías y verosímiles” (François Hollande). Pero Alemania, junto a aliados de poco peso como Finlandia o Eslovaquia, dijeron que no, porque, según declaró en Bruselas la canciller alemana Angela Merkel, “el valor más importante, a saber, la confianza y la fiabilidad, se perdió”. Ello significa que los liberales y los socialistas griegos del Pasok que saquearon a Grecia durante décadas son de pronto más “fiables” que un partido que recién llega al poder y tiene, por consiguiente, las manos limpias. El Eurogrupo jamás podrá olvidar que Syriza les plantó un referendo y se lo hacen y harán pagar hasta la más humillante asfixia.

La última propuesta que el Eurogrupo le sometió a Grecia es infinitamente más exigente que lo pactado. Los ministros de Finanzas de la zona euro dan un plazo de 48 horas para que Atenas adopte un paquete de medidas suplementarias que comprende, entre muchas otras cosas, la modernización del IVA y del sistema fiscal, decisiones anticipadas para reformar el sistema griego de pensiones, una avalancha de privatizaciones y el saneamiento de los servicios públicos (ver página 14). Las alternativas, sobre todo las que impone Alemania, no dejan muchos caminos. La última línea del documento dice que, en caso de no acuerdo, o sea de rechazo, que “a Grecia se le propondrán rápidas negociaciones con vistas a una salida temporal de la zona euro, con una posibilidad de reestructurar su deuda”. El presidente francés, François Hollande, dijo que París haría todo lo posible para “que Grecia se mantenga en la Zona Euro”. Pero esa posibilidad parece distante o inalcanzable luego de que, el sábado, fracasara le reunión de los ministros de Finanzas del Eurogrupo. Ayer ocurrió lo mismo: a la mañana se anuló la cumbre de los 28 países de la Unión Europea. Luego, a la tarde volvió a fracasar otra cumbre de los titulares de hacienda de la zona euro. Todo quedó en manos de los jefes de Estado y de gobierno del euro, pero ni siquiera ellos lograban zanjar el abismo que los separa respecto de Grecia. Por eso seguían reunidos al cierre de esta edición, a las cinco de la mañana europea de este lunes.

La salida de Grecia de la zona euro nunca estuvo tan cerca como ahora. Esa eventualidad figura actualmente en un documento de trabajo discutido por los presidentes. También, la eventualidad de un “grexit” irrumpió de golpe en la cumbre del sábado cuando se conoció el contenido de un documento alemán que contemplaba la salida de Grecia del euro por un período de 5 años. No es todo. Como el gobierno de Syriza no inspira “confianza”, Berlín propone también que los activos griegos sean invertidos en un fondo en Luxemburgo. El jefe del Ejecutivo griego se opone a esta iniciativa porque, lisa y llanamente, equivale a poner bajo tutela sus activos en Luxemburgo, gran paraíso fiscal de Europa y más allá.

Los actores de esta negociación cambiaron de perfil de un día para otro y terminaron exigiéndole a Grecia concesiones mucho más duras de las que ya había aceptado. Alemania manda de principio a fin. “No podemos tener confianza en las promesas”, dijo de entrada la batuta de la orquesta europea, el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble. Berlín y sus diez socios de Europa del Norte y del Este hicieron del resto de Europa un rehén de sus políticas. La ortodoxia económica de Alemania está haciendo tambalear como nunca el proyecto de Unión Europea. Esa misma estrategia ha trazado una frontera profunda con los países de Europa del Sur. El ministro alemán de Finanzas no cree en las cuentas que le presentó Atenas. Schäuble está convencido de que los 50 mil millones de euros que Grecia pidió dentro del tercer plan de rescate no serán suficientes para reactivar la economía del país. Por ello exige une supervisión extrema de las reformas y casi una suerte de política tutelar sobre Grecia. De estas exigencias se desprende una idea que no es nada nueva: apartar a las economías dudosas y crear una suerte de Europa que funcionaría con dos velocidades y cuyo centro sería el eje franco alemán.

Lo cierto es que Tsipras y Grecia fueron puestos entre la espada y la pared por los tecnócratas de la finanza. Quieren su cabeza y su degradación pública. Sólo Francia, Chipre e Italia seguían apoyando ayer a Tsipras. Cada parte juega también en este antagonismo su propio destino político. El tema no es sólo Grecia, sino el impacto que las posiciones de los hombres políticos pueden tener en sus respectivas opiniones públicas de cara a las próximas elecciones. Construir una legitimidad política con la decapitación de Grecia no le preocupa demasiado a hombres como el Ministro alemán de Finanzas. Los griegos fueron a Bruselas a negociar y se encontraron con un teatro cambiado. Europa acaba de inventar una nueva forma de opresión: la tiranía del euro, la tiranía de la moneda única. Al que no le gusta, se va.

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